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Argentina: La lucha continúa

Nestor Kirchner busca un nuevo perfil para la Argentina renovación política e ideología populista

Argenpress.Info

A partir de la idea del 'capitalismo nacional' que fue el fuerte del peronismo en 1946 y 1973 hasta el 'rodrigazo', el presidente Néstor Kirchner en su discurso significa un cambio dentro del sistema que apunta a constituir la contrafigura del menemismo neoliberal.
El discurso de Néstor Kirchner se inserta en el discurso ideológico del populismo latinoamericano sobre el cual ya nos referimos (Ver nota: EL POPULISMO, UNA IDEOLOGIA LATINOAMERICANA del 18/09/2002). De todas maneras el discurso ha causado sorpresa entre los observadores internacionales y nacionales.
De su debilidad política al arribar al gobierno con el 22,5% de los votos ha sacado fuerzas, se cuida las espaldas al remover a 27 generales, 13 almirantes y 12 brigadieres. Toda la derecha argentina, sus órganos de prensa y algunos conocidos fascistas de la 'Nueva Provincia' de Bahía Blanca protestan mientras algunos políticos temerosos y tramoyeros del duhaldismo tratan de morigerar la medida que ya ha sido decidida. La campaña contra Kirchner prosigue a manos de los periodistas ideólogos del sistema, como Mariano Grondona que en su columna dominical habla de dos tendencias en el gobierno buscando sembrar desde ya fisuras en el gobierno de Kirchner. Unos serían 'setentistas' y otros 'moderados'. Es la búsqueda desesperada de aliados en la propia tropa de Kirchner, ante una situación complicada en donde todo parecería indicar que el presidente no piensa pactar con el pragmatismo de los Grondona y otros oportunistas de la pluma.
Lo mismo ocurre con las voces del establishment, como la de Miguel Angel Broda, que utiliza el mismo método seguido en los comienzos del gobierno de la Alianza. Comienza a presionar a sectores del ministerio de Economía a favor de los planteos del FMI (Fondo Monetario Internacional), los grupos concentrados de la economía y exige en un país con 20 millones de pobres mayor 'flexibilización del mercado laboral' y agrega con su cretinismo habitual 'debería evitarse una reforma laboral de fuerte contenido ideológico' como si lo que hacen Broda, los Alemann, Manuel Solanet, el CEMA, Emilio J. Cárdenas y Jorge Avila no fuera ideología, una ideología al servicio de los intereses monopólicos extranjeros y del capitalismo depredador.
Han comenzado a operar como lo hizo hace pocos días el diario 'La Nación' al hacerse cargo de un rumor procedente del Consejo de las Américas, que indicaba que Kirchner no duraría un año en el gobierno.
El país todo mira al presidente y espera que cumpla con su programa anunciado en su discurso de hoy 25 de mayo de 2003.
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info@argenpress.info ARGENTINA NO ES LA EXCEPCION EL POPULISMO, UNA IDEOLOGIA LATINOAMERICANA Por: Emilio J. Corbière (Fecha publicación:18/09/2002) El ³caso Rodríguez Sáa² se inserta en la historia del populismo argentino y latinoamericano. Una mirada sobre esta concepción de hacer política, su auge y sus límites. La revolución que viene en el fragor de la lucha de clases.
El fenómeno de Adolfo Rodríguez Sáa se inserta en la tradición del populismo latinoamericano. En nuestro continente las ideologías eurocentristas no tuvieron un impacto, salvo en algunas franjas de las oligarquías cultas o urbanas. En cambio, el populismo, mezcla de revolucionarismo nacionalista, pragmatismo y caída en las redes del imperialismo, ha sido y es una constante.
Ha existido populismo revolucionario, de izquierda, de derecha, militar o civil, religioso o agnóstico. Sobre el tema han trabajado autores como Ernesto Laclau y Torcuato S. Di Tella.
En el siglo XX surgieron políticos que parecían destinados a interpretar y resolver los nuevos problemas sociales y económicos continentales, mediante instrumentos tácticos adecuados a cada situación.
Seis años antes que el mundo se conmoviera con la Revolución Rusa, en México nacía la primera cantera de la revolución indoamericana de contenido social.
