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La vieja Europa

29 de diciembre del 2003

El Islam y el vino
Memoria de Al'Andalus

Rafael Castellano
Maverick Press

En el cementerio de Arlington (donde, más que las innúmeras estelas, impresionan las verdes praderas vacías, aguardando) un chino colocaba ante la lápida de otro chino una escudilla con granos de arroz. Cerca, un caucasiano, como se nos llama en EU a los godos blanquecinos, adornaba la lápida con el consabido ramo de flores. Y le dijo el godo al chino, irónico: "¿Cuándo va a salir tu pariente a comer el arroz?" Y el chino: "Cuando salga el tuyo a oler las flores".

Esta breve pero ilustrativa escena me la han sugerido los ritos, mitos y endoculturaciones que en una Europa no muy lejana se van a imbricar pese a todas las medidas que el poder tome para neutralizar eso que llaman extranjería, olvidando que todos somos extranjeros. La necesitamos con urgencia. Sobre todo, en los sindicatos y con derecho a manifestarse y afiliarse. Pronto, los votos de la inmigración serán objeto del deseo. El sistema se verá obligado a ejercer en ellos sus más subrepticias demagogias. Hablando de chinos, alguien de la industria del zapato en la Rioja me habló de que la mar está surcada por monocascos viejos y habilitados para llevar en sus entrañas inmensas factorías flotantes donde los esclavos del lejano Oriente cosen zapatillas de deporte, o balones, o elaboran tablas de chips para ordenador. Lo sabremos el día en que choquen con el "Queen Mary 2".

Fíjense. Se diría que los vendedores de alfombras mágicas se hubiesen esfumado de Madrid y zonas limítrofes. También de las periferias estatales de este reino subpirenaico. Desconfían y, con fina intuición, cruzan los Pirineos. Y allí les aguarda Chirac, como Charles Martel, el campeón que detuvo el avance islámico en Poitiers (historia occidental oficial, esto es, leyenda). El mayestático jefe de las Galias, rígido Obelix con gomina, ejerce de fundamentalista laico con su paganismo en forma de abeto, sus tiendas fluorescentes, y sus anuncios perfumados. Malas fechas corren para entrar en polémicas acerca de cultos y culturas. En las escuelas se aprenden villancicos. ¿Los va a prohibir también por Ley Orgánica de la República? Los choques rígidos entre tradiciones y religiones, todas de raíz común, después articuladas según la fantasía de los chamanes y hierofantes de cada rincón del orbe, empobrecen al individuo. Lo más creativo, desde el mando, es la permisividad de rasgos y signos. El ensamblaje. Que de las comunidades islámica y hebrea que habitan una Francia jacobina a ultranza puedan saltar chispas, no es razón suficiente como para uniformizar la escuela. Donde los judíos varones gozan de una ventaja: que no se les ve la circuncisión. Ahora sólo falta vigilar las operaciones de fimosis a cargo de la Seguridad Social.

Síndrome de Herodes

Malas calendas, sí, para vetar exotismos. En las cadenas francesas de tv ya se infiltran sutiles y mercachifles el Noel y el año nuevo, no lo olvidemos, cristiano. El día 22 de diciembre, fecha de las vacaciones escolares, han emitido en horario preferente de tv- Aquitaine, Francia, la película "Quo Vadis", con Robert Taylor en el papel de Marcus Vinitius. Y los leones. No es una coincidencia. Toda la parrilla reluce de ofrendas cultuales y de rojiblancos barbudos.

Se celebra, si nos atenemos a los breviarios, el Adviento, o sea, el nacimiento de Jesús. Sincretismo absoluto. Los árabes tienen al Cristo por uno de sus profetas menores, junto a Abraham y Moisés. Creen asimismo en la Virgen, a su manera. Después todo se concreta en las asociaciones de Belenistas: la gruta de los brujos del auriñaciense, ámbito en el que renace el fruto de una Inmaculada Concepción, para todas las religiones mistéricas y fundamentadas en la fe, empezando por los vedas. Se honra a un Dios cósmico (el Sol) cuyo hijo-héroe es el Fuego y que se manifiesta frotando dos maderos (la Cruz), avivado por un soplillo (el Espíritu Santo). En la cueva, antiquísimas zoolatrías con sus epónimos: el buey y la mula. Sobre el corcho y el musgo, la caravana explícitamente arabizante, bajo un meteoro de purpurina, de los magos astrofísicos. Muchas figurillas llevan atuendo palestino.

