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La vieja Europa

4 de marzo de 2003

Otro titular es posible: Luis XVI héroe de la igualdad.

Juan Jesús Rodríguez Fraile
Rebelión

En el número 377 del suplemento "Crónica" del periódico El Mundo publicado el domingo 5 de enero de 2003 aparece un artículo titulado "Un error universal" firmado por Alberto Rojas. El titular del artículo dice lo siguiente: "DURANTE la Revolución Francesa Luis XVI encargó a dos astrónomos la tarea de crear un sistema para sustituir a la yarda. Ese patrón, el metro, está basado en imprecisiones". El artículo comienza diciendo: "La Revolución Francesa puso de moda los movimientos de masas, la Enciclopedia, los Derechos del Hombre y del Ciudadano y el invento de monsieur Guillotin. Pero lo que más trascendió de esos años de vorágine y cambios radicales fue la necesidad de encontrar un sistema universal de medidas. Una fórmula que no dependiera de factores tan variables como el tamaño del pulgar de la persona que mide, la talla de pie del monarca de turno o las jornadas de labor necesarias para recoger una cosecha. La realidad de esta referencia perfecta, bautizada como Sistema Métrico Decimal, fue muy distinta. Como revela Ken Alder, profesor de la Northwestern University de Chicago, en su libro The measure of all things (La medida de todas las cosas), el metro no es la diezmillonésima parte del cuadrante del meridiano terrestre que pasa por París, como se empeñaron en definirlo. El desafío ilustrado de encontrar «una medida creada para todas las personas de todas las épocas», como se definió en su momento, acabó en una gran mentira"..
A continuación el Rojas éste pasa a resumir algunas ideas suyas que quizás se le han ido ocurriendo al hilo de una lectura apresurada de algún resumen de prensa del primer párrafo de la solapilla del libro del profesor (asociado) de la Northwestern University de Chicago mientras iba en el metro hablando por un teléfono móvil. "En 1791 -sigue diciendo en su artículo-, un comité de matemáticos, geógrafos y físicos fue consultado por el rey Luis XVI sobre una idea copiada a Gabriel Mouton, antiguo párroco de la iglesia de San Pablo en Lyon, que en 1670 tuvo la ocurrencia de definir una unidad de longitud basada en las dimensiones de la Tierra. Luis XVI se encontraba en una posición difícil, ya que la Revolución lo había convertido en una marioneta en manos de la Constitución. Era un gobernante vigilado de cerca por su pueblo. El 20 de junio de 1791 trató de huir de Francia, pero lo capturaron unos milicianos. No fue hasta el año siguiente cuando Luis XVI emitió, desde su celda, la orden para determinar el tamaño del metro"..
En realidad -tal y como puede leerse en cualquier enciclopedia de aquellas que "puso de moda" la Revolución Francesa-, el desarrollo de un sistema universal de medidas no fue exactamente el resultado de una "idea copiada" por Luis XVI de una "ocurrencia" de un párroco de Lyon. Se trataba de dar respuesta a una reclamación que figuraba en muchos de los "Cuadernos de quejas" presentados a los representantes del Tercer Estado en el año 1788 cuando fueron convocados los Estados Generales por el Rey (bastante a su pesar). Hasta entonces eran los nobles de cada región los que fijaban el patrón de medida según el cual habían de pagarse después los diezmos correspondientes y la demanda de los diputados del Tercer Estado era la de que: "Todas las medidas de los Señores se reduzcan a la medida del Rey... porque la medida de los nobles aumenta cada año". Al principio únicamente se pedía una uniformización de las medidas, pero son las propuestas de los científicos que participan en la ya autoproclamada Asamblea Nacional y de la comisión de la Academia de París que asesora a Talleyrand al respecto las que llevan a éste proponer a la Asamblea el desarrollo de un sistema enteramente nuevo de medidas. Lo característico de este sistema es que sus unidades habrían de sacarse de la propia naturaleza, todas ellas deberían constituir un sistema interrelacionado y estar unidas unas a otras por una misma razón. La razón de esas relaciones había de ser la decena. Según parece se pensó también en la docena -en la que se basaban muchos de los sistemas de medidas por entonces en funcionamiento en Francia-, pero finalmente primó la idea de que la decena es una unidad que nosotros los hombres tenemos -digamos- mucho más a mano (puesto que para eso tenemos diez dedos), idea que el famoso matemático y líder rev olucionario Gaspard Monge resumía diciendo que ello pondría los cálculos: "al alcance de todo el mundo; todos los niños lo sabrán y esto será otra razón menos de desigualdad entre los hombres". Eso es el Sistema Métrico Decimal. .