Madero y Carranza fueron los líderes burgueses de la Revolución que irrumpió en 1910 y fue extendiéndose hasta plasmar en una constitución. Zapata y Villa fueron la voz y la mano del pueblo oprimido. Luego esa revolución encontraría en Lázaro Cárdenas a su figura arquetípica. Fue Cárdenas quien distribuyó tierras a los campesinos, cumpliendo el lema del movimiento de 1911, que fue "Tierra y Libertad". También nacionalizó el petróleo ante el asombro arrogante del imperialismo.
En un momento se había pensado que la visión continental estaba encarnada por el mexicano José Vasconcelos, y por el argentino José Ingenieros. Pero ambos fueron hombres de doctrina y no de poder.
Mariátegui y Albizu Campos Dos jóvenes revolucionarios la encarnaron desde su visión política: el peruano José Carlos Maríategui, y el cubano Julio Antonio Mella: El primero era el teórico puro; el segundo, la acción heroica. Maríategui murió a hora temprana, víctima de un mal incurable. Mella fue abatido en las calles de México, bajo las balas de los esbirros del dictador cubano, Machado.
En Nicaragua, el nuevo ideal libertador fue enarbolado por Augusto César Sandino, y su faena lo llevó a luchar y resistir en las montañas de su patria, hasta que cayó en una emboscada.
Otro exponente de la corriente popular latinoamericana fue el colombiano Jorge Eliécer Gaitán, cuyo asesinato en 1948, desató una tempestad social que se conoce como "bogotazo".
El nacionalismo puertorriqueño fue encarnado por don Pedro Albizu Campos, quien, con su Partido Nacionalista enfrentó a los norteamericanos para lograr la independencia de su patria: Puerto Rico.
Esos ideales y concepciones populares -desde ópticas diferentes- alentaron por igual a los nacionalistas bolivianos, en 1952; a Perón en la Argentina; a Rómulo Betancourt en Venezuela; a los febreristas paraguayos de 1936; a Fidel Castro en Cuba; a Juan Bosch en la República Dominicana; a Prestes y Getulio Vargas en Brasil; a José Figueres, en Costa Rica; a Marmaduke Grove y Salvador Allende en Chile y a Jacobo Arbenz en Guatemala.
Populismo y Aprismo ¿Porqué recorremos la historia dramática de la América latina a través de éstos hombres? ¿Se trata, tal vez, de una visión heroica de la historia? Por el contrario, si recurrimos al recuerdo de éstos líderes, es nuestra intención ubicar al lector ante la presencia de fuertes corrientes de pensamiento revolucionario y popular que han agitado, y agitan, las aguas de la vida continental.
Todos los movimientos populares latinoamericanos son hijos de la Revolución Mexicana y de la Reforma Universitaria de 1918, nacida en Córdoba y extendida por todo el continente. Si bien es cierto que el anarquismo y el socialismo -desde fines del siglo pasado- influyeron en los sectores intelectuales y obreros urbanos, no lograron, salvo casos muy contados, con la amplia adhesión de masas, que sirvieron de base a los movimientos populistas.
Estos movimientos -socialmente, de naturaleza policlasista- agruparon a obreros, campesinos, intelectuales y a sectores medios, en su resistencia contra los grandes poderes de los monopolios económicos imperiales. Muchas veces, su ideología aparece confusa, ya que se mezclan conceptos socialistas, democratistas, cristianos, humanitaristas y fundamentalmente, nacionalistas revolucionarios.
Desde sus capillas doctrinarias, las izquierdas tradicionales miraron con desdén a esas concepciones y prácticas populistas. Para los socialistas liberales, su nacionalismo lo definían como "autoritario" o "fascista". Era una aplicación mecánica de la realidad europea a nuestro continente. Para los comunistas, especialmente los de raíz soviética, ese populismo era "burgués". Se trataba de aplicar, en abstracto, las consignas de un marxismo mecanicista, ignorando la realidad. De allí que el enfrentamiento se visualizara entre "burgueses" y "proletarios", cuando en Latinoamérica -como en todo el mundo- la contradicción es entre "opresores" y "oprimidos".
