En defensa de la verdad histórica 
¿Cómo llegaron los primeros nazis fugitivos a la Argentina? 
Juan Salinas
  
  Una nota publicada por Página/12 con la firma de Sergio Kiernan ayer 
  (ver abajo) informa sobre la preocupación del Congreso de los Estados 
  Unidos por la reticencia, cuando no simple negativa, de las autoridades argentinas 
  a entregar documentación probatoria del modo en que una ingente cantidad 
  de nazis llegó al país a partir de 1945. 
  No es mi ánimo polemizar con el enfoque del articulista, que como en 
  una larga serie de notas anteriores ensalza el libro de Uki Goñi La verdadera 
  Odessa que puso en evidencia la red montada por Juan Perón con aquél 
  propósito. Pero en defensa de la verdad histórica, no puedo dejar 
  pasar uno de sus párrafos sin hacer un comentario. Se trata del siguiente: 
  "La Ceana, que realiza un buen trabajo académico, parece sin embargo 
  haberse fijado un límite infranqueable: la participación activa 
  de Juan Domingo Perón en la llegada de los nazis a la Argentina". 
  La discrepancia es doble. Por un lado, el capítulo del informe de la 
  Ceana relativo a la actividad de los submarinos alemanes en el mar argentino 
  con especial referencia a los dos que se rindieron en Mar del Plata el 10 de 
  julio y el 17 de agosto de 1945, redactado por Ronald Newton, no es un buen 
  trabajo académico. Por el contrario, se trata de una falsificación 
  histórica, como se prueba detalladamente en nuestro libro (de quien escribe 
  y de Carlos De Nápoli) Ultramar sur. La última operación 
  secreta del Tercer Reich (Norma). Por el otro -y aún más importante- 
  en él se prueba a partir de la documentación existente que los 
  primeros nazis que llegaron a la Argentina lo hicieron en submarinos; que lo 
  hicieron bajo la vista gorda de Winston Churchill y el Almirantazgo británico, 
  y que fueron ayudados en su desembarco por la Armada argentina cuyo jefe, el 
  vicealmirante Vernengo Lima era entonces el principal enemigo del coronel Juan 
  Perón, y cuyos subordinados intervinientes en la maniobra (como el capitán 
  Isaac Rojas) iban a ser, diez años después, los principales protagonistas 
  del cruento golpe de Estado que derrocó a Perón. 
  Ya que hablamos de reticencias y negativas y ante el llamativo silencio de los 
  medios en cuanto a hacerse eco de este crucial descubrimiento histórico, 
  invito a los interesados a que lean la síntesis que se incluye debajo 
  del artículo de Kiernan. 
  
  
  El escándalo de los archivos nazis llega al congreso de EE.UU. 
  
  Un diputado demócrata presentará el reclamo para que el gobierno 
  argentino "libere la documentación sobre la llegada de nazis". 
  
  Facsímil de la presentación
  del diputado Maurice Hinche. 
   
  Por Sergio Kiernan 
  
  El notable silencio que mantiene el gobierno argentino sobre los reclamos para 
  que realmente abra sus archivos nazis a los investigadores está a punto 
  de convertirse en un segundo papelón internacional. El primero fue la 
  publicación en marzo de una extensa nota en el prestigioso diario The 
  New York Times. Esta semana, la cosa es todavía más seria: el 
  diputado demócrata Maurice Hinche presentará un proyecto de resolución 
  para que el Congreso de los Estados Unidos "urja al gobierno argentino a liberar 
  los documentos oficiales sobre la relocación a Argentina de nazis y otros 
  criminales de guerra" luego de 1945. 
  En su escrito ante la Cámara de Representantes, el diputado Hinche le 
  recuerda a Argentina sus deberes como parte de la Task Force internacional para 
  la Cooperación en la Educación, el Recuerdo y la Investigación 
  sobre el Holocausto y signataria de la Declaración de Estocolmo, que 
  obliga a las partes a "arrojar luz sobre las áreas todavía obscuras 
  del Holocausto." El pedido de declaración detalla que en 1997 Argentina 
  creó la Ceana, la Comisión para el Estudio de Actividades Nazis 
  en Argentina, con el explícito mandato de investigar quién vino 
  al país, qué botín trajo y qué actividades desarrolló. 
  Con cortesía diplomática, Hinche señala que "hacen falta 
  más esfuerzos (que los realizados por la Ceana) para que Argentina cumpla 
  con sus obligaciones internacionales e ilumine la llegada de nazis al país". 
  
  La Ceana, que realiza un buen trabajo académico, parece sin embargo haberse 
  fijado un límite infranqueable: la participación activa de Juan 
  Domingo Perón en la llegada de los nazis a Argentina. La Comisión, 
  que cuenta con un rutilante firmamento de investigadores locales y extranjeros, 
  parece extrañamente incapaz de encontrar los documentos que revelen exactamente 
  cómo fue la ruta de las nazis que terminaba en Buenos Aires. Es una miopía 
  sospechosa: los reclamos actuales se basan en el simple hecho de que un investigador 
  argentino, el periodista Uki Goñi, encontró esos mismos papeles 
  sin ayuda oficial y sin las herramientas de una Comisión creada por el 
  mismo presidente de la Nación. Para peor, publicó sus hallazgos 
  en el libro La verdadera Odessa. 
  El libro sostiene que Juan Domingo Perón creó, literalmente en 
  su despacho de la Casa Rosada, una red internacional de agentes que trajo a 
  centenares de criminales de guerra al país. Usando las embajadas argentinas 
  en seis países europeos y creando oficinas "de inmigración" como 
  bases, los agentes dieron nuevas identidades, documentos, dinero y pasajes a 
  alemanes, franceses, belgas, holandeses y croatas. Como bien recuerda el diputado 
  Hinche, en esos momentos llegaron asesinos como Erich Priebke, Adolf Eichmann, 
  Ante Pavelic y Kurt Christmann. La red operó durante varios años, 
  costó una fortuna y fue de lejos la más compleja operación 
  internacional de la inteligencia argentina. 
  Por las suyas y con trabas oficiales más o menos explícitas, Goñi 
  rastreó papeles por toda Europa y en Estados Unidos, encontrando allá 
  lo que aquí no se exhibe o se niega que existe. Su libro fue publicado 
  primero en Londres y luego en EE.UU. por Granta Books. En diciembre se editó 
  en castellano y fue entonces que el Centro Simon Wiesenthal envió cartas 
  a la SIDE –heredera de los archivos de inteligencia de la época de Perón–, 
  al Ministerio del Interior –que daba a través de Migraciones los documentos 
  a los nazis–, y a la Cancillería –que manejaba las "bases" de la red– 
  pidiendo que los documentos que Goñi obtuvo o averiguó que existían, 
  fueran liberados a otros investigadores. 
  Las respuestas fueron un verdadero desfile de mala fe. El jefe de Inteligencia 
  contestó que no existían esos papeles, agregando confusamente 
  que igual sólo se entregan cuando los pide la Justicia. Interior y Exterior 
  ni se molestaron en contestar. La Conferencia Episcopal Argentina, preguntada 
  por el más que activo apoyo de la Iglesia a la redde Perón, se 
  fue por la tangente contestando que "como en esa época no existía", 
  mal podía entregar papeles de "esa época." 
  Página/12 cubrió estas idas y venidas en una serie de notas publicadas 
  desde diciembre. El domingo 9 de marzo, el corresponsal del New York Times en 
  Argentina, Larry Rohter, subió la apuesta con una página completa 
  –de hecho, la página 3, la más importante del diario– revelando 
  el mutismo oficial argentino. El diputado Hinche hasta cita esa nota en su proyecto 
  de declaración. 
  Los funcionarios Carlos Ruckauf, Miguel Angel Toma y Jorge Matzkin, ahora de 
  salida del poder, mantuvieron un pétreo silencio ante los sucesivos requerimientos. 
  Silencio que ya rindió papelones periodísticos y ahora le dejará 
  al próximo gobierno otro, más grave, con el Congreso de los Estados 
  Unidos. 
  
  Obediencia debida y zona liberada 
   
  Cómo fue que al término de la Segunda Guerra Mundial el jefe de 
  la Armada Argentina, enemigo jurado del "nazi" Perón, estableció 
  un "área libre" para que los submarinos alemanes fugitivos pudieran desembarcar 
  sin contratiempos y por qué resulta obvio que lo hizo acatando una "sugerencia" 
  de Londres y acaso también de Washington. 
  
  JUAN SALINAS Y CARLOS DI NAPOLI (*) 
  
  Habían pasado tres semanas desde la capitulación de Alemania. 
  En la imponente Escuela Naval de Narwick, junto a Flensburg, cerca de la frontera 
  con Dinamarca, transcurrían las últimas horas del "gobierno" presidido 
  por el almirante Karl Dönitz, al que el desaparecido Adolf Hitler había 
  nombrado sucesor. Las relaciones entre los aliados anglosajones –que combatían 
  encarnizadamente con las tropas japonesas en Okinawa- y la Unión Soviética 
  eran muy tensas, entre otras cosas por la benevolencia británica para 
  con ese gobierno residual. 
  
  En Buenos Aires, el jefe del Estado Mayor de la Armada argentina, vicealmirante 
  Héctor Vernengo Lima -anglófilo y acérrimo enemigo del 
  ascendente coronel Juan Domingo Perón, a la sazón vicepresidente 
  y ministro de Guerra- le envió una comunicación secreta al ministro 
  de Marina, contralmirante Alberto Teissaire. En ella -fechada el 22 de mayo 
  de 1945- le informó que según el Ministerio de Relaciones Exteriores, 
  varios submarinos alemanes estaban cruzando el Atlántico rumbo a la Argentina. 
  
  
  Vernengo Lima agregó que al parecer los submarinos alemanes intentaban 
  llegar al Japón. "Este Estado Mayor General opina que debe darse la orden 
  al señor Comandante en Jefe de la Escuadra de Mar para que evite el pasaje 
  de submarinos alemanes del Atlántico al Pacífico, estableciendo 
  un patrullado conveniente en el extremo Sur hasta nueva orden", recomendó. 
  
  
  Teissaire ordenó el patrullaje pero todo indica que no guardó 
  debidamente el secreto. Al trascender, la nota de Vernengo Lima desató 
  una aguda lucha diplomática. La Embajada de los Estados Unidos se desesperó 
  por averiguar cómo había obtenido la Marina argentina información 
  de que varios U-Bootes (Untersesbootes, submarinos) estaban navegando rumbo 
  a la Argentina. Desde su punto de vista, podías descartarse que la fuente 
  original fuera el Ministerio de Relaciones Exteriores. Ergo: su mención 
  no había sido más que un subterfugio de Vernengo Lima para encubrir 
  a la verdadera (ver recuadro). 
  
  "La actitud de las autoridades navales argentinas (...) de rehusarse a revelar 
  la fuente de su información sobre la proximidad de submarinos alemanes 
  a la costa argentina es extraordinaria, hablando en términos moderados", 
  informó a sus superiores el 29 de mayo Eric Wendelin, de la División 
  de Relaciones Exteriores en el Río de la Plata del Departamento de Estado. 
  Furioso, Wendelin recomendó extremar la presión y amenazar al 
  gobierno argentino con todo tipo de represalias, incluida la de denunciarlo 
  públicamente como protector de los fugitivos nazis cuando en octubre 
  se realizara en San Francisco la solemne reunión fundacional de las Naciones 
  Unidas. 
  
  Al día siguiente, 30 de mayo, el jefe de la Escuadrilla de Torpederos 
  de la Armada informó que la marina chilena ya estaba vigilando el Estrecho 
  de Magallanes, y que pronto la argentina se sumaría a la tarea. El alto 
  oficial estimó que si los submarinos alemanes intentaban llegar a Japón, 
  intentarían llegar al Pacífico luego de pasar por el Estrecho 
  de Lemaire o bien bordear por el oeste la Isla de los Estados. 
  
  Según le comunicó seguidamente la Cancillería argentina 
  al Foreign Office, la Armada argentina estaba movilizando todos los destructores, 
  torpederas y barreminas disponibles, así como a la aviación naval, 
  para realizar un patrullaje intensivo de las costas marítimas e incluso 
  había dispuesto que un grupo de destructores formase una cadena en el 
  Cabo de Hornos a fin de impedir que los submarinos alemanes alcanzasen el Pacífico. 
  
  
  Aun así, resulta evidente que, si en verdad se hizo, el patrullaje argentino 
  fue pour la galerie y se habrá desarrollado fugazmente y en un clima 
  de distensión, pues antes de que comenzara, en la noche del 28 al 29 
  de mayo el Almirantazgo británico anunció en Londres que "Todos 
  los buques que naveguen el Atlántico podrán hacerlo con las luces 
  encendidas". Estas palabras obraron como un bálsamo en quienes surcaban 
  el océano. El mensaje equivalía a asegurar que ya no había 
  peligro alguno. Por lo que, cuatro días más tarde, Vernengo Lima 
  ordenó suspender el patrullaje. 
  
  Una pareja en bote 
  
  El 9 de junio se cumplió un mes de la formal capitulación de Alemania 
  en Berlín. En la desvastada capital alemana, el héroe de Stalingrado, 
  el mariscal Giorgi Zucov, cuyas tropas habían ocupado el bunker de la 
  Cancillería berlinesa, ofreció una conferencia de prensa junto 
  a otros altos jefes militares de las potencias vencedoras. Zucov admitió 
  entonces que "nosotros no hemos encontrado el cuerpo de Hitler" y añadió 
  que, por lo que sabía, Hitler había conseguido escapar de Berlín 
  en avión. Por fin dijo que los servicios de informaciones del Ejército 
  Rojo habían "establecido de manera indiscutible" que, a escasas horas 
  del supuesto suicidio de Hitler y Eva Braun, un submarino alemán del 
  tipo "gran crucero" se había hecho a la mar en Hamburgo, llevando a una 
  mujer entre su tripulación. 
  
  Habían pasado más de dos semanas desde entonces cuando, el 26 
  de junio, la jefatura de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (PBA) 
  informó desde La Plata al mayor Oscar Contal, jefe de Coordinación 
  Federal, que un submarino no identificado había sido visto en el Golfo 
  de San Julián (sic) mientras era reabastecido de combustible por un velero. 
  Del submarino –continuó el informe- habían desembarcado en un 
  bote de goma un hombre y una mujer. La pareja –puntualizó- había 
  sido recibida por un ciudadano alemán que la había traslado en 
  otro velero hasta una playa cercana a Stroeder –al sur de la provincia de Buenos 
  Aires- y desde allí por vía terrestre hasta una estancia recientemente 
  comprada, cerca de la localidad de Verónica.{[1]} 
  
  Holger M. Meding, autor de La ruta de los nazis, señala que "ni la chismosa 
  colectividad alemana en general, ni la elite nazi en el exilio, y ni siquiera 
  un buen amigo de los nazis como el Capitán de Navío Eduardo Aumann{[2]} 
  tuvieron conocimiento cierto de los desembarcos" y destaca que ningún 
  informe "secreto" de la marina o la policía, con información sobre 
  posibles desembarcos salió a la luz después de la caída 
  de Perón y conjetura que, de haber existido esos informes, los enemigos 
  de Perón los habrían revelado. 
  
  Los enemigos de Perón, en cambio, jamás lo acusaron de haber sido 
  cómplice de desembarcos clandestinos de submarinos alemanes fugitivos. 
  Y al dictarle sus monumentales memorias a Jorge González Crespo, el almirante 
  Isaac Francisco Rojas, principal líder del golpe militar que derrocó 
  a Perón en septiembre de 1955, se limitó a hacer un escueto comentario 
  acerca de los submarinos alemanes que huyeron hacia la Argentina, asunto que 
  no podía obviar, ya que dos de ellos se habían presentado en la 
  base naval de Mar del Plata (el U-530, el 10 de julio, y el U-977, el 17 de 
  agosto, pasados tres meses y una semana desde el final de la guerra en Europa). 
  