El 8 de mayo de 1790 se aprobó esta propuesta. Por aquel entonces Luis XVI todavía no era aún "una marioneta en manos de la Constitución" puesto que esta se aprobó el 14 de julio de 1790. A partir de ese momento Luis XVI ya si fue una "marioneta", una "marioneta" en manos de aquella Constitución cuyo preámbulo era la Declaración Universal de los Derechos de Hombre y del Ciudadano -"puesta de moda", también, por la Asamblea-, y fue una "marioneta" suya más o menos en los mismos términos en los que otro familiar suyo -Su Majestad el Rey Don Juan Carlos I de Borbón- es hoy en día "una marioneta" en manos de la Constitución Española de 1978, con una única diferencia: Luis XVI se dedicó a partir de ese momento a tratar de sacudirse los hilos como pudiese, apoyando a cualquier conspiración interior o incluso exterior en contra de su propia monarquía constitucional y llegando a tramar con el apoyo de reinos extranjeros su derrocamiento. Estas intrigas quedaron probadas de la forma más manifiesta y flagrante posible cuando el rey fue sorprendido el 21 de junio de 1791 ¡huyendo de Francia y dirigiéndose hacia la potencia más hostil al régimen de su país: Austria. Luis XVI fue arrestado, conducido a París y privado de sus poderes (aunque poco después fue repuesto tras jurar el 14 de septiembre de ese mismo año su lealtad a la Constitución). No obstante el 30 de marzo de ese mismo año se había ya emitido el Decreto de la Asamblea Nacional por el que se aprobaba la nueva unidad de medida y se tomaban las disposiciones necesarias para organizar una comisión científica que la determinase con precisión a partir de la medida de un cuarto de meridiano terrestre que fue la que se decidió tomar como "medida real" (en el sentido de realidad, y no de realeza) y de la cual el metr o habría de ser una diezmillonésima parte. El rey, por entonces, no estaba detenido en ninguna celda desde la cual, heroicamente, hubiese conseguido firmar el decreto, con una tosca pluma de ave, rodeado de sucios "milicianos", haciendo pasar su blanca mano a través de los barrotes para prestar un último servicio a su pueblo convirtiendo en realidad la "ocurrencia" de un párroco de pueblo y dando a su pueblo una medida igualitaria (que hubiese sido la única de su reinado). Más tarde, cuando "el metro" fue impuesto por primera vez en Francia (sobre la base de unas medidas provisionales) el 1 de agosto de 1793 Luis XVI ya era Historia..
Después, el artículo del Rojas éste continúa diciendo que: "El gobierno revolucionario se mostró favorable a la medida y decidió acabar con patrones tan arbitrarios como la yarda o la milla". No obstante, como todo el mundo sabe, la "yarda" es la medida tradicional de longitud en Inglaterra, al igual que la "milla" -que se sigue usando aún en la navegación a causa del histórico predominio inglés en los mares-. En Francia las medidas de longitud más utilizadas eran las "toesas" y, para los científicos, las llamadas "toesas del Perú" con las cuales se midió un grado del meridiano terrestre en la famosa expedición de la Condamine realizada entre 1735 y 1744. Ciertamente el metro fue pensado desde el primer momento como una medida universal destinada a ser aplicable por cualquier país del mundo, y por tanto también por Inglaterra. Según la propuesta realizada por el matemático Condorcet ante la Academia se trataba de hallar una unidad de medida tal: "que si los principios y los detalles de esta operación fuesen los únicos que pasasen a la posteridad, fuese imposible adivinar qué nación la había ejecutado". De hecho la primera idea que se barajó fue la de tomar como unidad la longitud de péndulo que bate segundos en el paralelo de los 45º, lo cual sí tenía más que ver con la idea original de Mouton, pero no se consideró el paralelo lo suficientemente universal y por eso se eligió el meridiano, ya que, al fin y al cabo, por cualquier parte del mundo en la que se esté pasa un meridiano. Aunque era mucho más difícil estimar esta otra longitud, la de un cuarto de meridiano, puesto que se trataba de: "excluir toda condición arbitraria" y "todo lo que podía hacer sospechar de un interés particular de Francia", y de llevar a cabo "la operación más grande que nunca se haya hecho", se acabaron decidiendo por ella. No obstante se pidió a Inglaterra su colaboración en el proyecto, pero la hostilidad de la monarquía inglesa hacia el nuevo régimen francés bloqueó la iniciativa. Inglaterra siguió usando yardas y millas hasta hoy en día, cuando aquel "sistema imperial" sigue más o menos conviviendo con el decimal, pero todas las cartas de navegación elaboradas durante el mayor período de expansión de sus dominios fueron realizadas con esas unidades -o mejor dicho, en las llamadas "millas náuticas", que miden algo más que las terrestres-. Esta unidad que fue adoptada en el terreno marítimo por todos los países para poder aprovecharse más fácilmente de grandes avances ingleses en esa materia. Hoy en día el "sistema imperial" no sigue plenamente vigente más que en los Estados Unidos de Norteamética. .
No obstante, una yarda no tiene nada de "arbitrario": mide exactamente tres "pies", cada uno de los cuales mide 32 "pulgadas", y el tomar una pulgada como medida es bastante menos "arbitrario" que tomar la diezmillonésima parte del cuadrante de un meridiano, puesto que es algo que parece dictado por la necesidad de tener un metro (más o menos preciso) siempre -digamos- a mano, cosa que, curiosamente, es justo lo que ocurre con el pulgar, lo cual resulta, sin duda, bastante útil para un comerciante inglés que se pasa la vida recorriendo las millas, o las toesas, o las leguas que separan a los puertos ingleses de los demás puertos..