El 7 de mayo de 1924, en una sala de la Universidad de México, se reúnen convocados por Raúl Haya de la Torre, estudiantes, obreros, intelectuales, para dar nacimiento a la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA). El jurista mexicano José Angel Ceniceros regala la seda roja que ha de servir para la primera bandera. En el centro de ella, rodeado de un círculo de oro, el mapa también áureo, del continente indoamericano desde el Río Bravo hasta el Cabo de Hornos. Con el aprismo nacía un vasto movimiento indoamericanicista, llamado a ser el pionero del nacionalismo popular continental.
Haya de la Torre entrega a la Federación de Estudiantes la bandera bordada, que representa el anhelo de la nueva generación indoamericana, el ideal bolivariano que inspira a quienes desean unir a las veinte repúblicas en un mismo espíritu. "No sólo queremos a nuestra América unida -decía Haya de la Torre- sino a nuestra América justa. Sabemos bien que nuestro destino como raza y como grupo social, no puede fraccionarse: Formamos un gran pueblo, significamos un gran problema, constituimos una vasta esperanza".
El programa populista El programa aprista establece cinco puntos, que son: 1) Acción contra el imperialismo; 2) Por la unidad política de América Latina; 3) Por la nacionalización de tierras e industrias; 4) Por la interamericanización del Canal de Panamá y 5) por la solidaridad con todos los pueblos y clases oprimidas del mundo.
Ese sería el programa populista en el cual convergerán los movimientos revolucionarios nacionales del continente. La característica del populismo es su carácter de frente de clases. Al concepto socialista y comunista del "partido clasista", el aprismo propone "un bloque o Frente Unico de obreros, campesinos, clase media, organizado bajo la forma y disciplina de Partido".
Así se caracterizarían Acción Democrática de Venezuela, los liberacionistas de Costa Rica, los peronistas argentinos, el Movimiento nacionalista revolucionario de Bolivia y otros similares. ¿Quién dirigía el bloque? La llamada burguesía nacional.
Sindicatos, movimientos y partidos Sin embargo, aunque dependientes y atrasados, los países latinoamericanos han procesado un desarrollo capitalista bastante importante y en consecuencia, especialmente después de la Segunda Guerra Mundial, fueron creciendo y consolidado una importante y numerosa clase obrera urbana y rural.
Desde fines del siglo XIX había comenzado a constituirse la clase obrera, como consecuencia de las inversiones extranjeras en la minería, transporte, frigoríficos y puertos. El trabajo asalariado en el campo se hizo intenso y la burguesía nacional comercial e industrial había comenzado a enfrentar la hegemonía de las oligarquías tradicionales.
Este temprano desarrollo capitalista de enclave o producido por la inversión del capital extranjero, impulsó entre 1880 y 1914 la formación de una incipiente clase obrera particularmente en Argentina, Chile, Brasil y México.
El surgimiento del movimiento sindical, que se fue afianzando posteriormente, hizo que en la América latina cualquier partido que pretenda ser popular, nacional y democrático, debe desarrollarse conjuntamente con los sindicatos. Esto fue aún más decisivo después de los años sesenta, cuando el desarrollo industrial se hizo más rápido, ya sea a través de inversiones de los capitales multinacionales, del capitalismo de estado y del propio empresariado local.
En la Argentina, con una tradición sindical más firme y decantada, el peronismo logró, en los años cuarenta, incorporar masivamente a los trabajadores a las organizaciones sindicales.
Además, el "boom" urbano, el peso de los asalariados industriales y de servicios es muy grande, y por ello, los partidos -en realidad "movimientos"- para posibilitar sus reformas democráticas, debieron contar con el apoyo de los sindicatos. Pero con ello, el partido político clásico -como se lo conoce en Europa y en los Estados Unidos- sufrió una transformación: nació el "movimientismo" alentado por el carácter policlasista de las organizaciones.
El apolitismo sindical El apoliticismo sindical norteamericano no tuvo ningún éxito en ésta parte del continente. La razón está en que la lucha por los derechos sindicales está íntimamente asociada a la lucha por la democracia política, es decir, a desalojar del poder a los partidos conservadores o a las dictaduras militares imperialistas.