  
  Rojas se limitó a comentar que ambas rendiciones suscitaron "toda suerte 
  de versiones que implicaban la especie de que en ellos venían importantes 
  jerarcas nazis y grandes tesoros del Tercer Reich"y a pontificar que "todos 
  estos comentarios fueron elaborados mediante sectarios intereses políticos 
  y económicos que a la luz de los años nunca pudieron ser corroborados". 
  
  
  Se trata de un comentario inesperado en quien jamás desperdició 
  la menor oportunidad de proclamarse enemigo mortal de los totalitarismos y enrostrarle 
  a Perón complicidades reales o supuestas con el nazismo. 
  
  Sucede que había estado involucrado personalmente en aquellos desembarcos. 
  
  
  La tragedia del Bahía 
  
  El 4 de julio por la mañana, el crucero brasileño Bahía, 
  que se encontraba muy lejos de la costa asistiendo el cruce de los aviones de 
  la US Air Force desde Europa al teatro de operaciones asiático -donde 
  Japón seguía combatiendo- desapareció bajo las aguas. Una 
  enorme explosión destruyó su popa y mató a unos cien de 
  sus 472 tripulantes, entre los que había cuatro radioperadores norteamericanos. 
  
  
  Incomprensiblemente, su desaparición no fue registrada por el Comando 
  Naval del Nordeste con base en Recife hasta cuatro días más tarde, 
  cuando la mayoría de los naúfragos habían perecido de sed. 
  Sólo sobrevivieron 36 hombres, menos de la décima parte. Se trata 
  de la mayor tragedia naval brasileña de la historia y sus 336 víctimas 
  superan en número a las del crucero General Belgrano, torpedeado por 
  el submarino nuclear británico Conqueror en 1982. 
  
  La noticia –la Marina Brasileña atribuía la explosión a 
  "una mina a la deriva"- fue dada por los diarios argentinos el martes 10 de 
  julio, y de inmediato opacada por otra, ya que esa misma mañana se rindió 
  el U-530. "Es muy difícil explicar el impacto que produjo la aparición 
  en la base de Mar del Plata de uno de los famosos submarinos alemanes. La distancia 
  tecnológica entre nuestros submarinos y los de ellos era mucha y sus 
  tripulantes eran para el público lo que fueron los astronautas de la 
  NASA a fines de los años ‘60", contextualizó un alto vocero de 
  la Armada. 
  
  El U-530 era un moderno submarino del tipo IX-C, de 77 metros de eslora (largo) 
  y 1.120 toneladas de desplazamiento. Su aspecto era calamitoso. El casco, despintado 
  y marrón rojizo por el óxido, contrastaba vivamente con el gris 
  acerado de los submarinos argentinos. Carecía de cañón 
  y ametralladoras, y de los 22 torpedos que componían su dotación 
  habitual sólo conservaba en los tubos uno, tu, eléctrico y descompuesto, 
  imposible de disparar. 
  
  Los 53 tripulantes tenían un promedio de edad de 23 años y en 
  su mayoría se presentaron indocumentados. Estaban a las órdenes 
  del teniente de navío Otto Wehrmut, de 25 años, a quien secundaba 
  el teniente Kurt Felix Schüller, hermano de Viktor, un oficial internado 
  en la Argentina desde 1939, cuando el acorazado Graf Spee fue hundido por orden 
  de su comandante en la rada de Montevideo. 
  
  El jefe de la base de Mar del Plata, capitán de fragata Julio César 
  Mallea, impidió que los desembarcados hablaran con los periodistas, alegando 
  tener precisas instrucciones del Ministerio de Marina{[3]}. Junto a Mallea se 
  encontraba un joven oficial del arma de submarinos y del Servicio de Informaciones 
  Navales (SIN) Francisco Manrique, de 26 años, quien reportaba directamente 
  al entonces capitán de navío Isaac Rojas, secretario del ministro 
  Tessaire.{[4]} Como había cursado la escuela primaria en el Colegio Alemán 
  de su Mendoza natal, "Paco" Manrique chapurreaba el idioma de Goethe. Las primeras 
  preguntas que le hicieron Mallea y Manrique a Wehrmut eran previsibles: "¿Estuvo 
  Hitler o algún otro dirigente del Reich a bordo?" {[5]}. Y enseguida: 
  "¿Hundieron ustedes al Bahía?". 
  
