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La vieja Europa

22 de octubre del 2003

La paja en el ojo de la libertad de expresión (I)


Análisis de Prensa
El ejercicio totalitario del poder -aunque se disfrace de "valores humanitarios"- tiene dificultades para verse a sí mismo.

Muchas veces y desde distintos lugares y tendencias, se ha criticado que a nivel mundial y nacional, los contenidos de los medios comerciales de difusión masiva se alejan cada día más del compromiso ético de contribuir al logro de los legítimos derechos de toda la humanidad a vivir en condiciones de paz, igualdad y cooperación.

Una de las explicaciones de este fenómeno ha sido que los medios comerciales de difusión masiva son administrados con una exclusivista visión de lucro por parte de empresarios, que de manera egoísta van concentrando progresivamente en sus manos la propiedad de los mismos, sin tomar en cuenta la responsabilidad social, permitiéndose difundir "sin discusión posible" una visión unilateral de ver la vida, donde todo lo relativo al ser humano se puede comprar y vender, donde todos es mercancía, incluso la información.

Estos empresarios se apoyan en instituciones y corporaciones gremiales trasnacionales, que reducen el concepto de "libertad de expresión" al de "libertad de expresión de la empresa", consiguiendo con este apoyo gremial transnacional que el término "libertad de expresión" legitime y esconda su fin último: que lo que se difunda masivamente sirva exclusivamente para acumular sin freno -"libremente"- la mayor cantidad de ganancias. En otras palabras, los medios de "comunicación" son un negocio que responde a intereses privados, no a intereses sociales, públicos o colectivos.

A quienes buscan el control público de aquellas prácticas antidemocráticas -y de sus productos informativos- realizados por los medios, los cuales pueden llegar a vulnerar derechos humanos y la salud mental de la población, son atacados.

Desde una perspectiva ética, el control sobre las empresas privadas que difunden masivamente informaciones, puede ser ejercido por la participación protagónica de la población y mediante la obligación de los Estados de regular la responsabilidad de los comportamientos de dichas empresas que puedan llegar a afectar a la población, discusión abierta actualmente en nuestro país.

Cuando funcionarios o representantes de intereses corporativos de Estados manejados por empresas privadas -que subsisten y crecen gracias a la publicidad masiva de un sistema de consumo de bienes y servicios ofrecidos por ellas mismas-, critican o señalan a terceros por violar la libertad de expresión, practican una política de doble moral, de doble discurso, de doble rasero.

En Estados Unidos, la libertad de expresión es un privilegio de unos pocos, quienes controlan cada vez más -en clara tendencia monopolizadora- el derecho a comunicarse. Estos pocos empresarios conforman transnacionales que comparten intereses con su gobierno, monopolizando el 80% de las empresas "informativas": Cinco corporaciones (socias entre sí a nivel mundial) son las que controlan cientos de canales televisivos, abarcando el 75 % de la población mundial.Una sola compañía controla más de 1250 estaciones radiales y 62 televisoras, mientras otra posee 64 magazines, 40 sellos musicales, 4 editoriales de libros, 5 equipos de fútbol / béisbol, varias estaciones, cables, redes de producción de programas y de películas con varias subsidiarias, con ganancias que oscilan entre 129 y 11 mil millones $ - mucho más que las exportaciones mundiales de Chile el año pasado.

Estas cinco corporaciones controlan a otras muchas, mediante juegos de capitales y participaciones accionarias.

Con tales monopolios, sectores política y económicamente poderosos contribuyen a la violación de la pluralidad informativa y del derecho de expresión de su pueblo. Ya se han censurado directa o indirectamente el entretenimiento, al impedir la trasmisión de 150 canciones con letras contra la guerra de artistas como Louis Amstrong, The Beatles, John Lennon, Paul McCartney, Paul Simon, Jimmy Hendrix, Pink Floyd, Bruce Springsteen, Dixie Chick`s, Metallica, Madonna, entre otras, las que fueron borradas completamente de la programación por orden gubernamental.

