VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
La vieja Europa

5 de enero del 2003

La reforma de la Ley de Televisiones, a la medida de Berlusconi y Aznar

Victor Morales
Rebelión

En estos últimos días han aparecido en los periódicos, entre chapapote y fútbol, unas noticias que pueden haber pasado desapercibidas. Sin embargo, si reflexionamos un poco, y leemos los titulares todos juntos, podemos ver, o al menos deducir que hay gato encerrado. Que una vez más se demuestra que las leyes las hacen los ricos para los ricos.
Sin ir más lejos, el día 6 de octubre, aparece la siguiente noticia: "Un accionista podrá controlar el 100% de una cadena privada (...). Un solo accionista podrá controlar el 100 por cien de una cadena comercial, de acuerdo con la modificación de la Ley de Televisión Privada que aprobó el Gobierno en el último Consejo de Ministros, a través de la Ley de Acompañamiento de los Presupuestos Generales de 2003" (Diario de Cádiz, 6 de octubre de 2002:
http://www.diariodecadiz.com/pg021006/sociedad/sociedad54544.htm) Con lo que se eliminó el tope por el que una persona no podía poseer más del 49% del accionariado de una cadena de televisión.
Acto seguido, viene lo siguiente: "Berlusconi se asegura el control sobre Telecinco al adquirir un 12% de la participación del Correo. El grupo editorial Correo ha llegado a un acuerdo con Mediaset para la venta del 12% de Telecinco por 276 millones de euros. De este modo, el grupo de Silvio Berlusconi se asegura el control sobre la cadena de televisión (52%)" (El Mundo, 19 de diciembre:
http://www.elmundo.es/elmundo/2002/12/18/sociedad/104021681 2.html).
Estamos ante una ley a medida de Berlusconi. Y es que parece increíble que los poderosos hablen en esos términos: "Cámbiame la ley, que quiero controlar Tele5". Pero.... falta algo en la ecuación: ¿Qué ha sacado Aznar o el PP de beneficio en todo esto? La respuesta es bien sencilla, y también apareció escondidas entre otras noticias: "Tele 5 suprime el programa 'Caiga Quien Caiga' desde enero" (El Mundo, 28 de noviembre:
http://www.elmundo.es/elmundo/2002/11/28/sociedad/103849106 4.html).
Sin palabras.