  Wehrmut negó con vehemencia ambas acusaciones. Reconoció en cambio 
  verbalmente -lo que no quiso hacer por escrito- que el fin de la guerra había 
  sorprendido al U-530 en aguas estadounidenses, y que en ellas había disparado 
  siete torpedos (de los diez que, dijo, habría cargado al zarpar de Noruega) 
  pero juró que en todos los casos había marrado a sus blancos, 
  los cuales, por si acaso, no quiso identificar. 
  
  El joven comandante alemán calculó que un segundo submarino se 
  entregaría en ese mismo lugar en el plazo de una semana. La noticia, 
  filtrada por los interrogadores a los periodistas, ganó la calle y fue 
  reflejada por los diarios. Noticias Gráficas incluso precisó que 
  "se encontraría cerca un submarino gemelo del U-530". 
  
  A pesar de que Argentina le había declarado tardíamente la guerra 
  a Alemania, la misma noche del jueves 10 la tripulación del U-530 fue 
  agasajada con un banquete en el que participaron en calidad de anfitriones sus 
  cancerberos y a cuyos postres habló y agradeció ese recibimiento 
  un emocionado Wehrmut. Mientras tanto, en Buenos Aires, el ministro Tessaire 
  se disculpó por el retraso en el interrogatorio de los marinos alemanes, 
  que atribuyó a la falta de intérpretes. Dijo que había 
  dado "instrucciones precisas de revisar el Diario de Navegación, investigar 
  la ruta efectuada por la nave hasta llegar al puerto argentino y estudiar las 
  operaciones navales realizadas", ya que el análisis de esos documentos 
  permitiría "dejar perfectamente aclarados los rumores de que a bordo 
  del buque había personalidades políticas germanas o que las mismas 
  hubieran desembarcado con anterioridad en otro lugar de la Argentina"{[6]}. 
  
  
  Pero hacia la medianoche, inesperadamente, el Ministerio de Marina dio a conocer 
  un comunicado. Resultaba obvio que su redactor no había sido el ministro. 
  Consistía en cuatro afirmaciones, a cada una más sorprendente: 
  
  
  "Primero: que las investigaciones practicadas establecen que el submarino alemán 
  U-530 (...) no fue el que originó el hundimiento del Bahía". Leído 
  con suspicacia, alentaba las sospechas de que los ignotos redactores sabían 
  que el responsable había sido otro U-Boote. 
  
  "Segundo: que a bordo de la citada nave no llegó ningún político 
  ni militar alemán". Una aseveración absurda pues todos los tripulantes 
  eran militares alemanes. 
  
  "Tercero: que antes de entregarse a las autoridades, no llegó a la costa 
  argentina ninguna persona procedente de la embarcación". Una afirmación 
  harto temeraria, pues el ministro había dicho que aún no se había 
  interrogado a la tripulación, y por cierto, pronto se sabría que 
  al submarino le faltaba un bote de salvamento.{[7]} 
  
  "Cuarto: que las personas desembarcadas pertenecen todas la tripulación 
  del submarino, cuya nómina se ha dado a conocer". ¿Qué nómina? 
  Como la inmensa mayoría de los prisioneros se había desembarazado 
  de sus documentos de identidad, esa lista era producto de su mera declaración. 
  
  
  El comunicado nada decía acerca de que al U-530 le faltara la práctica 
  totalidad de su armamento, torpedos y aparatos de precisión. Y, menos, 
  que se hubieran extraviado el cuaderno de bitácora y los libros de navegación, 
  a los que Teissaire se acababa de referir. 
  
  Periodistas y marinos brasileños reaccionaron indignados ante tantas 
  afirmaciones sin fundamento. Y O Globo señaló que "Hay fuertes 
  indicios de que un submarino nazi habría sido el responsable del desastre 
  (del Bahía), al haber alcanzado con un torpedo su pañol de popa". 
  
  
  "El almirante Jorge Dodsworth Martins, comandante naval del Centro" con base 
  en Río de Janeiro, continuaba la crónica, "insistió en 
  la hipótesis de que el Bahía fue alcanzado por un submarino alemán 
  que se refugió en la Argentina y que ello coincide con la versión 
  de que chocó con una mina, que bien pudo haber sido lanzada por este 
  corsario". 
  