También "revisaron" los libretos -o restringieron la proyección- de películas como "Casablanca", prohibieron la difusión de obras antibélicas de intelectuales como Susan Sontag, Noam Chomsky, Gore Vidal; de dibujantes como Steve Benson ("The Arizona Republic"); de programas humorísticos como "Jey Leno", "El Show de David Letterman", "Politically Incorrect" de Bill Maher; y de todas aquellas creaciones que expresan -o comentan- hechos trágicos de destrucción, así como aquellas que simplemente "lo recuerdan o sugieren". Para más información al respecto, véase: Argenpress.info; alainet.org; fair.org; cjt.org; lainsignia.org; aporrea.org; rsf.org; chile-hoy.de; rebelion.org; y jornada.unam.mx.

Bajo una retórica de la "libre opción y apertura", los poderes imperiales de dichos empresarios suprimen -en pro del autoritarismo mediático- la verdadera diversidad informativa, evitando que diferentes fuentes, instituciones y clases sociales puedan expresarse - o controlar- los canales informativos.

Al contrario, establecen una parcialidad a favor de grupos e instituciones centralistas con alcance trasnacional, se ensañan contra quienes denuncian las políticas guerreristas gubernamentales y los conflictos de odio que ellas producen, en los cuales muere gente inocente.

Al ser "auspiciadas" las noticias por los propietarios de las empresas informativas, no hay espacio para la expresión de críticas corporativas, ni información acerca de la visión de los hechos elaborada por los "Observatorios de medios" y los "Comités de usuarios", o por los medios informativos no comerciales, de servicio público, alternativos, locales, comunitarios.

Tampoco la población puede enterarse cabalmente de la lucha antimonopólica contra los oligopolios informativos.

El mayor poder de los grandes conglomerados de prensa para adquirir y controlar los medios de difusión va en detrimento del libre flujo informativo, hasta el punto de "reprimir el debate, inhibir nuevas ideas y acabar con las empresas más pequeñas" -dice un alto directivo del canal CNN.

En una "cruzada obsesiva" que sin el necesario debate -con gran premura y en considerable secreto- promovió cambios en la legislación sobre propiedad mediática, quedaron eliminadas normas que prohíben a una compañía ser dueña a la vez de un periódico, una televisora y una estación de radio.

Aunque en EEUU hay más canales, existen en realidad menos opciones para escoger, porque la propiedad de los medios masivos se concentra cada vez más en menos manos -las de unas pocas empresas poderosas-, reduciendo la diversidad de puntos de vista en los canales de difusión, ahogando la información de las comunidades minoritarias, y permitiendo a las empresas ya grandes crecer mucho más, hacerse mucho más poderosas, y a la vez distanciarse y hacer caso omiso del bien común.

Dicho monopolio favorece a sectores políticos y empresariales ricos, ya que una sola corporación podrá ahora, con los recientes cambios legales, ser propietaria de más de 2 estaciones de televisión además de 3 radioemisoras -en un área donde existan al menos 18-, constituyéndose en una amenaza contra las libertades de expresión y de prensa, al acallar las voces alternativas, cerrando el espacio a las voces disidentes, y estableciendo la pérdida del control local y la identidad comunitaria en la prensa.

Es tan evidente tal restricción, que antiguos periodistas como Molly Ivins y S.Hersh critican la tendencia a que "todo lo que dice y hace" el Gobierno es previsto como "apropiado" y si ello es criticado, entonces se es segregado como individuo.

Seymour Hersh -periodista con 4 décadas en el periodismo de investigación que ganó el Premio Pulitzer en 1970-, criticó con dureza a la prensa de su país por su autocensura y complacencia con el Gobierno, caracterizándola como "una prensa cada vez más complaciente con el poder, que ha condenado al periodismo de investigación a un reducto agonizante, donde no se puede criticar a un gobierno que los ha llevado a una guerra "por unas armas que no existen" ( Argenpress.info)

En EEUU se han denunciado violaciones al derecho a preservar las fuentes informativas, en el caso de periodistas como Vanesa Leggett o de los diarios National Review, Philadelphia Inquirer, Mágnum Photo, United Press, Independant Media Center, Bristol Herald Courier.

También se ha denunciado la violación del derecho a la privacidad, mediante la vigilancia electrónica sobre los datos intercambiados por cibernautas, y la condena gubernamental de los datos encriptados por organizaciones humanitarias (como en el debate sobre Pretty Good Privacy -PGP).