Pero tampoco esto es un cliché. Muchos de los movimientos populares (y sindicales) han vencido porque contaron con el apoyo de un núcleo importante de las Fuerzas Armadas, como en Venezuela durante la Revolución de Octubre de 1945, el varguismo en Brasil, los velazquistas peruanos y el peronismo en la Argentina. Luego de afianzarse en el poder, esos procesos pueden adoptar formas liberales-nacionalistas (la Venezuela betancourista) o nacional-populista como en Brasil o Argentina.
En otros casos el empalme del movimiento nacional-democrático se produce con la participación de un sector de las Fuerzas Armadas, pero con la resistencia de otro, como en el caso de la Revolución Mexicana.
El historiador Julio Godio afirma que "en América Latina puede haber -y existe- un sindicalismo amarillo, al servicio de los patrones y conciliador con las dictaduras militares. Pero es muy difícil la consolidación estratégica de un sindicalismo "apolítico". Porque el contexto político exige una permanente lucha política de los sindicatos por mantener su propia existencia, cuestionada tanto por el autoritarismo estatal como por el comportamiento empresarial, que no sólo cede ante las presiones sindicales cuando se enfrenta a un movimiento sindical fuerte".
Los límites del populismo En cuanto a los límites del populismo la historia continental permite apreciarlos en cada uno de los países. En la mayor parte de los casos, las burguesías nacionales -una clase endeble- traicionan los postulados antiimperialistas y de justicia social y pacta con las viejas oligarquías y las multinacionales.
Además, la herencia estatal-liberal que nos viene de la historia determinó que aún en los países latinoamericanos más atrasados la formación y desarrollo de los movimientos nacional-democráticos deben plantear como eje programático la democratización del Estado formalmente existente. Es decir, la aplicación de las constituciones nacionales o su modificación progresista. Un ejemplo de ello fue la Revolución Mexicana.
Aún en los países donde los gobiernos oligárquicos asumen las formas más totalitarias, recurriendo al aparato militar, siempre el movimiento revolucionario debió referirse al objetivo de rescatar la constitución liberal avasallada o proponer un nuevo orden generalmente vigente en la primera mitad del siglo pasado. Cuando el movimiento popular rompe con esa tradición, la discontinuidad se traduce en un cambio político profundo y radical.
Las corrientes ideológicas internacionales El sindicalismo latinoamericano es mayoritariamente político, ligado orgánica e ideológicamente a los partidos de orientación socialdemócrata, marxista o incluso socialcristianos. Esto último explica la fuerte incidencia de las centrales sindicales internacionales, la socialdemocracia (CIOSL), la comunista (Federación Sindical Mundial) y, en menor importancia, la demócrata-cristiana (CMT).
La ubicación político-ideológica de cada uno de los frentes sindicales ayudará para ubicar a los partidos políticos populares del continente. Para 1980 existían en América 24 millones de trabajadores sindicalizados, aproximadamente el 20% de la población económicamente activa. De ese total, CIOSL-ORIT agrupa, en cifras globales, 12 millones, independientes cuentan con 3 millones. A su vez, estos trabajadores se encuentran organizados en 75 centrales nacionales, de las cuales 30 pertenecen a la CIOSL-ORIT, 18 a la FSM-CPUSTAL, 10 a la CMT-CLAT y 17 son independientes.
De aquí podemos concluir que, en la América latina, los alineamientos sindicales son en realidad político-sindicales. El predominio se extiende por un lado a la Internacional Socialista, a la Democracia Cristiana Internacional y finalmente, al Movimiento Comunista Internacional en su corriente pro soviética.
Si bien los sindicatos, como organismos autogestores, engendran poder político, y muchas veces entran en disputa con los partidos políticos y otras fuerzas sociales, la tendencia más generalizada es a la convergencia.
Esto explica el progreso de la socialdemocracia en el campo sindical a partir de 1970, hecho que respondió a un trabajo simultáneo entre le Internacional Socialista, sus partidos afiliados y la CIOSL. Que la ORIT (Organización Regional Interamericana de trabajadores) en su Décimo Congreso celebrado en Toronto (Canadá) en mayo de 1981 haya modificado su carta ideológica, rechazando el apoliticismo e introduciendo la noción de "sindicalismo político" y la ideología socialdemócrata es un dato del avance de la ideología socialdemócrata impulsada por la Internacional Socialista y la dirección de la CIOSL.
