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La vieja Europa

Llegó a ser incoherente el discurso del Papa, que declaró bienaventurada a la religiosa

Calcuta observa la beatificación fast track de la "santa de los arrabales"
Hubo cierto interés, pero la ciudad jamás ha estado muy cómoda con la Madre Teresa
PHIL REEVES THE INDEPENDENT
Calcuta, 19 de octubre. Pronunció tan mal su discurso que llegaba a ser incoherente. La edad y la enfermedad privaron cruelmente de inteligibilidad a su homilía. Pero de algún modo el papa Juan Pablo II reunió la energía para murmurar la palabra que, en un soleado día de otoño en Roma, un cuarto de millón de personas acudió a escuchar en la Plaza de San Pedro.
En una misa al aire libre ante una de las mayores multitudes jamás reunidas en el Vaticano -congregación en la que figuraron lo mismo la aristocracia religiosa y política que las monjas que la siguieron y los pobres a quienes cuidó-, el pontífice declaró oficialmente "bienaventurada" a la Madre Teresa de Calcuta.
"En ella percibimos la urgencia de ponernos en un estado de servicio, en especial para los pobres y los más olvidados", expresó, después de ser conducido en silla de ruedas hasta el trono desde el cual llevó a cabo la beatificación, la número 1315 de su papado, cantidad que rebasa las realizadas por sus predecesores de los 500 años pasados.

"ˇViva el Papa!", gritaba la multitud cada vez que desfallecía. Cuando las facciones arrugadas y envejecidas de la Madre Teresa, ataviada con su conocido sari blanco con adornos azules, aparecieron en un tapiz que fue desdoblándose en la fachada de la catedral, hubo aclamaciones de la multitud, que no sólo llenó la plaza, sino se apretujó también en la amplia Via della Conciliazione, que va del Vaticano al río Tíber. Pero también hubo lágrimas del pequeño ejército de monjas Misioneras de la Caridad, la orden que Teresa fundó en 1950 con sólo 12 monjas y hoy agrupa a 4 mil 500 en 133 países.
Fue una ocasión fastuosa, en la cual las dudas -sobre la autenticidad del milagro que llevó a la Madre a la beatificación; sobre su rígida oposición al aborto y a los condones en una India sobrepoblada e infestada de sida; sobre los dictadores de quienes aceptó donativos; sobre la posibilidad de que otros, más dignos que ella pero que eran indígenas de rostro moreno, hayan sido pasados por alto, y muchas más- fueron hechas a un lado.
"Hermanos y hermanas, aun en nuestros días Dios inspira nuevos modelos de santidad", dijo el Papa a la multitud, estimada por funcionarios del Vaticano en 300 mil, que llegó sabiendo que son los días finales de su papado, atraída por ver a un avejentado campeón de la Iglesia católica rendir honor a una igual que él, colocándola en un andador de alta velocidad hacia la santidad.
Fue una semana llena de agotadoras ceremonias para marcar su 25 aniversario: a los 83 años de edad, el Papa, hombre cuyo valor físico es uno de sus principales atributos, ha logrado de alguna forma someterse a todas ellas pese a que su mal de Parkinson empeora.
"Algunos se imponen por su radicalismo, como el que ofreció la Madre Teresa de Calcuta, a quien hoy añadimos a las filas de los bienaventurados", dijo ayer en latín, completando la fórmula crucial de la beatificación. Pero sus auxiliares leyeron su homilía, en la que expresó su gratitud personal "a esta mujer valerosa a quien siempre sentí a mi lado", un "icono del buen samaritano", que había "elegido no sólo ser la más pequeña, sino la servidora de los más pequeños".
Danzarinas indias que portaban incienso y flores aparecieron en escena, con sus saris de color blanco y oro cuidadosamente coordinados con las muy ornamentadas y pesadas vestiduras del Papa, un toque de extravagancia que difícilmente podría ser más remoto del carácter de la mujer a quien honraban.
Y las reliquias de la Madre Teresa, que murió en 1997 de un ataque al corazón, a la edad de 87 años, fueron llevadas en procesión, entre ellas un trozo de algodón empapado con gotas de su sangre.
Entre los personajes presentes estaban los presidentes de Albania -nación a la que ella pertenecía étnicamente- y de Macedonia, en cuya ciudad de Skopje nació durante la era otomana. Había decenas de representantes de India, cuya nacionalidad adoptó, y en cuyas caóticas barriadas vivió y trabajó.
Hay más por venir en este asunto. El Papa ha acelerado su tránsito a la santidad, rompiendo con la práctica de la Iglesia católica de esperar cinco años después de la muerte de un candidato para comenzar el proceso de beatificación, que a menudo tarda decenios.
El año pasado desató la controversia al confirmar el milagro requerido para beatificarla, la recuperación de una mujer india sometida a tratamiento por lo que los médicos decían que era un tumor abdominal incurable. Pero se requieren pruebas de un segundo milagro para la canonización.
En Calcuta, la beatificación fue observada con cierto interés. Hubo oraciones y celebraciones en los hogares que administra su orden, en los cuales se levantó la prohibición de ver televisión para presenciar la transmisión en vivo de la ceremonia en Roma. Pero la gran ciudad del oriente de India, con su larga tradición marxista y la mayoría hindú que ha tenido desde la independencia del país, jamás ha estado demasiado cómoda con la "santa de los arrabales". Sabe que, pese a todas sus buenas obras, los arrabales siguen tan atestados como siempre.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya