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La vieja Europa

1 de octubre del 2003

Población Mundial
El escape de los infortunados

Lisandro Otero
Rebelión
El mundo desarrollado se protege de los pobres. Las leyes antimigratorias dictadas en Estados Unidos, que tanto lesionan a los inmigrantes mexicanos, son similares a otras medidas que se están adoptando en Europa. Francia y España de protegen de los magrebinos, Italia de los albaneses, Alemania de los turcos, Gran Bretaña de los hindúes y pakistaníes, etc. El desbordamiento demográfico del Tercer Mundo, los índices de desempleo, la precaria calidad de la vida impele a buscar, en otras tierras, la prosperidad que no logra alcanzarse en la propia.

La población mundial alcanza los seis mil millones de habitantes y los demógrafos estiman que seguirá aumentando hasta estabilizarse en unos diez mil millones. El avance de la ciencia, vacunas, antibióticos, higiene, etc. ha logrado extender la expectativa de longevidad. La población del Tercer Mundo crece a una tasa de 2.6 % anual. Solamente podrán desarrollarse económicamente aquellos países que la reduzcan por debajo del 1 % anual. La fecundidad excesiva equivale a la miseria. La explosión demográfica conduce, también, a la destrucción del ecosistema. Ante un mundo superpoblado ya no es posible seguir tolerando la libertad de reproducción. La pareja humana no debe decidir a su antojo el uso de su capacidad reproductiva.

En los países desarrollados las técnicas anticonceptivas son de fácil adquisición y uso, en cambio, en los países pobres la mayoría de las mujeres ignora estos métodos de control natal.

China e India han tomado medidas para limitar su excesivo número de habitantes. En Estados Unidos y Rusia hay aun vastas extensiones de territorios subpoblados pero los recursos de nuestro planeta son limitados y no pueden ser explotados de manera infinita.

La migración masiva siempre ha existido. Fue organizada por los europeos en función de la trata de negros. El tráfico de esclavos llevó a América a diez millones de africanos. A partir de 1820 alrededor de quince millones de italianos y españoles se establecieron en América del Sur. Entre 1880 y 1910 diecisiete millones de europeos entraron en Estados Unidos. Después de la revolución de octubre, en 1917, un millón y medio de rusos abandonaron su país.

Al triunfar Mao, en 1949, dos millones de chinos se establecieron en Taiwan. Habría que añadir los ciento cincuenta mil judíos expulsados de España en 1492, o el medio millón de hugonotes que salió de Francia después del Edicto de Nantes, o los aristócratas que huyeron a Alemania (muchos de ellos se establecieron en Coblenza), después de la Revolución francesa, o el medio millón de españoles que entraron en Francia, y en México, después de la caída de la República en 1939, o los dieciocho millones de hindúes y musulmanes que huyeron de India hacia Pakistán, y viceversa, al consumarse en 1947 la división del subcontinente indio. Los habitantes de nuestro planeta apenas llegaban a los 500 millones en 1650. La población mundial se ha cuadruplicado desde inicios del pasado siglo veinte. Cada vez son más los migrantes que escapan de las zonas subdesarrolladas de la tierra para buscar oportunidades y sustento en los países más prósperos.

En 1798 Thomas Robert Malthus escribió un opúsculo al que tituló Ensayo sobre el principio de población en el cual sostuvo que el número de habitantes en nuestro mundo llegaría a sobrepasar la capacidad de producción de alimentos. En consecuencia iríamos hacia el fin de nuestra civilización. Su error consistió en que no vio que el progreso de las tecnologías agrícolas y de la industria alimenticia suministraría sustento a un mayor número de personas. La base de su teoría era que el número de seres aumentaba de manera geométrica en tanto que la producción de alimentos crecía de manera aritmética.

Los progresos de la ciencia también han contribuido que las expectativas de vida sean mucho mayores. En tiempos de Roma un hombre de más de treinta y cinco años ya era considerado casi un anciano, pues ese era el promedio de vida. Hoy, gracias a los antibióticos, las vacunas, la reforma de la alimentación, se han eliminado muchos riesgos de muerte. En 1950 la expectativa de vida era de 40 años, en 1990 era de 61, a inicios de este siglo es de 73 años.