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La vieja Europa

30 de mayo del 2003

Un euro fuerte

Juan Francisco Martín Seco
Estrella Digital

Antigua, aunque olvidada, es la distinción entre valor y precio. El valor es intrínseco a la cosa; el precio depende del mercado, de la oferta y de la demanda. En los antiguos manuales de economía para ilustrar la diferencia se solían citar bienes como el aire o el agua, de gran valor pero carentes de precio. Hoy seguramente el agua ya no seria un buen ejemplo..
La hegemonía ideológica del neoliberalismo económico ha enaltecido el precio hasta hacernos olvidar el valor, con lo que se introducen múltiples distorsiones en el análisis económico y las opciones escogidas no siempre son las más acertadas. Entre los muchos defectos del precio, se encuentra su relativismo, difícil muchas veces de explicar y más aún de justificar. Durante los periodos de euforia financiera, el precio de las acciones se incrementa día a día sin razón aparente, y sin que guarde ninguna relación con el valor de las empresas. Y también sin razón aparente en un plazo muy breve de tiempo, la burbuja financiera se desinfla, disminuyendo el valor (el precio) de los títulos, hasta el extremo de dejar reducidos a la mitad muchos de los patrimonios bursátiles..
El euro durante sus dos primeros años se depreció frente al dólar más de un 40%, y en los últimos años se viene apreciando en un porcentaje similar. ¿Por qué el euro vale ahora un 40% más de lo que valía en octubre del 2000? ¿Cuál es su valor real, el de ahora o el de entonces? Los economistas se esfuerzan por proporcionar toda clase de explicaciones sin que en realidad aclaren nada. Porque la única explicación convincente es la versatilidad del mercado, tanto más versátil cuanto de más libertad goza y cuanto más hemos renunciado a regularlo..
Si en algo existe coincidencia, es que tanto las burbujas especulativas y sus consiguientes pinchazos como la versatilidad en los tipos de cambio no son buenas para la economía. Pero mientras continuemos inclinándonos ante dogmas como el de la libertad de circulación de capitales deberemos acostumbrarnos a la anarquía de los mercados financieros. Tampoco puede extrañarnos que por primera vez desde 1929 comience a escucharse la palabra deflación. La aceptación de la intervención pública en los mercados y en la economía nos había librado de tan temido fenómeno, hasta el extremo de olvidarlo. Pero, por ello, es lógico que según retornamos a los principios y normas del liberalismo, su amenaza se haga cada vez más presente..
El neoliberalismo económico surgió principalmente en EEUU, pero curiosamente el proceso de creación de la Unión Europea ha ido importando tales principios hasta el punto de incorporarlos como dogmas a su modelo. Europa se debate al borde de la deflación y sin embargo la Comisión continúa impertérrita defendiendo el fuerte corsé del Pacto de Estabilidad. Y qué decir del BCE que se niega a bajar los tipos de interés, aun cuando en Europa son casi tres veces mayores que en EEUU, y el dólar continúa depreciándose frente al euro..
Hoy son muchos los que critican al BCE por su cerrazón monetarista. Pero lo que falla no es tanto su actuación como el modelo. Algunos ya lo señalamos desde el mismo momento de su creación. El modelo es antidemocrático, al entregar a una institución irresponsable políticamente un área tan sensible e importante para el bienestar de la sociedad como la política monetaria; y es contradictorio y de consecuencias impredecibles al asignar a esta institución el control de la inflación como objetivo exclusivo, sin importar el precio a pagar en crecimiento y empleo..
Si la deflación asusta no es obviamente porque la inflación sea baja o incluso negativa, sino porque tal fenómeno va acompañado de recesión económica y desempleo. Los que han creído que podían divorciar tales fenómenos se han olvidado de la historia, y han hecho de lo que tan sólo es una excepción -la estaflación-, la norma..
Los profesos del neoliberalismo económico, entre ellos los representantes de la Comisión, se empeñan en cantarnos las excelencias de un euro fuerte. Todo se reduce a señalar que así las importaciones se abaratan, con el consiguiente efecto beneficioso para el control de los precios..
Pero cuando Europa se acerca a la deflación no es precisamente el incremento de precios lo que puede desasosegarnos, sino la atonía de la actividad económica y el paro. Un euro fuerte nos hace perder competitividad frente al exterior, al encarecer absurdamente nuestros productos con respecto a los países del área del dólar, dificultando así las exportaciones y el turismo, y permitiendo que los productos extranjeros lleguen a Europa a precios más competitivos..
Los mismos que andan todo el día predicando que los países europeos tienen que reducir las cargas sociales y el Estado del bienestar para ser más competitivos son los que ahora, con el argumento de que Europa es un espacio bastante cerrado, desde el punto de vista comercial, no dan importancia a que se pierda competitividad simplemente por el prurito de tener una moneda fuerte..
Vivan las contradicciones.