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La vieja Europa

19 de febrero de 2003

Estamos en tiempos de guerras, catástrofes, tragedias interplanetarias y amenazas de otros mundos; cuatro grandes géneros cinematográficos. También estamos en tiempos del regreso de muchos muertos vivientes, ¿por qué no hablar de las películas de zombies?.

Zombie: La Legión de los hombres sin alma

Ouka Laredo
Rebelión

"Los Zombies son uno de los aspectos más escalofriantes de la supuesta magia del Vudú. Estos muertos que caminan obedecen ciegamente al brujo que los ha creado, quién generalmente los utiliza para efectuar faenas agobiadoras o peligrosas, y a veces para destruir o aterrorizar a otras personas". Definición extraída de la publicación especializada MisteryPlanet.
Estamos en tiempos de guerras, catástrofes, tragedias interplanetarias y amenazas de otros mundos; cuatro grandes géneros cinematográficos. También estamos en tiempos del regreso de muchos muertos vivientes, ¿por qué no hablar de las películas de zombies?.
De las buenas películas de muertos vivientes se pueden extraer excelentes ejemplos del comportamiento humano y de la tendencia de algunas especies en buscar infatigablemente, cueste lo que cueste, la inmortalidad. Las películas de zombies son, paradójicamente, como la vida misma y así lo podemos apreciar en "La noche de los muertos vivientes" de George A. Romero o en la pionera "White Zombie", con Bela Nugosi, cinta que en este país fue estrenada con el misericordioso título de "Zombie: la legión de los hombres sin alma". Hay otra película menor del género, "La venganza de los zombies" no muy brillante pero con una profética leyenda en sus carteles de publicidad: "Cuando el infierno esté lleno, los muertos regresarán a la tierra".
La otra noche, una noche normal y calma, ni siquiera había luna llena, un zombie se asomó a la ventana del televisor. Su nombre cuando estaba vivo era Martín Villa-Nugosi, el enterrador falangista que cambió la camisa azul por la gorra de plato y la porra de la Policía Armada cuando se murió Franco, un muerto viviente de cinco estrellas.
Villa-Nigosi, tenía cara de ser el chivato y el miope de la clase, aunque siempre tuvo la vista suficiente como para pillar prácticamente todos los buenos cargos oficiales durante la dictadura. Llegó, como buen zombie, a convertirse en un personaje que todos creían inmortal e incluso tuvo cierto protagonismo en aquella otra película, "El trapicheo democrático" con guión de Victoria Prego.
Villa-Nugosi apareció frente a las cámaras utilizando su último disfraz, el de Comisionado del Gobierno para ponerle sordina al desastre causado por el Prestige. En su intervención, dirigió un mensaje estrambótico a la audiencia y, entre otras sandeces, dijo que él acude a todas las comisiones parlamentarias pedidas por la oposición. Toda una carrera política, profesional y humana al calor del régimen fascista y ahora descubrimos que lo que más anhela Villa-Nugosi es dar cuentas a la oposición parlamentaria.
En el mismo programa se habló y se puso a parir al gran zombie gallego, Boris Fragoff-Iribarne, otro monstruo de las galletas salido del averno franquista, el mismo que vociferaba "la calle es mía", cuando la policía mataba tres obreros en las aceras de Vitoria.
Ahora, tras el paso de los años, Fragoff-Iribarne, un hombre nacido para asustar y cinematográficamente con una cabeza perfecta para meter dos tornillos de acero a la altura de la sien, reacciona como siempre se espera de un zombie fachoso de toda la vida.
Boris Fragoff se ha curtido en mil batallas, sobre todo dando palos al amparo de tribunales especiales. Ha sido el mejor muerto viviente de su promoción, y si Ismael Serrano hubiese sido cantautor en la época en que Boris Fragoff se hacía fotos en bañador, le habría dedicado sus versos: "El latido de los muertos ha cruzado la autopista y está acechando tu casa, quiere sentarse en tu mesa"
El ya veterano príncipe del cementerio, aunque con paso renqueante mueve el esqueleto en la dirección apropiada. Por ejemplo, le dicen que hay chapapotes en la costa y él, rápidamente se pone el loden, el sombrero tirolés y sale disparado… a cazar perdices rojas.
Cuando ya creíamos que teníamos las pupilas repletas de espanto por la tragedia de la marea negra, de repente, con gran ritmo y como en una escena final, aparece de nuevo el zombie tras una sepultura y nos asusta. "No soy ningún tonto", gruñe como un poseso.
Asegura que la Xunta de Galicia no va subvencionar este año la gala de los Premios Max de Teatro, porque teme que en el acto de los premios se clame por la paz y la vida y, de paso, alguien mente a los muertos de los gobernantes.
"Y pagar para que le insulten a uno no lo hace más que un tonto", asegura el muerto viviente, quien vuelve por sus fueros y nos recuerda con voz de ultratumba algo muy suyo : "El dinero es mío".
Cuentan que estos días no paran de pasear su espectral semblante por televisión otros dos zombies de carné platino. La pareja muerto-viviente más taquillera y televisiva de los años transitorios: José María Iñigo y Jose Luis Uribarri, dos apellidos vascos al servicio de la Operación Triunfa Santiago y Cierra España. A la vanguardia de la moda, que duda cabe. Dos auténticos fenómenos salidos directamente de la morgue tardofranquista. Dos inefables del franquismo crepuscular que fueron convertidos, por obra y gracias del Caudillo y de su brazo armado, TVE, en genios y figuras hasta la sepultura. Bueno, no exactamente así, tal y como va la cosa.