Pero aquí ya no se detienen, repito, los moriscos. Raro es hoy el derviche que se interna en cafeterías y soportales con su "barato, barato, pashá"; escasos los audaces beréberes en los mercadillos con sus relojes, pelendengues, mecheros, artesanías y tapices orientales de Valencia. Les informaron de que el ex-Visir Aznar, de Al'Andalus, era amiguete de Bush, asesor del verdugo, y se lo piensan. Bush, no lo olvidemos, padece síndrome de Herodes reflejado en los reclusos de Guantánamo. Por cierto, otro fariseismo habitual es la recomendación de no regalar juguetes bélicos. Podían empezar por los juguetes bélicos de verdad, que ruedan, vuelan, se arrastran y ametrallan en más de 50 guerras declaradas, como poco. Que son carísimos. Que ocupan un espacio colosal en los presupuestos de la OTAN. Y no hemos incluido las infinitas guerrillas ya instituidas como terrorismo o combate unívoco, a quienes se nutre asimismo de fusiles de asalto y lanzamisiles. No obstante, más que a las armas biológicas se teme a las metafísicas.

Dieta arábiga

Por mucho que se haga apología de la dieta mediterránea, se olvidan los orígenes. Qué sería de la Navidad en Al'Andalus sin su dieta de frutos secos confitados; sin polvorones, alfajores, turrones, roscos de vino, garrapiñadas, guirlaches, mazapanes; sin amontillado ni moriles; sin besugo de Mauritania. Cómo se prolongaría la Pascua cristiana sin ese climax de paganismo constituido por el Baltasar, o por el servidor o eunuco instalado a la puerta de los Grandes Almacenes para recoger cartas enviadas nada menos que a Oriente, donde las llamas hoy las apagan las lágrimas. Ya no precisa, el nativo, de untarse la cara con betún o exagerar los labios. Hay baltasares y esclavos mágicos de pura etnia jafética. Una Europa de escuela laica total, exige Chirac por la radio mientras, al pisar el freno en el peaje de la A-8, me contempla un monigote que representa un aldeano harapiento tiznado, pipa en boca, que, en Euskal Herria, representa al deshollinador (baja por la chimenea con los regalos) o al antiquísimo carbonero de encinar, y es quien deposita los juguetes junto al calcetín. Me refiero a Olentzaro, en estricta etimología 'trabajador de la ferrería', ferrón que domestica el hierro con el fuego y que cada año, según el cántico que lo celebra, acude a las ciudades y villas en el solsticio de invierno para hincharse a comer "capones, huevos y una botella de vino". No es religión, pero es religiosidad. ¿Qué separa la creencia de la trascendencia? Sin hagiografía no saldrían adelante los enormes 'stocks' de ventas en masa. En un almacén de barrio he leído este cartel desconcertante: "Rebajas durante todo el año".

Bula para la casa Dior

Hablan de la que se nos viene encima, de que la realidad migratoria supera a las en su día carísimas medidas de blindaje del Estrecho de Gibraltar. Sabemos, pues, acerca de esos trágicos cadáveres y personajes exhaustos que arriban a Canarias o Cádiz, que lo suyo es un drama humano cuya resolución no nos compete. (Han sido muchos, ya, los viñetistas que ironizaron la Ley de Inmigración aplicada a los Reyes Magos). Para eso están los políticos y sus presupuestos. En cuanto a los antropólogos, lo consideran un movimiento demográfico similar a los cataclismos, glaciaciones o estampidas. Seguimos, pues, en un clima de Cruzada contra el Islam petrolífero. Contrarreforma social. Puritanismo puro. Prohibidos quedan los crucifijos ostentosos, la 'hijab' (tocado) de las discípulas árabes, la estrella de David. Yo me pregunto (y respondo) cómo se puede perseguir la ostentación externa de cualquier etnografía inmediata, y me refiero a si Chirac va a permitir o a anatemizar también el pírsing de labio o aleta de la nariz. ¿Y los zarcillos o pendientes? ¿Y las mariposas tatuadas en el omóplato? Y, ¿qué ocurriría si la casa Dior, o Balenciaga, o Paco Rabanne, o Witton realizasen un desfile de moda- primavera partiendo de la antedicha hijab? Tendrían bula, no lo duden.