  En la misma edición O Globo también informó que, contradictoriamente, 
  "Junto al comando naval argentino, el Departamento de Marina estadounidense 
  hizo sus investigaciones y concluyó que el submarino alemán U-530, 
  ahora en Mar del Plata, no tiene ninguna responsabilidad en el hundimiento del 
  Bahía". De esta modo confirmó así que el fulminante comunicado 
  exculpatorio del Ministerio de Marina argentino había sido redactado 
  en acuerdo con Washington, que insólitamente negaba que marinos estadounidenses 
  hubieran estado en el Bahía al momento de la catástrofe, presencia 
  que ya había sido revelada por dos sobrevivientes. 
  
  El jefe del Comando Naval del Nordeste, vicealmirante Oliveira Texeira, anunció 
  la apertura de una investigación para determinar cómo se había 
  producido la voladura de la popa del Bahía. Al dar la noticia, O Jornal 
  adelantó que siendo muy "pocos los sobrevivientes del desastre, serán 
  menos quienes estarán en condiciones de prestar un testimonio esclarecedor, 
  teniendo en cuenta que, según se sabe, el hundimiento se produjo de manera 
  bastante rápida". Los investigadores, explicó, manejaban tres 
  hipótesis: "una explosión en el pañol de la pólvora, 
  el choque con una mina, o la menos probable del torpedeamiento". Por lo visto, 
  Oliveira Teixeira deseaba desechar de antemano esta posibilidad. 
  
  Para O Globo no podía descartarse que el U-530 se hubiera escondido, 
  al acecho, en las rocas de San Pedro y San Pablo. Aunque no lo aclaraba, esa 
  sospecha se fundaba en que el 24 de junio un avión de reconocimiento 
  de la MB había detectado junto a ellas la presencia de un submarino. 
  Más importante aún: el vespertino A Noite destacó que "una 
  alta autoridad naval" había confirmado que el día anterior al 
  hundimiento del Bahía -es decir, el 3 de julio- el torpedero Bocaina, 
  al mando del comandante Augusto Lopes Da Cruz había detectado un submarino 
  no identificado cuando navegaba por la misma zona en la que el Bahía 
  se había hundido. 
  
  Los diarios uruguayos aseguraban que otro submarino merodeaba la desembocadura 
  del Río de la Plata esperando el momento de entregarse. Y La Nación 
  señaló que las autoridades navales argentinas no descartaban "la 
  posibilidad de que algunos submarinos puedan haberse refugiado en caletas aisladas 
  (de la costa argentina), donde pueden permanecer tiempo indeterminado"{[8]}. 
  
  
  Wehrmut y sus hombres habían admitido que no navegaban solos. O bien 
  habían informado también que otros U-Bootes habían proseguido 
  su marcha hacia el sur, o la Marina Argentina había obtenido ese dato 
  preciso de Washington, de Londres o simultáneamente desde ambas capitales. 
  
  
  El rumor de que pronto llegaría otro U-Boote ganó la calle, que 
  rebautizó al joven comandante alemán como "Cinzano", no sólo 
  por el vermut al que parecía aludir su apellido, sino también 
  porque la aparición del U-530 era percibida como un aperitivo antes de 
  la aparición del plato principal. La expectativa, describe Jorge Camarasa, 
  era enorme, ya que "los cadáveres de Hitler y de su flamante esposa Eva 
  Braun no habían sido hallados, y la historia del suicidio y la posterior 
  cremación de los cuerpos podría haber sido urdida para facilitar 
  su fuga...". 
  
  Ante esta conmoción pública, Mallea ofreció una breve rueda 
  de prensa. Informó en la base naval que Wehrmut y los demás oficiales 
  alemanes decían haber zarpado el 19 de febrero de un puerto alemán 
  –por Kiel- y haber permanecido en las costas noruegas hasta el 3 de marzo, fecha 
  en que afirmaban haber zarpado junto a otras naves hacia el Atlántico 
  Norte, al que habrían llegado con muchas provisiones pero con muy poco 
  combustible. 
  