El artículo del tal Rojas continúa contando de qué manera "la tarea fue encomendada a los astrónomos de la Academia de las Ciencias de Francia, Jean Baptiste Delambre y Pierre Francois Mechain. Ellos serían los encargados de medir una parte de la distancia que separa el Polo Norte del Ecuador. El objetivo era seguir la línea imaginaria que marca el meridiano cero. En plena agitación política y bélica, mientras la guillotina cercenaba las cabezas de los aristócratas, estos dos intelectuales comenzaron un viaje delirante por el corazón de una Francia que acababa de salir de la crisálida de la Revolución. Para calibrar el tamaño total de la Tierra se eligió el trayecto que va desde Dunquerque, en el Canal de la Mancha, hasta Barcelona. La misión, vista con la necesaria perspectiva del tiempo, era demasiado ambiciosa para el siglo XVIII. Los instrumentos de la época poco tenían que ver con los modernos satélites espaciales o con los sofisticados sistemas de medición por láser". Probablemente Rojas se refiere al trayecto que de Dunkerque a Barcelona que fue efectivamente el elegido para llevar a cabo las mediciones, y en tal caso los científicos a los que se refiere son, casi con toda seguridad Delambre y Méchain. Delambre debía medir una distancia de unas 380000 toesas del Perú lo cual era ciertamente "ambicioso" pero supuestamente contaba para ello con la ayuda de las medidas de esa misma distancia llevadas a cabo ya antes por Cassini, que resultaron ser inutilizables y le obligaron a repetir de nuevo toda la medición -lo que prolongó considerablemente el plazo de ejecución del proyecto-. Méchain tenía que medir sólo unas 17000 toesas, pero tardó mucho más porque para su desgracia esas toesas estaban en España, y tuvo que pasarse mucho más ti empo peleándose con las autoridades españolas que midiendo. Respecto de los instrumentos, que fueron desarrollados específicamente para el proyecto por científicos tan escrupulosos como Jean-Charles Borda -que realizó el primer mapa de las Islas Canarias con unos errores mínimos- permitieron a Delambre calcular la longitud del trozo de meridiano que le fue encomendado por medio de triangulaciones con un error de 3 decímetros. Además Delambre utilizó por primera vez la trigonometría esférica para realizar sus cálculos con el fin de tener en cuenta así la curvatura de la Tierra. El astrónomo comprobó geométricamente estos resultados mediante "la medida de dos bases de 12000 metros cada una, las cuales, a pesar de estar separadas por un intervalo de 70000 metros concordaron con una precisión de 3 decímetros". Por lo tanto Delambre llevó a cabo una comprobación trigonométrica, es decir, geométrica de sus resultados. Pero además estos fueron examinados después por otra comisión, ya en tiempos del Directorio, formada por científicos tan poco dudosos como Legendre, fueron comprobados paso por paso y confirmados el 22 de junio de 1799..
Ahora bien, según el Rojas éste, la ineptitud de los instrumentos fue ayudada por el hecho de que: "Además, el planeta azul no es una esfera perfecta como ellos suponían, sino que es ovalada y achatada por los polos, según explican los libros de texto. La diferencia entre la circunferencia del Ecuador y cualquiera de los meridianos es tan sólo del 0,3%, pero es suficiente para desmentir los antiguos cálculos". Evidentemente Delambre y Méchain no habían leído los libros de texto de los que habla Rojas -y quizás tampoco el propio Rojas-, por el contrario, ellos SABÍAN PERFECTAMENTE QUE LA TIERRA NO ERA UNA ESFERA PERFECTA porque durante todo el siglo anterior los científicos no habían hecho nada más que discutir acerca de la forma que había de tener la Tierra. Curiosamente en lo que todos estaban de acuerdo era en que no se trataba de una esfera perfecta, y la diferencia estaba en que, mientras que los franceses (Cassini a la cabeza) sostenían que tenía forma de pepino, los ingleses (con Newton al frente) decían que tenía forma de calabaza. Luis XIV estaba tan harto de oír hablar de este asunto que mandó la citada expedición de La Condamine al Perú para demostrar que su astrónomo real tenía razón y que la Tierra tenía forma de pepino. Otra expedición fue enviada a Laponia dirigida por Maupertius con el mismo fin. Las medidas de un grado de meridiano en cada uno de esos puntos dieron como resultado irrefutable el de que la Tierra tenía forma de calabaza, como decía Newton. Uno de los siguientes miembros de la dinastía de astrónomos franceses, Cassini IV, nieto del Cassini que decía que la Tierra tenía forma de pepino, les pudo explicar, sin duda, en persona a Delambre y a Méchain cuando estudiaron todos juntos en el mismo colegio (el Colegio du Ples sis en París) que su abuelo había metido la pata, y sin duda se reirían todos mucho del asunto en las sesiones de la Academia de París de la que todos eran miembros, de manera que, por suerte para ellos, estos no tuvieron que leer en los "libros de texto" de Rojas eso de que el "planeta azul" tiene forma de calabaza. El error del que habla el Rojas éste, y al que llama del "0,3%", es quizás, el error de tres segundos de latitud que descubrió el propio Méchain en sus mediciones (ahora bien, los grados se dividen en sesenta minutos y estos en sesenta segundos, y los errores no se calculan, por tanto, en tantos por ciento), y que se convirtió en una obsesión para él, y le hizo reclamar constantemente el ser enviado de nuevo a España para repetir las mediciones desde el Castillo de Montjüic, en lugar de desde la Fontana de Oro, que fue desde donde tuvo que hacerlas cuando las autoridades españolas no le permitieron entrar en el castillo desde el momento en que se declaró la guerra. Finalmente en 1804 Méchain consiguió volver a España, pero murió de fiebre y de agotamiento en septiembre de ese mismo año antes de poder repetir las mediciones. .
