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La vieja Europa

30 de abril del 2003

Del no a la guerra al sí a Cuba

Zaratustra

Nos decía Carlos el otro día que ya era hora de que se retomara la normalidad en la Universidad después de un trimestre de locura. La agresión contra Irak paralizó casi totalmente la enseñanza superior en un buen número de lugares y parcialmente la secundaria en casi toda España. Curiosamente, sólo consiguió detener la actividad productiva por cuartos de hora semanales, y la huelga de dos horas fue boicoteada abiertamente por una gran central sindical antaño combativa. Las grandes manifestaciones fueron en fin de semana...

Así es la sociedad española. Sólo dispone de dos lugares para la conciencia crítica, para la reivindicación de la ciudadanía ética y responsable, del respeto universal de los derechos humanos, de la paz. Por un lado, el sistema educativo, donde todo es simulación, juego, hipótesis. Por otro, el tiempo libre, en el que todos los actos son meramente simbólicos, que es como decir que no tienen apenas repercusión real. Precisamente la Universidad, precisamente los institutos de secundaria tenían que haber seguido funcionando con normalidad, como las escuelas de Irak, que esperaron hasta el último momento para cerrar sus puertas. Si en nuestro país hubiera soberanía popular, si reinaran la ética y la política, la democracia, la ciudadanía, no habrían sido los chavales y chavalas quienes hubieran parado para parar la guerra. La habrían parado sus padres y madres en solidaridad con sus hermanos y hermanas iraquíes deteniendo la santa Economía.

Así es nuestra democracia. Privatizados los medios, nos queda manifestarnos... Siempre que haciéndolo no pongamos nada en peligro. Somos libres para mirar por la televisión cómo se utiliza nuestro trabajo para financiar asesinatos en masa, terrorismo a escala industrial, en el tercer mundo, que parece que sea el quinto coño, o el quinto infierno. Tenemos, eso sí, que ser muy respetuosos en las llamadas a la radio y pobre del profesor o profesora que se pase lo más mínimo en sus clases. Cuidado con lanzar huevos a los que promocionan el crimen contra la humanidad, o con proponer a nuestros pragmáticos sindicatos acciones más contundentes para boicotear la ignominia. Tenemos que considerar muy bien qué vamos a decir en el trabajo, no vaya a ser que se queden sin pan los hijos. Y hemos de pensar mejor aún el voto, porque Pinochet no hablaba en broma -lo mismo que Felipe González el día antes del referéndum OTAN- cuando decía eso de que aquí habrá democracia mientras no gobierne la izquierda.

O sea, que esto es una democracia... de derechas. Capitalismo sin apenas más dictadura que la del capital. Y quienes nos quedamos todos los días con las ganas de poder contestar a los voceros del súper crimen sabemos muy bien qué significa este concepto: si quieres que alguien te escuche de verdad, pon unos cuantos millones de euros sobre la mesa.

Cuba es una democracia de izquierdas. Así como en España el capitalismo es más incuestionable que la tabla del cinco y hay muchos cañones apuntándonos para corroborar este principio, en Cuba no se tocan las bases del socialismo. No hay el jaleíllo mediático de aquí, pero que nadie confunda el ruido con el derecho a expresarte libremente (y que se te pueda escuchar). En España, poder hablar al pueblo, que te escuche todo el mundo, es privilegio de unas pocas emisoras de televisión y radio que emiten desde estudios recubiertos de un blindaje de cien mil censuras internas y externas, y que dependen en su misma existencia de la publicidad -es decir, el capital puro y duro- y del gobierno -agentes no demasiado disimulados de los grandes grupos económicos-. En España se puede votar cada cuatro años, pero no hay opciones creíbles, que disfruten de los medios necesarios para hacerse oír, que pongan en cuestión el sistema capitalista. Ni Izquierda Unida presenta un programa socialista, porque la reacción mediática sería de tal violencia que no podríamos ver en ella sino un preludio a la violencia de los tanques y los misiles.

Es justamente el socialismo lo que molesta de Cuba en nuestra democracia de derechas. Siempre se unen apertura política y apertura económica en las voces de los autodenominados disidentes. Savater no pide que Cuba sea expulsada de la ONU porque en la isla haya una dictadura (porque entonces su lista de países a expulsar dejaría semivacía la asamblea de naciones); tampoco porque en la isla haya pena de muerte o no se respeten los derechos humanos (porque entonces su lista la encabezarían EEUU o Israel). Para Savater y para todos los gusanos del orbe, lo que hace a Cuba radicalmente diferente al resto de territorios del mundo pobre es el socialismo.

Socialismo: tasa de mortalidad infantil, seis por mil, siete veces menor que la de Perú. Esperanza de vida al nacer: más de setenta y cinco años de media, como la de cualquier país del primer mundo y diez años superior a la de Rusia y otros países ex socialistas. Tasa de paro insignificante, muy inferior a la de España o México. Escolarización obligatoria del cien por cien y tasa de analfabetismo similar a la de Estados Unidos, que tiene una renta per cápita veinte veces superior a la cubana. Persistencia del trabajo infantil: insignificante, inferior a la de Gran Bretaña o Estados Unidos, infinitamente inferior a la de México o Brasil, países de un PNB per cápita muy superior al cubano. Cobertura sanitaria del cien por cien, gratuita y eficiente: Cuba presta asistencia sanitaria gratis en veintidós países. Las migraciones incontroladas a las grandes ciudades, las villas miseria y el chabolismo disparado, el poblamiento de los basureros por masas de desharrapados, la violencia común que provoca más muertos al año que las guerras civiles, los niños de la calle dedicados a morir entre la mendicidad, la violencia y el pegamento... Todos estos fenómenos tan extendidos en las democracias de derechas de Latinoamérica y en medio mundo, son desconocidos en Cuba, porque el socialismo es exactamente la solución para todos ellos. La dignidad de los ciudadanos y ciudadanas cubanos está fuera de toda duda. Sus condiciones de vida y trabajo son incomparablemente mejores que las de la mayoría de los habitantes de otros países de su entorno geográfico o de renta per cápita similar.

