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La vieja Europa

23 de enero del 2003

George Ryan
Una ráfaga de aire fresco

Liberación

Más comprometidos en estimular y justificar los cada vez más indefendibles preparativos de una agresión a Irak, el nombre y la acción del gobernador del Estado de Illinois, George Ryan, de conmutar la pena de muerte a 156 condenados (entre ellos algunos inocentes), no ha tenido en los medios de comunicación, el destaque que el hecho merece, pese a que tiene una trascendencia indudable, que excede a sus consecuencias inmediatas..
La escueta información difundida a principios de esta semana dio cuenta de que dicho gobernador, perteneciente al Partido Republicano, que 20 años atrás en su calidad entonces, de legislador del Estado de Illinois había votado afirmativamente la restitución de la pena de muerte, 48 horas antes de finalizar su mandato adoptó la decisión antes mencionada. No fue un acto irreflexivo ni "populista" como califican ahora los informadores a toda acción que tenga un contenido humanitario y de justicia para los desfavorecidos. Ryan había ordenado una investigación que insumió tres años de duración y que supervisó personalmente, de 156 casos de condenas a muerte en su Estado. Al término de ella, la conclusión fue, según palabras del propio gobernador, que "el sistema de justicia está viciado por el demonio del error, error en la determinación de la culpabilidad y error en la decisión de quienes, entre los culpables merecen la muerte." Sin duda la calificación de "error" por parte de Ryan, es benévola. Y esto surge de algunos datos que el informe acota: los ciudadanos negros que cometen un delito tienen 5½ % más de probabilidades de ser condenados a muerte que sus similares blancos. Y, detalle importante, un 33% de los abogados defensores de esos reales o presuntos delincuentes, sufren posteriormente persecuciones en el ejercicio de su profesión, que han llegado hasta el retiro de su habilitación como abogado..
A algunos extranjeros huéspedes del pabellón de la muerte, se les negó la posibilidad de entrevistarse con las autoridades consulares de su país, algo que es violatorio de convenciones internacionales, la de Viena específicamente, lo que motivó la siguiente reflexión de Ryan: "Si no cumplimos el derecho internacional en nuestro país no podemos esperar que nuestros ciudadanos sean protegidos fuera de Estados Unidos". "El sistema", reiteró el gobernador, "es arbitrario y caprichoso y por tanto inmoral"..
Algo que los "antimperialistas" hemos repetido hasta el cansancio, respaldados por los hechos y por la historia de ese país y que los "proimperialistas" han rebatido con el método de terrorismo verbal adoptado del emperador -"el que no está con nosotros está contra nosotros"- convirtiéndonos en "antiamericanos". La inconsistencia de ese calificativo es que aquí estamos rindiendo homenaje al valor moral de un gobernante de "América" como antes lo rendimos al jefe de policía que se negó a cumplir la orden del ministro de Justicia, John Ashcroft, de detener a 3000 ciudadanos de origen musulmán, por el sólo hecho de serlo, sin que hubiera ninguna acusación..
La justicia ha funcionado casi siempre, con raras excepciones especialmente en la epoca de los Kennedy, como una justicia racista, clasista, más propia de un Estado policial, que de una democracia. Y después del 11-S esas características se han acentuado y el imperio que dice librar guerras "para salvaguardar la paz, los derechos humanos y la libertad" es el mayor violador de todos esos principios. El pretexto de la lucha contra el terrorismo está cubriendo las mayores iniquidades jurídicas y humanas, como es el caso de los encarcelados en la base norteamericana de Guantánamo ocupada por Estados Unidos en Cuba . Lo más aberrante es que otros Estados autocalificados como democráticos, han cedido a las presiones del imperio y adoptado legislaciones que nos colocan en el camino hacia Estados policiales..
La actitud de George Ryan es una brisa fresca en un ambiente emponzoñado. Talvez no baste para purificarlo porque otros factores influyen en ese país. Pero tiene un valor simbólico y premonitorio de otros vientos que soplan cada vez con más fuerza para limpiar el aire de esa contaminación tanto o más grave que la producida por los derivados del carbono.