A todos estos esfuerzos es a los que el Rojas éste se refiere en su artículo cuando dice que los dos científicos: "Tardaron tanto tiempo que la Academia de las Ciencias fijó en 1793 un patrón provisional basado en datos geodésicos incompletos. Las jornadas se convirtieron en una penitencia por culpa de las lluvias que embarraban los caminos y por el peso de todo el material científico que llevaban sobre los caballos. Siete años después regresaron a París sin resultados aparentes, pero fueron recibidos como héroes. Sus familias, en cambio, se quejaron de su falta de atención durante los años que duró la absurda expedición. Delambre y Mechain llegaron al borde del suicidio y la locura. A los astrónomos dejó de importarles que sus investigaciones hubiesen sido erróneas. Para ellos, lo importante siempre fue cumplir la misión de entregar al Gobierno francés una referencia, la que fuese, que desbancase a la yarda. Finalmente, en junio de 1799, se llevó a cabo la presentación formal del metro ante las autoridades francesas". Sin duda, a Méchain (un hombre de procedencia humilde que desde su juventud había estado tan fascinado por la astronomía que lo primero que hizo con su sueldo de preceptor fue comprarse un telescopio que después tuvo que vender por dificultades económicas teniéndose que contentarse a partir de entonces con hacer investigaciones astronómicas sobre el papel, por medio del cálculo, y sobre objetos celestes que se pudiesen observar a simple vista, como los cometas -y llegando, no obstante, así, a determinar la órbita de uno de ellos-), después de que le diesen la oportunidad de pasar a la historia determinando la longitud del metro, "dejó de importarle que su investigación hubiese sido errónea" y lo único que le importaba cu ando mandaba cartas negándose a volver a París hasta que no hubiese concluido sus mediciones a pesar de estarlas realizando en un País que estaba en guerra con Francia, era satisfacer a las autoridades..
Esa "absurda expedición" "sin resultados aparentes" fijó científicamente por primera vez la longitud del metro que se hizo obligatorio el 19 de frimario del año VIII, y que usamos en la actualidad. Bien es verdad que una de las primeras medidas llevadas a cabo por Napoleón al convertirse en cónsul fue la de abolir la unidad de medida y permitir el uso de las medidas antiguas..
Ahora bien, según parece y por lo que sigue contando el Rojas éste: "Alder ha descubierto el fraude al revisar la correspondencia privada de Delambre y Mechain. Sus cartas revelaban que falsificaron y ocultaron evidencias para que la medida resultase creíble, que alteraron los datos para que el metro representase la referencia universal, ilustrada y perfecta, símbolo de la Revolución. La repercusión de este error es gigantesca. Ha condicionado la forma de ver el mundo, sus proporciones y sus medidas. La distancia de la Tierra a la Luna no es de 385.000 kilómetros, ni el David de Miguel Angel tiene 4,34 metros de altura, ni Pau Gasol posee los 215 centímetros que rezan las estadísticas de la NBA". Pero ¡por el amor de la Virgen Santísima de la Regla Hace más de cien años que se corrigieron los errores de aquellas mediciones en la Conferencia Internacional de París sobre pesos y medidas que fijó la tercera definición del metro a partir de la famosa barra de platino iridiado. Y hace más de 20 años que se dio una definición más precisa basada en la luz ("el trayecto recorrido por la luz en el vacío durante 1/299792458 de segundo") por no hablar de medidas aún más precisas estipuladas en la actualidad por los científicos a partir del átomo de cripton 86. No obstante, y a pesar de todo, midan lo que midan el David de Miguel Ángel o Pau Gasol, lo que parece indudable, lo que en cualquier caso parece incuestionable, es que no están a la altura de la falta de Juicio del tal Rojas periodista de El Mundo. Efectivamente, por si quedase aún alguna duda de esto último, el artículo termina con lo que sigue: "HASTA LA TUMBA ¿De dónde sacaron la medida que hoy llamamos metro? Para el autor representa un misterio que Delambre y Mechain se llevaron a la tumba. El uso del metro como unida d de longitud no se instituyó en Francia hasta 1840, año en el que se convirtió en la única medida legal. El escritor quiso emular a los científicos y se embarcó en una auténtico viaje de pirados por los mismos caminos y posadas por los que hace más de 200 años pasaron los astrónomos. Tardó siete años, igual que Delambre y Mechain, aunque Alder cambió el caballo por la bicicleta. La NASA publicó hace unas semanas un informe en el que afirma que la pérdida de hielo en los océanos está ensanchando el planeta a una velocidad de vértigo. Este fenómeno provoca que la distancia desde el Ecuador hasta el Polo Norte, en la que debería basarse el metro, cambie a diario. El metro no es, como pensaban los contemporáneos de Delambre y Mechain, una regla inmutable. Pero se convirtió en el enigma que transformó el mundo; en un error universal para todas las personas de todas las épocas"..
