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La vieja Europa

22 de julio del 2003

La muerte de David Kelly
Epitafio político de Blair

Lisandro Otero
Organización Editorial Mexicana


Tony Blair ha tenido una larga cadena de desaciertos en su vida política. Su pifia más notable ha sido asociarse de una manera servil a la agresiva administración de George W. Bush. En Gran Bretaña una opinión pública mayoritaria está en contra de este sometimiento de la otrora orgullosa Albión, Reina de los Mares, para convertirse en un protectorado yanqui.

Ahora ha ocurrido un incidente que según muchos analistas servirá de lápida mortuoria al gobierno manipulable del peor sector del laborismo británico. La cadena BBC informó a finales de mayo del presente año que Alistair Campbell, director de Comunicación de Blair, había ordenado ciertos cambios en un informe elaborado por los servicios de inteligencia para exagerar la amenaza representada por Hussein, aseverando que Sadam Hussein estaba en condiciones de lanzar un ataque con armas de destrucción masiva en "sólo 45 minutos", con el fin de justificar una invasión a Irak. Dos semanas después el periodista Andrew Gilligan compareció en la Comisión de Asuntos Exteriores de la Cámara de los Comunes, ante la cual aseguró que la fuente anónima que citó en su trabajo estaba "bien situada" en los servicios secretos londinenses y era digna de confiabilidad. El 25 de junio Campbell exigió excusas a la BBC por la acusación de haber distorsionado el informe y advirtió que no cedería en su pretensión hasta obtener disculpas de manera inmediata de la emisora. Entonces Blair se inmiscuyó en el asunto declarando que "lo que ha hecho la BBC es el más grave ataque posible contra mi integridad. La acusación es falsa y espero que lo reconozca".

El consejo de gobernadores de la BBC, órgano de control compuesto por doce miembros independientes y encargado de velar por el respeto del interés del auditorio de la cadena, estimó que la información de Gilligan era de "interés público". Una comisión parlamentaria, integrada en su mayoría por diputados del Partido Laborista de Blair, exculpó a Campbell de la acusación de hacer más justificativa la guerra en el informe de septiembre, diciendo que no tenía pruebas de ello.

Campbell acusó a la BBC de tener una posición pacifista mientras el consejo de gobernadores sostuvo que la cobertura del conflicto en Irak había sido imparcial. Sin embargo, un informe de la Universidad de Cardiff indicó que la BBC, comparada con otras tres cadenas de televisión británicas, fue la que más espacio brindó a las posturas del gobierno. Muchos criticaron a la BBC por su cobertura de la invasión. El enviado del diario británico The Independent, Robert Fisk, revelaba en sus crónicas desde Bagdad que cuando la BBC y otras cadenas reportaban "encarnizados combates" en el aeropuerto de la capital iraquí, nada sucedía en realidad.

Sin embargo, la cadena también fue criticada entonces por el gobierno británico por incluir en su cobertura informaciones entregadas por el gobierno de Saddam Hussein. Recientemente el gobierno del primer ministro israelí Ariel Sharon decidió boicotear a la BBC ordenando a los portavoces oficiales no suministrarle información por su supuesta "cobertura anti israelí".

Esta controversia entre el gobierno de Blair y la BBC fue adquiriendo mayores dimensiones estimulada, sobre todo, porque los inductores de la agresión contra el pueblo iraquí, Bush y Blair, han mentido a la opinión pública de sus respectivos países y a los órganos legislativos de ambas naciones para justificar su guerra de rapiña destinada a apoderarse de las reservas petroleras del Oriente Medio. En el caso de Bush se mintió al Congreso alentando la sospecha de que Sadam estaba comprando uranio a Níger para fabricar armamento atómico, todo lo cual se demostró había sido un vulgar embaucamiento. Bush está bajo un intenso fuego político que quizás pudiera conducirlo a un juicio de residencia y a una destitución, similar a lo que estuvo de punto de sucederle a Nixon y lo obligó a renunciar.

Fue entonces que apareció el cadáver del experto David Kelly, en el oeste de Londres.