Los empresarios o propietarios de las trasnacionales de la cultura y la información, pueden vulnerar el derecho a estar informado a través de diversos procedimientos: despidos arbitrarios de periodistas; desautorización y censura contra ellos o sus trabajos; suspensión de programas; veto sistemático a las manifestaciones sociales -entre ellas aquellas manifestaciones por la libertad de expresión por parte de periodistas independientes-; censura de la verdad tras la guerra, de sus causas, su contexto y de la suerte de sus víctimas, mediante el "filtraje y edición" de todas las piezas informativas referidas a semejantes problemas sociales. Evidencia de ello han sido los testimonios de periodistas de los canales MSNBC, TF1 y Al-Jazira; de los diarios El Financiero, The New Yorker, Metropolitan News, Los Angeles Bulletin, The Army Times, The New Observer, Le Figaro, France 2, Le Monde, Liberation; de las radios Francia Internacional y La Voz de América.

En época de crisis económica y en aras de las ganancias de las megacorporaciones, se ha eliminado la diferencia entre opinión, propaganda política e información plural, enmascarándose con una "libertad de expresión" no estudiada suficientemente a fondo, una guerra policial, económica, simbólica y psicológica, sostenida en una guerra mediática de imágenes y de desinformación.

La alianza de dichas Corporaciones con intereses imperialistas, busca obtener ganancias al ofrecer "noticias" confundidas con espectáculo, orientadas a un entretenimiento y diversión -en tanto armas de distracción masiva- que logren reforzar su ideología del orden y el consumo, al no ir a las causas y consecuencias de los hechos.

De esta manera, los spots publicitarios se convierten en propaganda política y sustituyen a la información noticiosa, haciendo que se pierda el equilibrio informativo en pro de un tono belicoso y paranoico, difundido por propagandistas de guerra -que se presentan como "periodistas"- en todas las cadenas de TV y radio, en la música, las películas, los diarios, revistas, libros, deportes, en Internet, etc. Mientras, mediante la restricción noticiosa y vigilancia previa gubernamental, controlan -o mienten- a la prensa, evitando la cobertura completa de los conflictos mundiales y manteniendo en secreto operativos de seguridad, al fabricar imágenes "pasteurizadas" cuyo origen exclusivo son las fuentes militares.

Tales medios corporativos promueven falsos o aparentes debates donde impera un solo discurso y una unánime visión totalitaria -basada en un elitesco modo de vida cosmopolita trasnacional-, en los cuales no permiten que sean discutidos temas como la política externa y militar, el descontento con la política económica -recortes presupuestarios, globalismo corporativo, crecimiento de la brecha en la riqueza causante de mayor desigualdad socioeconómica y de despidos laborales-, ni asuntos como la injusticia social, la exclusión, la segregación y los prejuicios étnicos y sexuales, como tampoco el de la estructura piramidal y antidemocrática de las empresas informativas.

Tampoco invitan a sus programas a pensadores críticos que presenten una visión y un punto de vista diferente de su interpretación de los hechos o de sus posiciones políticas, o que examinen la opinión de los "adversarios", sino que buscan la lealtad ciega y el "encuadre" a la política belicista en tanto "posición oficial a destacar". Los dueños de tales empresas y sus seguidores no aceptan las criticas a los medios masivos, disfrazando los argumentos como "cuestión de gusto" o de "seguridad e interés publico".

Dichos medios informativos son reticentes a investigarse e informar en forma critica al público sobre ellos mismos.

Por todo lo expresado, los "señalamientos" de quienes defienden los intereses de las corporaciones transnacionales de la información contra quienes luchan por el control social de la información masiva, responden a una conspiración silenciosa expresada en una política informativa llamada "hemisférica" o "global", donde las principales víctimas de tal política son precisamente la Información plural y su correspondiente imparcialidad.

Su "defensa de la libertad de expresión" en los hechos es una farsa, pues lo que defienden es la voz de un sistema único de pensamiento. A tal fin, buscan mediante un simulacro público de "discusión democrática" y "en nombre del interés publico" que una sola empresa controle diarios, radios y televisoras de una misma ciudad, convirtiendo la "libertad de expresión" en el derecho exclusivo de los grupos de poder aliados a la extrema derecha quienes pasarían a ser los que "proporcionen las noticias". Por ello, cuando tales élites "critican" a sus vecinos, no parecen mirar en la "paja de su propio ojo".