Resulta pues, cuando menos cuestionable el hecho de que la determinación de la longitud del metro pudiese definirse como "un error universal"; no lo es tanto el hecho de que es un error elegir a alguien tan manifiestamente ignorante, tan palmariamente desinformado, y tan flagrantemente negligente para escribir un artículo como éste que hemos reproducido aquí íntegra y literalmente, a no ser que esté únicamente encaminado a desprestigiar una tarea que el propio autor considera como "lo que más trascendió" de la Revolución Francesa -por encima incluso, suponemos, de la Declaración de los Derechos Humanos- como lo fue la del establecimiento del Sistema Métrico Decimal que, ciertamente puede decirse que ha pasado mucho menos "de moda" que la Declaración. Elegir a alguien así podría considerarse un error a no ser que lo que se pretendiese fuera poner de manifiesto de que manera toda la Revolución Francesa -esos "años de vorágine"- y todo aquel proyecto ilustrado de universalización de la igualdad entre los hombres, acabó reducido a "una gran mentira" según el periodista de El Mundo, a una "gran mentira" como el propio metro con el que se miden todas las cosas en todo el mundo -salvo en los USA, donde se sigue usando el "sistema imperial"-. Si además el artículo está lleno de unas "imprecisiones" que harían suspender a cualquier alumno hasta el examen más insuspendible de la ESO, de faltas de ortografía -en varios idiomas distintos-, y se basa en la autoridad de un pirado que se ha pasado siete años recorriendo Francia en bici para luego publicar un libelo sacando a la luz la supuesta "gran mentira" puesta en marcha por unos científicos que llegaron incluso a perder la vida tratando de hacer realidad un proyecto verdader amente admirable y recorriendo Francia y España en plena guerra -y no precisamente en bicicleta-, puede decirse entonces que el artículo se convierte en una muestra perfecta de cierto "error universal" muy característico del periodismo español -hasta el punto de que por universal ha dejado prácticamente de ser considerado un error- y del que hemos tenido recientemente la edición del programa "El tercer grado" emitido por la Televisión pública Española con la intervención de Pío Moa. Esto nos da una idea de cuál es el metro con el que se miden todas las cosas en el periodismo actual, y que ha de ser una unidad que no exceda la de la longitud de la frente de Alberto Rojas, la cual no puede ser, a juzgar por su artículo, superior a los dos dedos -sean de quien sean los dedos-..
La razón de esas relaciones había de ser la decena. Según parece se pensó también en la docena -en la que se basaban muchos de los sistemas de medidas por entonces en funcionamiento en Francia-, pero finalmente primó la idea de que la decena es una unidad que nosotros los hombres tenemos -digamos- mucho más a mano (puesto que para eso tenemos diez dedos), idea que el famoso matemático y líder revolucionario Gaspard Monge resumía diciendo que ello pondría los cálculos: "al alcance de todo el mundo; todos los niños lo sabrán y esto será otra razón menos de desigualdad entre los hombres". Eso es el Sistema Métrico Decimal.
El 8 de mayo de 1790 se aprobó esta propuesta. Por aquel entonces Luis XVI todavía no era aún "una marioneta en manos de la Constitución" puesto que esta se aprobó el 14 de julio de 1790. A partir de ese momento Luis XVI ya si fue una "marioneta", una "marioneta" en manos de aquella Constitución cuyo preámbulo era la Declaración Universal de los Derechos de Hombre y del Ciudadano -"puesta de moda", también, por la Asamblea-, y fue una "marioneta" suya más o menos en los mismos términos en los que otro familiar suyo -Su Majestad el Rey Don Juan Carlos I de Borbón- es hoy en día "una marioneta" en manos de la Constitución Española de 1978, con una única diferencia: Luis XVI se dedicó a partir de ese momento a tratar de sacudirse los hilos como pudiese, apoyando a cualquier conspiración interior o incluso exterior en contra de su propia monarquía constitucional y llegando a tramar con el apoyo de reinos extranjeros su derrocamiento. Estas intrigas quedaron probadas de la forma más manifiesta y flagrante posible cuando el rey fue sorprendido el 21 de junio de 1791 ¡huyendo de Francia y dirigiéndose hacia la potencia más hostil al régimen de su país: Austria. Luis XVI fue arrestado, conducido a París y privado de sus poderes (aunque poco después fue repuesto tras jurar el 14 de septiembre de ese mismo año su lealtad a la Constitución). No obstante el 30 de marzo de ese mismo año se había ya emitido el Decreto de la Asamblea Nacional por el que se aprobaba la nueva unidad de medida y se tomaban las disposiciones necesarias para organizar una comisión científica que la determinase con precisión a partir de la medida de un cuarto de meridiano terrestre que fue la que se decidió tomar como "medida real" (en el sentido de realidad, y no de realeza) y de la cual el metr o habría de ser una diezmillonésima parte. El rey, por entonces, no estaba detenido en ninguna celda desde la cual, heroicamente, hubiese conseguido firmar el decreto, con una tosca pluma de ave, rodeado de sucios "milicianos", haciendo pasar su blanca mano a través de los barrotes para prestar un último servicio a su pueblo convirtiendo en realidad la "ocurrencia" de un párroco de pueblo y dando a su pueblo una medida igualitaria (que hubiese sido la única de su reinado). Más tarde, cuando "el metro" fue impuesto por primera vez en Francia (sobre la base de unas medidas provisionales) el 1 de agosto de 1793 Luis XVI ya era Historia.
