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La vieja Europa

28 de febrero del 2003

¡Ah, los turcos!

Eduardo Haro Tecglen
El País
Por lo menos, los turcos van a cobrar un dineral por dejar su pasillo para la "guerra", o agresión a Irak. Y por quitar de en medio a los kurdos, que son los vascos de allí. Y, además, lo van pasando, capítulo por capítulo, ante el Parlamento. No les importa ser musulmanes: y la verdad es que no lo son aunque lo sean, porque Kemal Atatürk ("Padre de los turcos", uno más entre los títulos de los sátrapas; por cierto, el alemán Grass ha llamado sátrapa a Aznar, qué risa) cambió su alfabeto por el latino, prohibió las vestimentas árabes, dio el voto a las mujeres y convirtió en capital de verano a Constantinopla (Estambul) para fingir una geografía de Europa: han pasado casi ochenta años y Europa no acepta el país en su comunidad, aunque se le acepta como atlántico, que, para ellos, es un mar lejano.

Pero entonces, y hasta la crisis de Kennedy y Jruschov, Adana era una base militar contra la URSS, que entonces era el país del diablo; menos mal que lo liberaron un borrachín que bailaba solo y toqueteaba el trasero de las secretarias y un antiguo agente secreto de la policía política.

Aun así, Rusia (el antiguo espía, Putin) no quiere que los turcos se rearmen, ni que Irak esté en manos de los americanos, ni que los musulmanes y los kurdos de su propio territorio se indignen.

Es posible que tenga razón Bush, y sus halcones -Rumsfeld, Powell, la Condoleezza: qué bien ha sabido escoger dos negros para su barbaridad-, al creer que todos estos detalles y estas delicadezas dan lo mismo: se deshace Irak, y ya está. No es que sean personajes de talento, porque si lo tuvieran no hubieran esperado hasta ahora ni hubieran contado con nadie: habrían caído sobre el desgraciado país, que pasa de un dictador a los proyectiles, y las adhesiones hubieran venido después, como siempre. No tienen por qué crear la legalidad antes de actuar; se crea cuando se ha ganado, como siempre, y me gustaría que lo leyeran bien los que hablan de artículos, resoluciones y votaciones, aquí o allá. La legalidad es una relación de fuerzas.

Difícilmente podían pensar que los antiguos aliados del "mundo libre" (¿recuerdan los historiadores y aficionados?) en Corea o Vietnam iban a andar con pequeñeces: la "antigua Europa", como grita asombrado el Rumsfeld de las narices.

¿Se los puede comprar? A Turquía, sí: veremos (o no) dónde va el dinero. ¿A España? Se ha ido vendiendo desde que Eisenhower abrazó a Franco, desde que Solana bombardeó Belgrado. Es verdad: el dinero se nota. Algo más ganaremos matando iraquíes y algún kurdo. Si ganamos la guerra.