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La vieja Europa

Pimienta negra, censurada en Internet
LOS FIELES SERVIDORES DEL REY

«La mayoría de los hombres no temen tanto a nada como la razón, cuando es la estupidez lo que debieran temer, si se dieran cuenta de lo que es verdaderamente nocivo...»
Goethe, Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister
Si Pimienta
negra hubiera tenido con el servidor Lycos España (ahora de Terra-Telefónica, de este mismo país) un contrato mercantil típico (o sea, mediando dinero), otro gallo hubiera cantado que el que cantó el miércoles 22 de enero de 2003, cuando a eso de las 3 de la tarde nuestro contador público dejó de sumar visitantes a nuestra página web, gracias a la censura puesta en práctica, sin decir siquiera agua va, por Lycos España, o sea, eliminándonos del servidor. No hay dinero; ergo, se puede borrar de un plumazo una publicación entera, con sus alrededor de 300 archivos que corresponden a otros tantos textos duramente trabajados y subidos a la red durante bastante más de un año, y sin medir los perjuicios ocasionados al «socio» (en su terminología) o «cliente», puesto ¿qué clase de socio o cliente es éste que no aporta metálico alguno? De donde se deduce que la moral burguesa, cuando existe, al único mandamiento y dios que obedece es al del vil metal. Y de donde se deduce igualmente –aunque, como axioma que es, no hace falta demostración, ni ésta ni ninguna– que la «libertad de expresión» de la vieja cháchara democrática sólo cuenta para los que pueden pagársela, como cualquier otra mercancía del «mercado».
Todo esto ya estaba previsto en los astutos «Términos y Condiciones Generales de Lycos» que hace unos meses tuvieron la gentileza de hacernos llegar, seguramente ya en su nueva fase de negocios made in Spain, y seguramente porque los «Términos y Condiciones» de la fase anterior no aseguraban lo suficiente ni la capacidad de perjudicar con total impunidad al «socio», ni la posibilidad de cargarse limpia, quirúrjicamente, la libertad de expresión. Decían ahí nuestros buenos amigos: «Lycos Europa tiene el derecho de rescindir el contrato con el socio en cualquier momento, sin demora y sin explicación de los motivos y de denegar el acceso a una parte del servicio o a todo el servicio...» Sin demora y sin explicación significa, por otro lado, y en buen romance, sin buenos modales, que es algo que indudablemente sobra cuando ya sobraron antes la responsabilidad moral y el vehemente amor proclamado –con emotivas lágrimas de cocodrilo– por la libertad de palabra universal traída, reforzada, garantizada y elevada a la enésima potencia por Internet, esa «maravillosa» era de la «sociedad de la información» ante cuya imagen suelen deshacerse ellos y otros como ellos en cánticos y loas al cielo, mientras que aquí, en la tierra, y detrás de la imagen (o de cualquier otra que nos venden, como de costumbre) la profanan un día sí y otro no.
Ya lo dijo Jarno, uno de los personajes del Wilhelm Meister, en el epígrafe citado: lo que en verdad se teme es la razón (y cada vez más, en la medida en que el sistema intensifica y exaspera su inherente irracionalidad), y ante ella el único «arma» que se encuentra a disposición es la propia estupidez y la ajena, estupidez cultivada amorosamente y que ahora no es dejada de fomentar en masa, entre otros recursos, a través de los contenidos «útiles» de Internet (los desechos que lo inundan en un 80%) a los que sí les es permitido alojarse eternamente en este como en otros servidores parecidos que, de tal modo, cumplen su verdadera función: la de obsecuentes «servidores» del Rey.
En cuanto a la estupidez misma de esta última clase de servidores afanosos y bien cumplimentados, no es necesario abundar. Bastan sus propios actos censores, que, como siempre, lo único que consiguen es lo contrario de lo que buscan: difundir aún más aquello que quieren prohibir. Con lo que ahora sí podemos completar los puntos suspensivos del epígrafe: «Como la razón les molesta [agregó Jarno], procuran combatirla y como la necedad no es más que perjudicial, no importa esperar sus consecuencias».
Y las consecuencias, en este caso, ya están a la vista: gracias a la solidaridad y al apoyo veloz e incondicional de nuestros lectores y lectoras, de distintas listas de correo y de otros medios alternativos por Internet, dentro de las 24 horas siguientes a la «muerte no anunciada» estamos de nuevo localizables, y dando la guerra, en la explosiva (a veces) red. Al menos, hasta la próxima «rescisión de contrato sin demora y sin explicación». Que será seguida, cuando se dé, por una nueva avalancha de voluntades deseosas de romper el cerco de silencio en el que nos quieren encerrar y domesticar, para mayor gloria de su Sistema y de su Rey.
Nueva URL de Pimienta
negra:
http://www.geocities.com/pimientanegra2000