Después, el artículo del Rojas éste continúa diciendo que: "El gobierno revolucionario se mostró favorable a la medida y decidió acabar con patrones tan arbitrarios como la yarda o la milla". No obstante, como todo el mundo sabe, la "yarda" es la medida tradicional de longitud en Inglaterra, al igual que la "milla" -que se sigue usando aún en la navegación a causa del histórico predominio inglés en los mares-. En Francia las medidas de longitud más utilizadas eran las "toesas" y, para los científicos, las llamadas "toesas del Perú" con las cuales se midió un grado del meridiano terrestre en la famosa expedición de la Condamine realizada entre 1735 y 1744. Ciertamente el metro fue pensado desde el primer momento como una medida universal destinada a ser aplicable por cualquier país del mundo, y por tanto también por Inglaterra. Según la propuesta realizada por el matemático Condorcet ante la Academia se trataba de hallar una unidad de medida tal: "que si los principios y los detalles de esta operación fuesen los únicos que pasasen a la posteridad, fuese imposible adivinar qué nación la había ejecutado". De hecho la primera idea que se barajó fue la de tomar como unidad la longitud de péndulo que bate segundos en el paralelo de los 45º, lo cual sí tenía más que ver con la idea original de Mouton, pero no se consideró el paralelo lo suficientemente universal y por eso se eligió el meridiano, ya que, al fin y al cabo, por cualquier parte del mundo en la que se esté pasa un meridiano. Aunque era mucho más difícil estimar esta otra longitud, la de un cuarto de meridiano, puesto que se trataba de: "excluir toda condición arbitraria" y "todo lo que podía hacer sospechar de un interés particular de Francia", y de llevar a cabo "la operación más grande que nunca se haya hecho", se acabaron decidiendo por ella. No obstante se pidió a Inglaterra su colaboración en el proyecto, pero la hostilidad de la monarquía inglesa hacia el nuevo régimen francés bloqueó la iniciativa. Inglaterra siguió usando yardas y millas hasta hoy en día, cuando aquel "sistema imperial" sigue más o menos conviviendo con el decimal, pero todas las cartas de navegación elaboradas durante el mayor período de expansión de sus dominios fueron realizadas con esas unidades -o mejor dicho, en las llamadas "millas náuticas", que miden algo más que las terrestres-. Esta unidad que fue adoptada en el terreno marítimo por todos los países para poder aprovecharse más fácilmente de grandes avances ingleses en esa materia. Hoy en día el "sistema imperial" no sigue plenamente vigente más que en los Estados Unidos de Norteamética.
No obstante, una yarda no tiene nada de "arbitrario": mide exactamente tres "pies", cada uno de los cuales mide 32 "pulgadas", y el tomar una pulgada como medida es bastante menos "arbitrario" que tomar la diezmillonésima parte del cuadrante de un meridiano, puesto que es algo que parece dictado por la necesidad de tener un metro (más o menos preciso) siempre -digamos- a mano, cosa que, curiosamente, es justo lo que ocurre con el pulgar, lo cual resulta, sin duda, bastante útil para un comerciante inglés que se pasa la vida recorriendo las millas, o las toesas, o las leguas que separan a los puertos ingleses de los demás puertos.
El artículo del tal Rojas continúa contando de qué manera "la tarea fue encomendada a los astrónomos de la Academia de las Ciencias de Francia, Jean Baptiste Delambre y Pierre Francois Mechain. Ellos serían los encargados de medir una parte de la distancia que separa el Polo Norte del Ecuador. El objetivo era seguir la línea imaginaria que marca el meridiano cero. En plena agitación política y bélica, mientras la guillotina cercenaba las cabezas de los aristócratas, estos dos intelectuales comenzaron un viaje delirante por el corazón de una Francia que acababa de salir de la crisálida de la Revolución. Para calibrar el tamaño total de la Tierra se eligió el trayecto que va desde Dunquerque, en el Canal de la Mancha, hasta Barcelona. La misión, vista con la necesaria perspectiva del tiempo, era demasiado ambiciosa para el siglo XVIII. Los instrumentos de la época poco tenían que ver con los modernos satélites espaciales o con los sofisticados sistemas de medición por láser". Probablemente Rojas se refiere al trayecto que de Dunkerque a Barcelona que fue efectivamente el elegido para llevar a cabo las mediciones, y en tal caso los científicos a los que se refiere son, casi con toda seguridad Delambre y Méchain. Delambre debía medir una distancia de unas 380000 toesas del Perú lo cual era ciertamente "ambicioso" pero supuestamente contaba para ello con la ayuda de las medidas de esa misma distancia llevadas a cabo ya antes por Cassini, que resultaron ser inutilizables y le obligaron a repetir de nuevo toda la medición -lo que prolongó considerablemente el plazo de ejecución del proyecto-. Méchain tenía que medir sólo unas 17000 toesas, pero tardó mucho más porque para su desgracia esas toesas estaban en España, y tuvo que pasarse mucho más tiempo peleándose con las autoridades españolas que midiendo. Respecto de los instrumentos, que fueron desarrollados específicamente para el proyecto por científicos tan escrupulosos como Jean-Charles Borda -que realizó el primer mapa de las Islas Canarias con unos errores mínimos- permitieron a Delambre calcular la longitud del trozo de meridiano que le fue encomendado por medio de triangulaciones con un error de 3 decímetros. Además Delambre utilizó por primera vez la trigonometría esférica para realizar sus cálculos con el fin de tener en cuenta así la curvatura de la Tierra. El astrónomo comprobó geométricamente estos resultados mediante "la medida de dos bases de 12000 metros cada una, las cuales, a pesar de estar separadas por un intervalo de 70000 metros concordaron con una precisión de 3 decímetros". Por lo tanto Delambre llevó a cabo una comprobación trigonométrica, es decir, geométrica de sus resultados. Pero además estos fueron examinados después por otra comisión, ya en tiempos del Directorio, formada por científicos tan poco dudosos como Legendre, fueron comprobados paso por paso y confirmados el 22 de junio de 1799.
