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La vieja Europa

23 de julio del 2003

Tropas españolas a Iraq
Llorarán las madres

Antonio Maira
Rebelión
¡Pobrecitas madres,
cuánto llorarán,
al ver que sus hijos
en la guerra están!
"En el barranco del Lobo"
Canción popular


Del 26 al 31 de julio de 1909 la movilización de reservistas y el embarque de tropas para Marruecos, en donde había estallado la guerra del Rif, origina una enorme protesta popular que en Cataluña se desarrolla como huelga general e insurreccional. Las jornadas en Barcelona –la Semana Trágica- se saldan con más de un centenar de muertos. Una enorme represión se desata después.

A mediados de julio Pablo Iglesias había dicho: «Los enemigos del pueblo español no son los marroquíes, sino el Gobierno. Hay que combatir al Gobierno empleando todos los medios. En vez de tirar hacia abajo, los soldados deben tirar hacia arriba. Si es preciso, los obreros irán a la huelga general con todas sus consecuencias, sin tener en cuenta las represalias que el Gobierno pueda ejercer contra ellos».

El historiados moderado Ballesteros Beretta afirma que las medidas de movilización y envío de tropas fueron enormemente impopulares y señala con estas palabras el sentir general: «no se comprendía por qué había de derramarse sangre española por nuestra presencia en un territorio agreste e inhospitalario, que los marroquíes harían bien en defender, pues estaban allí sus hogares, invadidos por extranjeros».

Lo esencial de esas palabras –sin más que cambiar las referencias geográficas- podría repetirse hoy. En julio y agosto de este año de gracia de 2003 –casi en las fechas justas que conmemoran aquella Semana Trágica- una fuerza armada española en la que se integran unidades centroamericanas y caribeñas: nicaragüenses, hondureñas, salvadoreñas y dominicanas, se trasladará a Irak para cumplir tareas de represión militar en un país invadido por ejércitos extranjeros y progresivamente sublevado. Las autoridades militares de ocupación acaban de reconocer, a regañadientes pero sabiendo ya que ese reconocimiento es inevitable, la existencia de una guerra de guerrillas.

Si nos guiamos por los precedentes de los ejércitos norteamericano y británico en la zona, esos soldados españoles humillarán a la población con allanamientos masivos y extremadamente violentos, matarán mucho e indiscriminadamente e irán muriendo, de uno en uno, sin gloria.

La legitimidad de la revuelta iraquí es indiscutible

En contra de los principios, normas y resoluciones de las Naciones Unidas, violando toda la legalidad internacional, con la intención de acabar con la independencia de un país, controlar su petróleo, dominar y globalizar el Oriente Medio, ahogar la resistencia palestina y establecer la nueva ley del mundo, los EEUU y el RU bombardearon furiosamente las ciudades, pulverizaron barrios, mataron y aterrorizaron a la población civil –"conmoción y pavor" dijeron ellos mismos- y finalmente asaltaron Iraq con un enorme ejército acorazado.

Todo ello después de burlar con pruebas falsas a la comunidad internacional y violentar la resistencia del Consejo de Seguridad. Las coartadas para la guerra, siempre claramente mentirosas, se han manifestado ahora como enormes fraudes, criminales manipulaciones de la opinión pública, burdas patrañas con las que los políticos del sistema se ensañaron y burlaron de las democracias moribundas que les garantizaban una impunidad absoluta.

Ocurre, sin embargo, que la gran fiesta de la conquista fácil y el despojo parece tocar a su fin.

Entre las cenizas y los escombros del país, de la resistencia no encerrada y torturada en los campos de concentración que los EEUU han abierto en Iraq siguiendo el modelo de la base norteamericana de Guantánamo, han surgido nuevos combatientes patriotas.

Washington reclama de sus aliados incondicionales el envío de tropas para relevar a sus desmoralizados soldados.

La ocupación, a cuyo instrumento armado se van a incorporar los contingentes prometidos por Aznar a sus jefes en Washington, sucede a una guerra brutal que ha reducido los riesgos de los agresores por el procedimiento de no escatimar matanzas y destrucciones. Respalda además un saqueo económico que ha sido precedido por diez años de embargo genocida y por la destrucción sistemática de las infraestructuras, las empresas y los servicios públicos. Ese es el proceso histórico inmediato, con cientos de miles de víctimas, en cuyo rastro se define la misión "Plus Ultra". Por eso suenan tan cínicas las palabras del ministro Trillo al describir la futura operación militar: "se basará en la observancia de los derechos humanos y el respeto a la propiedad privada".