En giro copernicano hacia el pasado, dos culturas van a tener que fusionarse de nuevo como lo hicieran a partir del siglo VIII, cuando Tarik cruzó el Estrecho con todas las de ganar. Traían buenas tácticas y armas de combate, y estrategas de lujo. Y el libro del Alkoram, la lectura por antonomasia, interpretada y enmendada por quienes más allá de los conocimientos ejercitaban la sabiduría: imames, mullahs, ulemas. Lo hicieron y hacen según la dinámica de los siglos, la tribu, la latitud, los usos de los diversos territorios musulmanes. Y resulta elocuente que muchos de los que llegan sanos y salvos, en vez de detenerse en la capital manchega de toponimia arábiga, Magerit, prosigan la odisea hacia el norte. Quieren alcanzar el mundo hiperbóreo. Donde se adora a un pino engalanado con velas aromática y guirlandas; donde un personaje alegórico, en principio San Nicolás, incita al consumo desenfrenado y a meter ritualmente una tarjeta cibernética en buzones cósmicos que la cambian por teléfonos móviles carentes de intimidad, vistosas peleterías, juguetes que juegan solos y chorros de cava. O de burdeos. O de rioja.

De jueces árabes y borrachos

El estereotipo islámico que más perdura es que los vendedores de alfombras mágicas no prueban bebidas fermentadas ni mucho menos destiladas. Asunto que trajo de cabeza al suegro de Mahoma y califa de 632 a 634 al fallecer aquél, Abú Bakr. En diversas crónicas acerca del califato de Córdoba y la Corte musulmana de Sevilla se leen párrafos que, de primeras, rompen el cliché que tenemos de las prédicas y hábitos del árabe. Leo: "... el visir Ben-Amar, procurando alejar de su mente las negras ideas que atribuía a los vapores del vino...". o: "Querido amigo, los vapores del vino te han ofuscado la razón". Abú Bakr, siempre según esos testimonios antiguos, "al faltar el Profeta tuvo que intervenir en estas cosas, porque Mahoma murió sin señalar concretamente que debiera castigarse al borracho con una pena que formara parte de las otras penas". Todo un compromiso que repercutió más tarde, después de constituirse el califato en Al'Andalus, en los escaqueos de los jueces y en los castigos a infligir a los bolingas del zoco y el bazar. Porque nunca quedó claro, en el Alkoram inicial, la cualificación como pecado o delito del beber en exceso. En la "Historia de los jueces de Córdoba" señala su autor, Al- Joxamí, narra: "Lo que se cuenta de la conducta de los jueces andaluces en esta materia, es decir, el que los jueces cerraran los ojos para no ver a los borrachos, y su evidente negligencia en castigarlos y hasta la excesiva benignidad con que los trataban, no me lo explico de otra manera, visto que en Al' Andalus se hablaba de esas cosas en todas partes y se les excusaba el vicio, sino por la razón que voy a exponer: la pena que ha de aplicarse al borracho es, entre todas las del derecho musulmán, aquella que no está marcada taxativamente en el libro revelado; ni siquiera hay una tradición mahomética, admitida y segura. Sólo consta que al Profeta le presentaron un hombre que había bebido vino, y el Profeta ordenó a sus compañeros que le aplicaran unos azotes por haber faltado a sus deberes". Esto es, por absentismo. Sigue: "En virtud de esa orden le pegaron unos zapatazos", aún hoy gravísimo insulto, "y unos zamarrazos con las cimbrias de la mantilla o bufanda que llevaban al cuello". El velo masculino. Con envidiable rigor, los eruditos musulmanes parlamentaban y en sus debates prevalecía el mejor orador. No pudiendo acogerse al libro sagrado, Abú Bakr solicitó el consejo y consulta de una asamblea de sabios. Alí ben Abí-Talib, tío de Mahoma, era uno de ello. Célebre por su capacidad dialéctica, adujo este sofisma: "Quien bebe se emborracha; quien se emborracha hace disparates; el que hace disparates, forja mentiras y, a quien forja mentiras, debe infligírsele la pena. Yo creo que deben darse ochenta azotes al que bebe".

