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La vieja Europa

El grupo neoliberal que impuso a Juan Pablo II pudo estar envuelto en asesinato de Albino Luciani


Juan Pablo I: el Pontífice que sólo dejaron reinar 33 días
Juan Pablo I (Albino Luciani), sucesor de Pablo VI, fue hallado muerto
por la hermana Vicenza Taffarel el 29 de septiembre de 1978.


El Tiempo

-El ‘Papa de la sonrisa’, como se le conoció, no alcanzó a visitar ni un solo país, ni a publicar ninguna encíclica ni a canonizar a nadie.
Su muerte, el lunes hizo 25 años, dejó sin embargo un sordo rumor que el Vaticano ha descalificado una y otra vez, a pesar de los ríos de tinta que han corrido sobre extraños hechos y especulaciones. Algunos periodistas y sacerdotes que han tratado el tema, aseguran que Luciani, inmediato antecesor de Juan Pablo II, fue asesinado.
El parte oficial indica que murió de un ataque al corazón. Pero David Yallop, autor del libro En nombre de Dios, insiste desde 1984 en la hipótesis de que Juan Pablo I fue envenenado. Los principales sospechosos fueron tres altos jerarcas de la Iglesia Católica y tres mafiosos vinculados con el mundo de las finanzas y las hermandades secretas masónicas.
Según Yallop, el Papa habría descubierto que en la venta del Banco Católico del Veneto –en 51 por ciento propiedad del Banco Vaticano– hubo irregularidades que involucraban al director del Banco Vaticano, el obispo Paul Marcinkus, y a Roberto Calvi, director del Banco Ambrosiano.
El Pontífice también se habría enterado de los lazos de Calvi con Michel Sandona y Lucio Galli, miembros de una poderosa logia llamada ‘Propaganda 2’ que, después se supo, promovió atentados terroristas. El catolicismo dice que el creyente que ingrese a una logia debe ser excomulgado.
El Papa, según Yallop, tuvo en su poder una lista con nombres de varios obispos y religiosos pertenecientes a la logia. Uno de ellos era el secretario de Estado del Vaticano, cardenal Jean Villot.
La noche del 28 de septiembre, afirma Yallop, el Papa le mostró a Villot la lista de los altos prelados que serían cambiados, cesados o trasladados, entre ellos Marcinkus, también parte de la logia.
En la lista incluía a John Cody, arzobispo de Chicago, una de las arquidiócesis más ricas del mundo, que había sido objeto de protestas de fieles y religiosos por apropiación indebida de millones de dólares, despotismo con los feligreses y supuesta "conducta privada impropia".
Pablo VI, según Yallop, quiso repetidamente destituirlo, pero nunca se atrevió. Al parecer, Juan Pablo I estaba decidido a hacerlo.
Yallop añade a la tesis del complot otro ingrediente. Cuando era sacerdote, Luciani –dice el autor– participó en una consulta interna sobre el control natal, cuyo resultado sería presentado a Pablo VI. Su postura era que el Vaticano debía aprobar la píldora antiovulante del doctor Gregory Pincus, que sería la ‘píldora católica’. Su concepto fue rechazado, pero ya como Papa podría imponerlo, lo cual habría alarmado a Villot.
Marcinkus posteriormente fue designado arzobispo por Juan Pablo II, y siguió al mando del Banco Vaticano. Cuando sobrevino el escándalo por la quiebra del Banco Ambrosiano, el Papa le pidió la renuncia.
Y, según, Clarín de Buenos Aires, vive retirado en Arizona. Villot falleció poco después de Juan Pablo I. Cody murió en Chicago. Sandona fue encarcelado y condenado en Estados Unidos. Calvi apareció colgado de uno de los puentes del río Támesis (Londres), y Gelli estuvo encarcelado algún tiempo, y luego se fue a vivir a Uruguay, donde estaba en 1984.
A pesar de que el Vaticano ha calificado de irresponsable el libro, el que no se hubiera hecho una autopsia del Papa –pues hacerlo es inusual–, y su apresurado embalsamamiento, no hicieron más que llenar de motivos a los seguidores de la tesis del asesinato. Según ellos, una sola gota de sangre habría servido para descubrir su envenenamiento.
En 1991, Camilo Bassotto, amigo personal del Papa muerto, reveló que éste tenía preparadas cuatro encíclicas con reformas espectaculares que, según él, habrían cambiado el rostro del Vaticano.