En Cuba, la población participa activamente en las decisiones políticas. El Gobierno cubano consultó de veras sus medidas de flexibilización económica a principios de los noventa. En una consulta en la que se escucharon literalmente millones de opiniones, el pueblo expresó sus prioridades y el sistema cambió considerablemente. En España, ni el Gobierno puede hacer nada para modificar el sistema económico. Si el pueblo cubano quisiera derrocar la Revolución, las armas están en las casas. Pero el pueblo cubano sabe lo que quiere y cada día, en contra de lo que desearían los gusanos de Miami, son más conscientes de lo que les espera si se acaba la Revolución. Saben que los jubilados búlgaros apenas pueden pagarse la comida y mueren de frío en sus casas por no poder costearse la calefacción. Que en Rusia los pobres de solemnidad son ya multitud y las condiciones de vida de la mayoría son una sombra de lo que fueron durante el socialismo. Saben qué significa ser pobre en México DF, Buenos Aires o Guatemala City.

EEUU intenta vender la imagen de Cuba como la de un pueblo oprimido, y para ello recluta disidentes de dos caras: ante el mundo, intelectuales sin estudios o periodistas que no han publicado un artículo en su vida; en la realidad de la isla, correveidiles de la conspiración que organiza atentados, secuestros, rumores y movimientos migratorios pagados desde Miami. Si en España se juntan los delitos de pertenencia a banda armada, conspiración para dar golpes de estado, mafia migratoria, etc, igual resulta que las penas aplicadas por los tribunales cubanos se quedarían cortas en nuestro ordenamiento jurídico. En todo caso, la inmensa mayoría del pueblo cubano no quiere el capitalismo y la correspondiente pluralidad de partidos que no pueden cuestionar la base del sistema. Prefieren poder vivir, estudiar y opinar en un marco socialista irreductible. Es por ello que los supuestos disidentes no tienen base popular alguna y se entiende perfectamente que el Gobierno cubano impida que, con la ilimitada ayuda exterior de que disponen, constituyan un frente de guerra interna. ¿Cuánta propaganda, cuántos medios privados de desinformación al más puro estilo venezolano podrían pagar entre las mafias de Miami y la Adminstración estadounidense? ¿Cuánto poder podrían desplegar en Cuba si el Gobierno les dejara la menor rendija para entrar e instalarse? ¿Y cuál sería el programa político-económico, y cuál la pluralidad, que acabarían estableciendo? Por lo demás, las democracias de derechas aplican mucho la pena de muerte, y no como defensa ante una agresión exterior, sino más bien como una política activa de agresión al exterior. La aplican en Irak, Afganistán o Yugoslavia. También cuando las fuerzas especiales disparan contra un grupo de secuestradores en una granja del EEUU rural o en la embajada de Japón en Lima. O cuando obligan a los disidentes de la pobreza colonial de África a ahogarse en el estrecho de Gibraltar. O cuando fomentan los golpes de estado donde les conviene (Argelia, Venezuela...). También cuando condenan a países enteros a venderlo todo y morir de hambre para ajustar su economía y pagar la deuda externa.

De hecho, a Fidel Castro han intentado aplicarle en seiscientas ocasiones fallidas la pena de muerte. Asediados, los cubanos se acogen al derecho de legítima defensa en su permanente lucha por la vida. Han ejecutado a tres delincuentes para cortar de raíz una creciente amenaza diseñada por los enemigos de Washington-Miami: una nueva crisis migratoria, esta vez basada en el secuestro de medios de transporte, con el objetivo de amedrentar al turismo, que es vital para la economía de la isla, y generar un entorno prebélico que justifique una invasión en nombre de los derechos humanos. ¿Y después? Pues la democracia multipartidista con su capitalismo incuestionable, su libertad de expresión para los caciques mediáticos y el derecho al pataleo ante la tasa de mortalidad infantil dominicana, el índice de paro mexicano, la esperanza de vida guatemalteca y los golpes de estado a la chilena por cualquier intento de volver a hacer pública y universal la sanidad o la educación. Un solo punto de incremento en la tasa de mortalidad infantil son ciento cuarenta y tres niños menores de un año... muertos en apenas doce meses .

A Cuba no le queda otra opción que resistir con todos los medios que sus leyes le otorgan. Si se trata de defender la vida y la dignidad de sus habitantes, están legitimados para cargarse legalmente a los terroristas enemigos alentados por la superpotencia extranjera. Lo que es extraordinario es que, en tal situación, recurran de manera tan escasa a la pena de muerte. Claramente, el Gobierno cubano está en contra de utilizar esta medida y recurre a ella sólo excepcionalmente, en una demostración más de su heroico compromiso con la vida.