VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
La vieja Europa


9 de diciembre del 2003

La muerte del Pacto de Estabilidad

Juan Francisco Martín Seco
Estrella Digital

La semana pasada los titulares de los diarios certificaban la muerte del Pacto de Estabilidad. Se ha considerado, en general, una mala noticia. Discrepo. Creo que habría sido bastante peor para la economía europea obligar a países como Francia o Alemania a realizar ajustes bruscos. El Pacto de Estabilidad nunca debería haber surgido. Algunos lo criticamos desde el principio. Únicamente el fanatismo neoliberal con el que se está construyendo la Unión Europea y la desconfianza de los países ricos a que los pobres mantuviesen una política económica demasiado laxa para los cánones de la ortodoxia imperante puede explicar que se implantara. Pero resultaba indudable que se quebraría tan pronto como hubiera que aplicarlo a estados fuertes.

Hemos convertido la economía en eslóganes que repetimos como autómatas en cualquier situación, olvidándonos de los razonamientos que dieron sentido a tales afirmaciones. Los efectos negativos del déficit público se pueden considerar tanto a corto como a medio y a largo plazo. Los efectos a medio y a largo plazo del endeudamiento del sector público hay que enjuiciarlos de forma similar a como se hace con cualquier otro agente económico, empresa o familia. Una unidad económica no puede endeudarse hasta el infinito. Eso no quiere decir que en determinados momentos o etapas de crisis económica el Estado no pueda, e incluso no deba, presentar déficit; y tampoco quiere decir que, de no hacerlo, el resultado futuro no sea peor. El ajuste fiscal se traduciría en una recesión económica mayor, con lo que paradójicamente en los años posteriores el déficit, lejos de reducirse, se incrementaría.

A corto plazo, el análisis del déficit público viene determinado por la facilidad en financiarlo y por el comportamiento de los mercados financieros. Tendrá mucho que ver el ahorro disponible tanto interno como externo, por lo que la calificación no puede ser la misma en todas las circunstancias, ni igual para todos los países. En épocas de deflación, con recursos ociosos y cuando el sector privado no tira, lo que sobra es ahorro disponible y el déficit podrá financiarse con facilidad sin tensiones inflacionistas y sin necesidad de elevar los tipos de interés. Lo contrario ocurrirá en momentos de auge y cuando la economía se encuentre recalentada.

Establecer límites y normas iguales para toda época y circunstancia no es hacer economía sino practicar la religión o la magia.

Tampoco todos los estados tendrán la misma facilidad a la hora de conseguir la financiación adecuada. Dependerá en gran medida de su capacidad económica y de su nivel de endeudamiento. Es más, en esta tarea la significación del déficit exterior es mayor que la del público o, dicho de otra manera, si el déficit público importa es porque presiona sobre el déficit exterior. Pero no cabe duda de que también es relevante el endeudamiento de los otros agentes económicos. Si el déficit cero en el sector público se consigue a base del endeudamiento de las familias y de las empresas, poco se habrá ganado y la presión sobre el mercado de capitales será la misma.

Con la Unión Monetaria los problemas de financiación a corto plazo han dejado de ser nacionales para convertirse en una cuestión comunitaria, ya que el impacto en los tipos de interés y en el euro tendrá consecuencias sobre todos los países miembros. De ahí que tenga lógica el análisis en el marco europeo; pero una cosa es ésa y otra muy distinta que se asuman recetas y reglas mágicas.

El día después de que el Ecofín se hubiese negado a aplicar el Pacto de Estabilidad, leí en primera página de uno de los grandes diarios madrileños que Rato había afirmado que tal decisión ocasionaría sin duda la elevación de los tipos de interés. Pocas aseveraciones tan inexactas. Si el BCE eleva los tipos de interés será porque quiera o como consecuencia del berrinche que sus altos mandatarios se llevaron ante tamaño ataque a su credo fundamentalista, y en ningún caso porque sea necesario. Los mercados se han apresurado a demostrarlo. Todos estos días el euro continúa apreciándose, mostrando bien a las claras que no es precisamente de financiación el problema de Europa. Difícilmente puede serlo cuando presenta saldo positivo en su balanza por cuenta corriente, y el euro debe competir con el dólar, divisa de un país que mantiene un déficit público y exterior desbocado. En la actualidad, es EEUU el que presenta un problema de financiación, pero lo tiene porque gracias a él está solucionado su problema de crecimiento. Sería preferible, al menos en los momentos presentes, que Europa se preocupase más del crecimiento y menos de la estabilidad.

www.mundofree.com/martinse