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La vieja Europa

5 de abril de 2003

España: Represión sobre el movimiento social
El Laboratorio 3 se queda

IndyACP

El pasado miércoles 26 de marzo llegó al
Laboratorio 3 una orden de desalojo que daba una semana a partir del lunes 31 de abril para abandonar voluntariamente el edifico okupado desde hace más de un año en el número 103 de la calle Amparo. A partir del próximo martes 8 de abril, si ninguno de los recursos presentados por el abogado Endika Zulueta prospera, el desalojo puede producirse en cualquier instante.
A todas luces, esta orden no llega en un momento cualquiera: la madrugada del jueves 20 de marzo se iniciaron los bombardeos contra Irak; la mañana del jueves 20 de marzo, miles y miles de personas
se lanzaron espontáneamente a las calles y las desbordaron por cuatro días consecutivos. Esa multitud inasible, que interrumpió tráfico y normalidad gritando "no nos representan", ha atravesado el CSOA El Laboratorio para convertirlo en un espacio de desafío a la guerra y de afirmación de la potencia subversiva de lo común.
Es muy posible, entonces, que esta amenaza de desalojo tenga mucho que ver con esta guerra y, sobre todo, con la férrea voluntad del gobierno de acallar y eliminar todo lo que disiente, lo que se rebela, lo que no claudica: todo lo que se cuela por la
crisis de legitimidad abierta en torno al NO A LA GUERRA y que insiste en un deseo de vida otro, ajeno al absurdo de un poder que ha decidido gobernar y ordenar por medio del terror.
Si es así, es muy posible que se equivoquen. Como no pueden dejar de equivocarse quienes han perdido completamente la cabeza. Se equivocan porque los que hemos participado del atronador NO A LA GUERRA de los pasados días no tenemos ninguna intención de dejar que cierren ni uno sólo de los espacios de expresión y autoorganización de la disidencia a esta guerra delirante. No tenemos ninguna intención de permitir que desalojen El Laboratorio 3. El edificio de la calle Amparo 103 dejó de tener propietarios legítimos hace un montón de tiempo. Ahora lo habita una multitud de personas que el pasado lunes 31 de marzo decidió, en asamblea, defender este espacio con las armas que tiene: cuerpos, manos y palabras - saber-hacer, inteligencia y cooperación. No es poco.
De modo que no nos vamos. Que quede claro. Esto es un ataque al movimiento contra la guerra, a la ciudadanía precaria de Madrid, a los vecinos y vecinas de Lavapiés, a la subversión sin rostro del mundo. Como decían los indios metropolitanos a finales de los 70, "conspirar significa respirar colectivamente". Y nos negamos a dejar de respirar.