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La vieja Europa

4 de enero del 2003

El contexto de la represión

Iñaki Gil de San Vicente
Gara

La mejor forma de entender el actual endurecimiento represivo no es otra que analizar el contexto español, la evolución de sus problemas estructurales, las respuestas posibles de su clase dominante y, por no extendernos, el lugar que ocupa Euskal Herria en semejante situación. Desde esta perspectiva podemos ver, como mínimo, cinco razones.
La primera y obvia, decisiva, es la propia fuerza de la izquierda abertzale y la evolución vasca en general, en la que no me voy a extender. La segunda es la necesidad del PP de salir como sea del agujero en el que se encuentra. La insoportable cadena de indiferencias, incompetencias y errores, ampliada y reforzada por la maraña de mentiras e intentos de despiste y manipulación, todo esto y más cuestiones que resulta prolijo exponer, ha llevado al PP a buscar la salida fácil y directa, la de ocultar la realidad patética debajo de la alfombra de la «culpa de los vascos». Sin embargo, esta razón cierta es limitada porque deja sin respuesta preguntas decisivas como, por ejemplo, ¿cuáles son las causas sociales de la incapacidad estructural de respuesta del Estado, además de la propia indolencia y vagancia del PP? La respuesta nos lleva a una de las crisis históricas del capitalismo español. La catástrofe del Prestige, tercera razón, expresa, junto a la irracional política energética capitalista, también, con respecto al Estado español, lo atrasado de su burocracia y de su capacidad de respuesta a los problemas de fondo. Recordemos la larga lista de fra- casos y ridículos cometidos desde que el PSOE quiso impresionar al mundo preparando los eventos del 92. Desde entonces, como el famoso rosario de la Macarena, los desastres se suceden uno tras otros, demostrando la profunda impotencia planificadora de una burocracia estatal minada por el amiguismo, nepotismo, favoritismo, corrupción generalizada y hasta simonía. Pero dicha incapacidad nos remite obligatoriamente a la evolución del capitalismo español, que por razones históricas de retraso, de miedo de su burguesía a parar los pies a las oscuras fuerzas tardofeudales, católicas y terratenientes, etc., nunca ha pretendido ni deseado limpiar sus podridas burocracias. Más todavía, con el PP vuelve lo peor del pasado, la obsesión de todo tirano por ocultar hasta las cuentas, las cifras, los resultados, las estadísticas. En abril de 2000 se demostró que se había debilitado tanto el rigor estadístico en tres áreas como ocupación y empleo, sector exterior y déficit del sector público, que se debía hablar de «estadísticas sin valor de diagnóstico». Después, hasta el pusilánime PSOE tuvo que criticar en julio de 2002 que los Presupuestos Generales estaban falsificados, que ocultaban un déficit de 1.500 millones de euros, correspondiente al 2,5% del PIB, y que 8.442 millones de euros no aparecen ni en el déficit de caja ni en la contabilidad estatal. La ocultación es tan descarada y cínica que recientemente se ha generalizado la expresión «apagón estadístico», con especial oscuridad en ministerios decisivos como Hacienda, Economía, Trabajo, Fomento y otros.
Tanta manipulación descarada y hasta soez, por su prepotencia, va encaminada a ocultar la realidad social, con lo que entramos en la cuarta razón. Desde 1998 el capitalismo español ha perdido dos puntos de cuota de mercado en las exportaciones mundiales. La productividad del factor trabajo, a finales de este 2002, supone solamente el 65% de la de los EEUU y el 94% de la UE. Y sigue retrocediendo. Una de las razones que explican esta quiebra interna es, además de otras que no podemos exponer, la incultura y analfabetismo funcional de la fuerza de trabajo de un Estado del que solamente el 18% de sus adultos van a las bibliotecas, mientras que en Gran Bretaña es el 60%. Por otra parte, son tan abundantes los datos sobre la desidia española en la inversión en I+D que solamente pongo como ejemplo que Chequia y Eslovenia invierten en ella más que el Estado español. Recientemente, la OCDE ha mostrado que el presupuesto en educación ha retrocedido del 4,7% del PIB de 1995 al 4,4% del de 1999, sin tener en cuenta el propio aumento del PIB en esos años de expansión económica. También es sabida la estrecha relación entre educación, cualificación de la fuerza de trabajo, I+D y productividad. Pues bien, el Estado español va, junto con Portugal e Italia, en los puestos de cabeza en fracaso escolar y en los de cola en los de I+D.
Esta es una de las causas estructurales que explican la secundariedad del capitalismo español y sus crecientes miedos ante la expansión al Este de la UE. En estas condiciones, a finales de este año sólo veía con optimismo el futuro económico el 12,2% de la población del Estado, cuando en 2001 eran optimistas el 14,6%. Este retroceso espectacular en una cifra ya en sí reveladora, por su pequeñez, es demoledor. No nos debe extrañar esta situación porque, en este solsticio de invierno, el 53% de las fami- lias del Estado pasan dificultades económicas para llegar a fin de mes, un 1,2% más que en 2001, mientras que solamente el 36,7% pueden ahorrar algo a final de mes, un 1,9% menos que en 2001. Situación que empeora indefectiblemente por la precarización, la flexibilidad, etcétera. ¿Cómo puede mejorar el optimismo social si el 62% del empleo creado entre 1995 y 2001 es de baja calidad? Según un informe de casi 200 economistas de octubre del 2002, «en los últimos dos años, España ha recortado su ritmo de crecimiento en casi el 50%, la tasa de crecimiento del consumo privado ha disminuido en más de dos puntos, la inversión en bienes de equipo y las exportaciones se sitúan en tasas negativas, el paro se ha incrementado y la inflación crece ya el doble que el PIB».
Una forma de paliar la crisis es aumentar la explotación nacional y el centralismo opresor, quinta razón. La burguesía española quiere hacer de Madrid la capital de su nuevo imperio. En una década, de 1991 a 2001, la concentración de sedes empresariales en Madrid ha aumentado del 82,4% al 90,2%. La crisis actual endurece esta expoliación de la periferia no española por el centro español. También le presiona en este sentido la debilidad del sentimiento españolista en el Estado: solamente el 14% de la juventud se identifica con España a mitades del 2002. Hay un ejemplo aplastante de la debilidad del españolismo: en 2001 solamente se logró cubrir con plazas «españolas» el 40% de las necesidades de un ejército voluntario. En noviembre de 2002 se ha sabido que se han disuelto dos de las doce brigadas por falta de tropa. Pese a todos los esfuerzos propagandísticos de UCD, PSOE y PP, pese a estas dos décadas, la derecha española reconoce públicamente que el sentimiento españolista es muy pequeño. Que se lo pregunten a Jiménez de Parga y a tantos otros.
En este contexto, el PP no puede permitirse la menor debilidad con los vascos y menos todavía con la izquierda independentista y socialista. Euskal Herria es el eslabón débil de la cadena imperialista interna, del conjunto de mecanismos de opresión nacional, de sexo y de clase que garantizan a la burguesía española una vital sobreganancia que momentos de crisis interna y pérdida de vitales posiciones externas, en un mercado europeo y mundial cada vez más alejado y competitivo. La represión busca, uno y sobre todo, aplastar a los vascos; dos, distraer y engañar a los españoles; tres, atemorizar a las otras naciones trabajadoras oprimidas y a su propia clase obrera, explotándolas más si cabe; cuatro, aumentar así sus beneficios internos para no perder posiciones internacionales y, cinco, intentar fortalecer el nacionalismo imperialista español.