Aunque de momento la junta de ulemas estuvo de acuerdo, los tradicionistas, los sunníes, mantienen que Abú Bakr, agonizante, dijo: "Lo único que me preocupa es una cosa, la pena del que bebe vino, por ser cuestión que dejó de resolver el Profeta, y es uno de esos asuntos sobre los cuales no hemos pensado hasta después de morir Mahoma".

Cuentos del califato

Dice Al Joxamí, escribe y describe: "Un día iba yo en compañía del juez Ahmed ben Bakí, a tiempo que casi nos tropezamos con un borracho que iba delante de nosotros. El juez tiró de las riendas de su caballería y refrenó su marcha, esperando que el borracho advirtiera o notara que el juez estaba cerca y se largase apresuradamente; pero cuanto más lentamente iba el juez, más se detenía el borracho, hasta que el juez no tuvo más remedio que acercarse y darse por entendido. Yo pude notar, viéndole perplejo ante ese espectáculo y sabiendo que era hombre de muy blando corazón, la repugnancia que sentía en imponer a nadie la pena de azotes, y dije como para mí: 'Ah, caramba. A ver cómo te las compones para salir de este apuro, Ben Bakí'. Y al acercarnos al borracho, veo, con gran estupefacción mía, que el juez se vuelve hacia mí y me dice: '¡Mira, mira este desgraciado transeúnte: me parece que ha perdido el seso!'. Yo contesté: 'Sí, es una gran desgracia'. El juez se puso a compadecerse de él y a pedir a Dios que le curase la locura y le perdonara sus pecados". En otra ocasión relata el mismo cronista: "Dice Ahmed ben Obada que un hombre que estuvo al servicio de Mohamed ben Selma y le solía acompañar cuando iba por la calle, le refirió lo siguiente: "Un día, yendo por la calle, el juez vio a un borracho y me dijo: 'Préndelo para aplicarle la pena con que la ley castiga la borrachera'. Y el borracho exclamó: '¡Señor juez, ven tú mismo y préndeme; rediez, si me tocas te voy a arrear un sopapo que te sentará muy bien!'. Al ver el cariz que la cosa presentaba, el juez se desvió del camino que el borracho llevaba, yéndose por otra parte. El juez me dijo luego: '¿Has oído lo que decía el borracho? Pardiez, yo creo que es capaz de hacerlo. Gracias a Dios que nos hemos librado'".

Existen muchos ejemplos similares. Alí ben Abí-Talib había expuesto bien su ponencia, pero téngase en cuenta que el Alcorán inicial le fue dictado a Mahoma, en varias fases o trances, por el arcángel San Gabriel (Yabrá-Il). Por cierto, antes de entrar en la polémica he tenido la osadía de consultar en referendo a varias partes interesadas, y sólo sintonizan en un punto concreto: vacaciones judías, vacaciones cristianas, vacaciones árabes, vacaciones hinduistas, vacaciones aztecas, vacaciones totémicas y vacaciones animistas. La nueva ley repercutirá pronto en nuestros respectivos territorios. Corre peligro la peineta de Martirio. Ah, en "Quo Vadis" ganan los buenos, los cristianos, cuyas mujeres llevan velo, todas. Y merece la pena la inolvidable interpretación como Nerón, el malo, a cargo de Peter Ustinov. Sin interrupciones. Algo es algo.