Ninguna gloria por lo tanto para esos soldados que acabarán identificándose con la crueldad de toda situación de ocupación colonial y que actuarán impulsados por el pavor de saberse enemigos de todos. Tal vez lleguemos a verlos riéndose al encapuchar y esposar a sus enemigos como hacían dos soldados de la 4ª División de Infantería de los Estados Unidos que participaban en una operación de "pacificación" en Mashahdah, según testimoniaba una foto distribuida por Associated Press y publicada en los medios el día 14 de julio.

Guirnaldas de flores

Hace algunas semanas, cuando varios incidentes muy graves –decenas de civiles muertos en manifestaciones contra la ocupación- habían desenmascarado como ridícula, y destrozado para siempre la bucólica previsión que como cierre de la guerra había fabricado el Pentágono, de los soldados coronados con guirnaldas de flores por la población civil iraquí, se publicó la noticia de que el ministerio de Defensa español se interesaba por suavizar las durísimas normas de actuación de los militares norteamericanos. El gobierno Aznar lanzaba a la opinión pública, previsiblemente preocupada por el envío de tropas al avispero de Mesopotamia, la absurda idea de que los soldados españoles iban a participar en la ocupación armada de Irak, bajo mando global de los Estados Unidos, subordinados a los objetivos de dominación del imperio, pero con procedimientos especiales que mejorarían la relación con el pueblo y los resistentes iraquíes. Era la versión de las guirnaldas reciclada para consumo provinciano.

En la rueda de prensa del ministro Trillo del 17 de julio, bajo una cortina de humo que después de definir el objetivo general con un eufemismo sólo levemente menos escandaloso que el de la "misión humanitaria: "contribuir a la seguridad y la estabilización", insistía en los tópicos de todas las guerras coloniales: apoyo generalizado de la población, existencia de focos residuales de resistencia que son debidamente demonizados –en este caso "líderes o facciones leales al depuesto Sadam Husein" o "bandas de crimen organizado"-, misión civilizadora que en Irak se expresa como una tarea de reconstrucción y democratización, podía descubrirse una realidad mucho más dura.

Los militares españoles "tienen la orden de recurrir al empleo mínimo de la fuerza" pero la "prioridad es garantizar la autoprotección del contingente español". La misma prioridad les ha hecho a los norteamericanos abatir civiles, incluso niños, en los controles de carretera, destrozar viviendas a cañonazos y tirotear manifestaciones de gente indignada por la destrucción de su país, el hambre o la pérdida de trabajo.

En una inversión de la realidad característica, el "derecho de autodefensa" es proclamado como propio por el ejército de ocupación. Lo "garantizará por medio del empleo mínimo de la fuerza, que debe entenderse como aquella que, incluyendo la letal, se limite en su nivel y proporcionalidad, así como en su duración e intensidad" . Permiso pues para matar en una situación en la que bajo sordina se reconoce la "hostilidad creciente de los iraquíes hacia la presencia de tropas extranjeras". La actuación del contingente militar que pretende consolidar la ocupación de un país por la fuerza después de una guerra terrorífica es caracterizada con frecuencia como una misión humanitaria.

Sobre el llanto seco de las madres iraquíes llorarán madres españolas y centroamericanas, y el gran hombrecillo Aznar hablará de terrorismo para alimentar el odio y desviar la cólera, y expresará las condolencias con gesto trascendente y compungido.

Hablar claro

El movimiento contra la guerra, potenciado moralmente por las evidencias de la ilegitimidad del ataque a Irak, tiene que reiniciar una actividad intensa contra la ocupación y la represión.

En primer lugar debe proclamar el derecho del pueblo iraquí a la resistencia y exigir la retirada inmediata de las tropas. En segundo lugar tiene que aclarar los terribles riesgos de matar para respaldar una abusiva conquista y una ocupación armada, y de ser muertos, y la enorme responsabilidad de los militares que se ven obligados a optar entre la obediencia y el crimen.