En América latina el movimiento obrero se desembarazó con bastante rapidez del anarco-sindicalismo predominante entre 1880 y 1920, especialmente en México y la Argentina. Lo que no quiere decir que ese anarco-sindicalismo no subsista y brote espontáneamente en la práctica sindical. Un caso particular lo ofrece el peronismo, cuyo espontaneísmo de masas, su folklore, el carácter contestatario y desprejuiciado de sus movilizaciones, es un calco o recreación de las manifestaciones anarco-sindicalistas.
Salvo muy contadas excepciones, los partidos monoclasistas han fracasado desde el punto de vista de constituirse en alternativas nacionales. No sólo se trata de los viejos partidos socialistas sino también de los comunistas.
Unos y otros -salvo el caso chileno- no han logrado ser la matriz de los movimientos nacional-populares revolucionarios.
En Cuba o Nicaragua, tanto Castro como el sandinismo se constituyeron como revoluciones nacionalistas, antes que ideológicas. Los comunistas tuvieron débiles raíces nacionales, lo que les facilitó su tendencia a homologar forzadamente las realidades latinoamericanas a categorías específicas del proceso revolucionario ruso u otras experiencias mundiales.
El cuadro de los partidos populares se compone de los monoclasistas -con escasa repercusión electoral-, y los llamados partidos nacionales democráticos, como el Partido Revolucionario Institucional de México; el APRA en el Perú, el Partido Trabhalista Brasileño, Acción Democrática de Venezuela, primero y ahora el chavismo, el peronismo en la Argentina, el Partido Revolucionario Dominicano, el Partido Liberación Nacional de Costa Rica.
Bloques y tendencias Después de la guerra de Argelia y de sus secuelas traumáticas para una parte del socialismo europeo -especialmente el francés-, en la reunión de Oslo de 1961, la Internacional Socialista realizó una apertura hacia los pueblos de América, Asia y Africa, abandonando su visión eurocentrista.
De esa época data la evolución de la I.S., que se ha acrecentado a partir de la reunión de Caracas de 1976 y de Santo Domingo de 1980. La lista de partidos miembros adherentes es enorme: radicales y socialistas chilenos, laboristas de Barbados, PLN de Costa rica, PRD de la República Dominicana, adecos venezolanos, nacionalistas revolucionarios de El Salvador, el Partido Nacional del Pueblo de Jamaica, los socialistas argentinos y uruguayos, el Partido Revolucionario Febrerista del Paraguay, el Movimiento Electoral del Pueblo de Venezuela, el MNR de Izquierda y el MIR bolivianos, el Partido Socialista Democrático y el Frente Unido de la Revolución (FUR) de Guatemala, los sandinistas nicaragüenses, el PTB del Brasil, el Partido de Izquierda democrática del Ecuador, el APRA peruano y otras veinte agrupaciones.
Frente a la socialdemocracia se le oponen los partidos demócratas cristianos, especialmente en Venezuela y Chile. La entidad que los agrupa es la ODCA (Organización Demócrata Cristiana Americana) y los partidos comunistas que se movían en la órbita prosoviética. Son los tres proyectos alternativos que se disputaron, hasta hace poco, el apoyo de las masas populares, en una América latina que busca su destino.
Hoy, con la crisis de la globalización imperialista, nuevos movimientos de masas, tienden a reemplazar a las fuerzas o partidos centristas. Han surgido los zapatistas, los bolivarianos, los movimientos de los Sin Tierra en Brasil. Pero el populismo se niega a desaparecer y está resurgiendo, aunque con pocas perspectivas de hegemonizar los movimientos revolucionarios en el siglo XXI. Todo parecería indicar que los cambios serán socialistas pero será un socialismo a la latinoamericana, como pensaba el gran Amauta peruano, José Carlos Mariátegui, de tipo movimientista, revolucionario, nacional-latinoamericano y descentralizado.