Ahora bien, según el Rojas éste, la ineptitud de los instrumentos fue ayudada por el hecho de que: "Además, el planeta azul no es una esfera perfecta como ellos suponían, sino que es ovalada y achatada por los polos, según explican los libros de texto. La diferencia entre la circunferencia del Ecuador y cualquiera de los meridianos es tan sólo del 0,3%, pero es suficiente para desmentir los antiguos cálculos". Evidentemente Delambre y Méchain no habían leído los libros de texto de los que habla Rojas -y quizás tampoco el propio Rojas-, por el contrario, ellos SABÍAN PERFECTAMENTE QUE LA TIERRA NO ERA UNA ESFERA PERFECTA porque durante todo el siglo anterior los científicos no habían hecho nada más que discutir acerca de la forma que había de tener la Tierra. Curiosamente en lo que todos estaban de acuerdo era en que no se trataba de una esfera perfecta, y la diferencia estaba en que, mientras que los franceses (Cassini a la cabeza) sostenían que tenía forma de pepino, los ingleses (con Newton al frente) decían que tenía forma de calabaza. Luis XIV estaba tan harto de oír hablar de este asunto que mandó la citada expedición de La Condamine al Perú para demostrar que su astrónomo real tenía razón y que la Tierra tenía forma de pepino. Otra expedición fue enviada a Laponia dirigida por Maupertius con el mismo fin. Las medidas de un grado de meridiano en cada uno de esos puntos dieron como resultado irrefutable el de que la Tierra tenía forma de calabaza, como decía Newton. Uno de los siguientes miembros de la dinastía de astrónomos franceses, Cassini IV, nieto del Cassini que decía que la Tierra tenía forma de pepino, les pudo explicar, sin duda, en persona a Delambre y a Méchain cuando estudiaron todos juntos en el mismo colegio (el Colegio du Ples sis en París) que su abuelo había metido la pata, y sin duda se reirían todos mucho del asunto en las sesiones de la Academia de París de la que todos eran miembros, de manera que, por suerte para ellos, estos no tuvieron que leer en los "libros de texto" de Rojas eso de que el "planeta azul" tiene forma de calabaza. El error del que habla el Rojas éste, y al que llama del "0,3%", es quizás, el error de tres segundos de latitud que descubrió el propio Méchain en sus mediciones (ahora bien, los grados se dividen en sesenta minutos y estos en sesenta segundos, y los errores no se calculan, por tanto, en tantos por ciento), y que se convirtió en una obsesión para él, y le hizo reclamar constantemente el ser enviado de nuevo a España para repetir las mediciones desde el Castillo de Montjüic, en lugar de desde la Fontana de Oro, que fue desde donde tuvo que hacerlas cuando las autoridades españolas no le permitieron entrar en el castillo desde el momento en que se declaró la guerra. Finalmente en 1804 Méchain consiguió volver a España, pero murió de fiebre y de agotamiento en septiembre de ese mismo año antes de poder repetir las mediciones.
A todos estos esfuerzos es a los que el Rojas éste se refiere en su artículo cuando dice que los dos científicos: "Tardaron tanto tiempo que la Academia de las Ciencias fijó en 1793 un patrón provisional basado en datos geodésicos incompletos. Las jornadas se convirtieron en una penitencia por culpa de las lluvias que embarraban los caminos y por el peso de todo el material científico que llevaban sobre los caballos. Siete años después regresaron a París sin resultados aparentes, pero fueron recibidos como héroes. Sus familias, en cambio, se quejaron de su falta de atención durante los años que duró la absurda expedición. Delambre y Mechain llegaron al borde del suicidio y la locura. A los astrónomos dejó de importarles que sus investigaciones hubiesen sido erróneas. Para ellos, lo importante siempre fue cumplir la misión de entregar al Gobierno francés una referencia, la que fuese, que desbancase a la yarda. Finalmente, en junio de 1799, se llevó a cabo la presentación formal del metro ante las autoridades francesas". Sin duda, a Méchain (un hombre de procedencia humilde que desde su juventud había estado tan fascinado por la astronomía que lo primero que hizo con su sueldo de preceptor fue comprarse un telescopio que después tuvo que vender por dificultades económicas teniéndose que contentarse a partir de entonces con hacer investigaciones astronómicas sobre el papel, por medio del cálculo, y sobre objetos celestes que se pudiesen observar a simple vista, como los cometas -y llegando, no obstante, así, a determinar la órbita de uno de ellos-), después de que le diesen la oportunidad de pasar a la historia determinando la longitud del metro, "dejó de importarle que su investigación hubiese sido errónea" y lo único que le importaba cu ando mandaba cartas negándose a volver a París hasta que no hubiese concluido sus mediciones a pesar de estarlas realizando en un País que estaba en guerra con Francia, era satisfacer a las autoridades.