TEMPESTAD MEDIÁTICA

El 18 de julio la policía británica informó haber hallado el cadáver de David Kelly en un parque del oeste de Londres. Kelly, especialista en armas atómicas, había sido acusado por el gobierno de ser la fuente que suministró a la BBC la información que revelaba la exageración en los informes con los que el gobierno de Blair justificó la guerra de Irak. Interpelado por el parlamento británico Kelly negó haber sido el infidente que proporcionó los datos, según le acusara el Ministerio de Defensa. El martes pasado, se vio sometido a un duro interrogatorio ante la Comisión de Exteriores que investiga las pruebas facilitadas por el Gobierno sobre Irak. Kelly reconoció, sin embargo, haber hablado con el periodista Gilligan pero negó ser negó ser su única fuente o la principal.

Pero Gilligan entonces amenazó con demandar por difamación y haber sembrado dudas sobre su honestidad y capacidad profesional al líder parlamentario Phill Woolas quien lo había acusado de desorientar a la Comisión de Relaciones Exteriores encargada de investigar los procedimientos usados por el gobierno para conducir la nación a la guerra. Es primera vez que un periodista amenaza con demandar a un miembro del poder legislativo inglés.

A esto siguieron acusaciones y contraacusaciones entre la BBC y el Ministerio de Defensa, aireadas en emisiones de televisión y en los periódicos. Una de las mas graves aducía que la comunidad de inteligencia fue obligada a reescribir seis veces su informe sobre Irak para forzarla a afirmar lo que interesaba al gobierno por sus fines belicistas. Incluso se afirmó que Blair personalmente había intervenido en esta interesada distorsión. El Primer Ministro fue obligado a defenderse en el parlamento y afirmó rotundamente que nunca ejerció presiones en la Junta de Inteligencia. Lord Healey, uno de los líderes laboristas, afirmó que si se comprobada el aserto de la BBC, Blair podía ser obligado a renunciar a su cargo.

Al confirmar la policía el hallazgo del cadáver de Kelly la prensa británica se volvió furiosamente contra el gobierno. El influyente diario conservador Daily Telegraph tituló el diario "Muerte del chivo expiatorio", y aseveró en un editorial que el Primer Ministro británico se enfrenta a la crisis más grave desde su elección. En su comentario el periódico pide al director de Comunicación, Alastair Campbell, que abandone sus funciones, al ministro de Defensa, Geoff Hoon, "que rinda cuentas" y a Blair que efectúe "una comparecencia pública". Por su parte The Daily Mail, atacó al gobierno sobre la manera en que trató a Kelly con el título "żEstán orgullosos?" El diario sensacionalista The Daily Mirror afirmó que Kelly "fue perseguido a muerte por el Gobierno", y 'The Guardian' apuntó que las repercusiones políticas" pueden ser incalculables". Mientras, el periódico de centroizquierda 'The Independent' calificó a Kelly de "hombre de bien, un funcionario fiel", que fue presionado hasta "niveles intolerables". Según The Financial Times: "La incapacidad para encontrar armas de destrucción masiva sembró las dudas entre los británicos y la prensa en cuanto a la justificación para entrar en guerra contra Irak" .

Blair recibió la noticia mientras viajaba hacia Japón después de haber pronunciado un discurso ante el pleno del Congreso estadounidense donde alegó que la historia comprendería las razones que le asistieron a Bush y a él para emprender esta invasión expoliadora contra Irak. Seguramente se percató de las graves consecuencias que pueden tener para su gobierno esta desventurada polémica y también debe haber advertido que su vida política ha sido enterrada junto con el cadáver del experto en armamento.

La muerte de David Kelly abre dos hipótesis: Una, el especialista en armamento se suicidó, según afirma la policía, abrumado por el escándalo público y por las presiones que se ejercieron contra él desde el Ministerio de Defensa. Dos, fue asesinado por matones al servicio del gobierno que quiso así vengarse de una espinosa revelación. En cualquiera de los dos casos el gobierno de Blair sale muy afectado con un serio deterioro de su ascendiente público, lo cual es indispensable para gobernar con efectividad. Hay que aguardar el desenvolvimiento de este caso que muchos predicen traerá la caída definitiva del actual Primer Ministro.