Esa "absurda expedición" "sin resultados aparentes" fijó científicamente por primera vez la longitud del metro que se hizo obligatorio el 19 de frimario del año VIII, y que usamos en la actualidad. Bien es verdad que una de las primeras medidas llevadas a cabo por Napoleón al convertirse en cónsul fue la de abolir la unidad de medida y permitir el uso de las medidas antiguas.
Ahora bien, según parece y por lo que sigue contando el Rojas éste: "Alder ha descubierto el fraude al revisar la correspondencia privada de Delambre y Mechain. Sus cartas revelaban que falsificaron y ocultaron evidencias para que la medida resultase creíble, que alteraron los datos para que el metro representase la referencia universal, ilustrada y perfecta, símbolo de la Revolución. La repercusión de este error es gigantesca. Ha condicionado la forma de ver el mundo, sus proporciones y sus medidas. La distancia de la Tierra a la Luna no es de 385.000 kilómetros, ni el David de Miguel Angel tiene 4,34 metros de altura, ni Pau Gasol posee los 215 centímetros que rezan las estadísticas de la NBA". Pero ¡por el amor de la Virgen Santísima de la Regla Hace más de cien años que se corrigieron los errores de aquellas mediciones en la Conferencia Internacional de París sobre pesos y medidas que fijó la tercera definición del metro a partir de la famosa barra de platino iridiado. Y hace más de 20 años que se dio una definición más precisa basada en la luz ("el trayecto recorrido por la luz en el vacío durante 1/299792458 de segundo") por no hablar de medidas aún más precisas estipuladas en la actualidad por los científicos a partir del átomo de cripton 86. No obstante, y a pesar de todo, midan lo que midan el David de Miguel Ángel o Pau Gasol, lo que parece indudable, lo que en cualquier caso parece incuestionable, es que no están a la altura de la falta de Juicio del tal Rojas periodista de El Mundo. Efectivamente, por si quedase aún alguna duda de esto último, el artículo termina con lo que sigue: "HASTA LA TUMBA ¿De dónde sacaron la medida que hoy llamamos metro? Para el autor representa un misterio que Delambre y Mechain se llevaron a la tumba. El uso del metro como unida d de longitud no se instituyó en Francia hasta 1840, año en el que se convirtió en la única medida legal. El escritor quiso emular a los científicos y se embarcó en una auténtico viaje de pirados por los mismos caminos y posadas por los que hace más de 200 años pasaron los astrónomos. Tardó siete años, igual que Delambre y Mechain, aunque Alder cambió el caballo por la bicicleta. La NASA publicó hace unas semanas un informe en el que afirma que la pérdida de hielo en los océanos está ensanchando el planeta a una velocidad de vértigo. Este fenómeno provoca que la distancia desde el Ecuador hasta el Polo Norte, en la que debería basarse el metro, cambie a diario. El metro no es, como pensaban los contemporáneos de Delambre y Mechain, una regla inmutable. Pero se convirtió en el enigma que transformó el mundo; en un error universal para todas las personas de todas las épocas".
Resulta pues, cuando menos cuestionable el hecho de que la determinación de la longitud del metro pudiese definirse como "un error universal"; no lo es tanto el hecho de que es un error elegir a alguien tan manifiestamente ignorante, tan palmariamente desinformado, y tan flagrantemente negligente para escribir un artículo como éste que hemos reproducido aquí íntegra y literalmente, a no ser que esté únicamente encaminado a desprestigiar una tarea que el propio autor considera como "lo que más trascendió" de la Revolución Francesa -por encima incluso, suponemos, de la Declaración de los Derechos Humanos- como lo fue la del establecimiento del Sistema Métrico Decimal que, ciertamente puede decirse que ha pasado mucho menos "de moda" que la Declaración. Elegir a alguien así podría considerarse un error a no ser que lo que se pretendiese fuera poner de manifiesto de que manera toda la Revolución Francesa -esos "años de vorágine"- y todo aquel proyecto ilustrado de universalización de la igualdad entre los hombres, acabó reducido a "una gran mentira" según el periodista de El Mundo, a una "gran mentira" como el propio metro con el que se miden todas las cosas en todo el mundo -salvo en los USA, donde se sigue usando el "sistema imperial"-. Si además el artículo está lleno de unas "imprecisiones" que harían suspender a cualquier alumno hasta el examen más insuspendible de la ESO, de faltas de ortografía -en varios idiomas distintos-, y se basa en la autoridad de un pirado que se ha pasado siete años recorriendo Francia en bici para luego publicar un libelo sacando a la luz la supuesta "gran mentira" puesta en marcha por unos científicos que llegaron incluso a perder la vida tratando de hacer realidad un proyecto verdaderamente admirable y recorriendo Francia y España en plena guerra -y no precisamente en bicicleta-, puede decirse entonces que el artículo se convierte en una muestra perfecta de cierto "error universal" muy característico del periodismo español -hasta el punto de que por universal ha dejado prácticamente de ser considerado un error- y del que hemos tenido recientemente la edición del programa "El tercer grado" emitido por la Televisión pública Española con la intervención de Pío Moa. Esto nos da una idea de cuál es el metro con el que se miden todas las cosas en el periodismo actual, y que ha de ser una unidad que no exceda la de la longitud de la frente de Alberto Rojas, la cual no puede ser, a juzgar por su artículo, superior a los dos dedos -sean de quien sean los dedos-.