DE IMPERIO A PROTECTORADO

Tony Blair ha sido el hombre que liquidó el viejo laborismo. El laborismo de nuevo estilo abolió las aproximaciones al socialismo radical, que nunca fueron demasiado extremistas, y se acercó más a la social democracia. El movimiento fabiano, animado por Bernard Shaw y H.G. Wells, no estaba vinculado al pensamiento marxista. Con un radicalismo decimonónico definía al socialismo como una Arcadia de justicia y felicidad donde sindicatos y cooperativas operarían el milagro del paraíso en la tierra. Un mundo higiénico con vacaciones para todos y salarios bien administrados sería la antesala de la sociedad perfecta. El Partido Laborista nació de la necesidad de algunos sindicatos de tener representación en el Parlamento. Ese pragmatismo los condujo a dominar una fracción de cincuenta y tres diputados, comenzando el siglo XX, liderados por Ramsay McDonald, quien llegó después a ser Primer Ministro. Tony Blair ha repudiado la imagen de los viejos mineros, con los zapatos rotos, entrando en la Cámara de los Comunes. El suyo es un laborismo de tecnócratas y modernos empresarios que ha sucedido al gobierno de la obsesiva Dama de Hierro, la dura Margaret Thatcher, quien con sus privatizaciones y la Guerra de las Malvinas, alcanzó un puesto en la historia británica contemporánea. Tony Blair tiene ante sí el problema de una vieja monarquía debilitada por su alejamiento del pueblo, endurecida por su esnobismo aristocratizante. Se trata de determinar si hay que liquidar esa carcomida institución por un republicanismo de nuevo cuño o si debe modernizar la corona. Parece haberse decidido por esta última opción.

Blair ha enfrentado otros desafíos con la descentralización que ha permitido al país de Gales y a Escocia disponer de sus propias asambleas legislativas, así como la denegación de los derechos hereditarios de los Lores. Son cambios significativos en un país que ha vivido apegado a sus tradiciones. Los años de Margaret Thatcher como Primer Ministro del Reino Unido dejaron una impronta imborrable en la vida de aquella nación. No solamente consolidó el dominio de los conservadores, llevó a cabo una guerra en las Malvinas, en condiciones humillantes para Argentina --con la cual afirmó por unos años más los remanentes de su imperio colonial--, sino destruyó el poderío del movimiento sindical británico y debilitó, como nunca antes se había hecho, al movimiento laborista y su partido. Tras ella el laborismo se vio forzado a asumir posiciones derechistas para poderse imponer en las urnas.

Blair ha decepcionado a las grandes masas. El mal de las vacas locas y la epidemia de fiebre aftosa han sido letales para la industria agropecuaria británica. El desplome del otrora ejemplar sistema nacional de salud ha provocado que cientos de miles de enfermos aguarden desesperadamente una asistencia que nunca les llega. Blair también ha jugado a la politología. Junto a Gerhard Schröeder firmó un documento llamado "La tercera vía", que comenzaba con una declaración audaz: "Los socialdemócratas están en el gobierno en la mayoría de los países de la Unión Europea". Y proseguía afirmando que ese camino hallaba una nueva aceptación porque estaba modernizando sus programas al tiempo que mantenía sus ideales tradicionales. Por una parte apoyaba la justicia social, de la otra mantenía su adhesión a los principios del libre mercado, con su supuesto dinamismo económico. El documento de Blair- Schröeder aseguraba que el "Estado no debiera remar sino dirigir", ya no pagaría los gastos de la actividad social sino que debía recomendar las pautas a seguir. Al soberbio león británico ya solamente le quedan los cascos emplumados y las ampulosas casacas condecoradas para demostrar que alguna vez significó algo en el mundo. Ahora vemos la claudicación del decoro nacional del Reino Unido ante la unipolaridad del mundo regido por Estados Unidos. Alguna vez, en el desarrollo del brutal estado británico, los políticos de Whitehall usaron a los cipayos y los gurkhas para que realizaran las tareas sucias en las tareas de represión y conquista del imperio. Ahora son los propios ingleses quienes se han convertido en los cipayos y gurkhas de los estadounidenses. La muerte de David Kelly es otro clavo en el ataúd del imperio.

gotli2002@yahoo.com