  Sin aclarar como habían podido llegar entonces a Mar del Plata, Mallea 
  agregó que a bordo del U-Boote prácticamente no se había 
  encontrado documentación, y que los oficiales alemanes decían 
  haber arrojado al mar el cuaderno de bitácora y los libros de navegación. 
  Del mismo modo, agregó, la mayoría de los tripulantes, especialmente 
  los más jóvenes, carecía de documentos que acreditaran 
  su identidad. Sin embargo, comentó que, dada su juventud, no parecía 
  razonable que entre ellos se hubieran infiltrado jerarcas nazis. 
  
  
  
  Avistamientos, persecuciones y desembarcos 
  
  Minutos después de terminada la rueda de prensa, se dio la alarma por 
  el avistamiento de un submarino. Había sido visto desde el faro Recalada, 
  situado sobre la playa de Monte Hermoso, en el extremo sur de la provincia de 
  Buenos Aires. Un avión de la base naval de Puerto Belgrano salió 
  en su búsqueda, pero regresó sin novedad. 
  
  Al mismo tiempo, el almirante Dodsworth Martins insistió en Río 
  de Janeiro en que "según mis cálculos de navegación, el 
  submarino pirata (por el U-530) pudo haber estado en el sitio del desastre del 
  Bahía en la mañana del 4 de julio". El almirante debía 
  haber hecho algunos cálculos elementales: Para llegar desde el lugar 
  del hundimiento (que, se sabría más tarde, era la intersección 
  de la línea del ecuador con la longitud 30ª O) en menos de seis días, 
  el U-530 tenía que haber navegado a 21 nudos, velocidad ciertamente alta 
  pero no imposible si se tiene en cuenta que -aunque la Armada Argentina siguiera 
  ocultándolo- se había entregado sin torpedos, cañón, 
  ametralladoras y municiones, un aligeramiento de peso de casi 50 toneladas, 
  lo que le permitía emerger medio metro adicional y ganar un décimo 
  de velocidad. Con ambos motores diesel funcionando a la máxima potencia, 
  era posible que hubiera podido llegar en ese plazo a Mar del Plata. 
  
  Dodsworth Martins insistió en que aun en el caso de que el U-530 no hubiera 
  hundido al Bahía, era probable que algún otro U-Boote lo hubiera 
  hecho, ya que en la víspera de la tragedia el torpedero Bocaina había 
  detectado la presencia de un submarino en la misma zona en que aquella se había 
  producido. Y añadió que aunque el U-530 hubiera pasado por las 
  rocas de San Pedro y de San Pablo antes del 4 de julio, tal como alegaban sus 
  oficiales, bien podía haber sembrado la zona de minas. 
  
  El almirante fue lapidario al descartar la hipótesis de una explosión 
  espontánea de la santabárbara del Bahía, tal como sostenían 
  fuentes anónimas y habían reflejado algunos medios. Y subrayó 
  que "desde el lado moral, el comandante nazi se hallaba en un estado de latente 
  agresividad contra Brasil, ya que pudiendo elegir un puerto brasileño 
  para rendirse, no lo hizo". 
  
  Al día siguiente, en Moscú, el diario Izvestia destacó 
  que "sería interesante saber quién viajó oculto y también 
  quién pudo abastecer a esa nave pirata con alimentos y combustibles durante 
  los dos últimos meses". 
  
  
  
  Sin documentos 
  
  El 12 de junio, Mallea admitió ante la prensa que el U-530 se había 
  entregado sin armamento útil y que Wehrmut reconocía haber disparado 
  frente a las costas de Nueva York siete torpedos a un convoy aliado que se alejaba 
  del continente sin haber dado en el blanco, así como haber ordenado arrojar 
  al mar poco antes de entregarse "los seis torpedos restantes" (sic), el cañón, 
  "que pesaba 5.000 kilos", las ametralladoras y municiones. 
  
  No explicó, en cambio, cómo, si había zarpado desde Noruega 
  para su última patrulla a principios de marzo, había pasado más 
  de tres meses sin reabastecerse de combustible. Necesariamente debía 
  haber sido reabastecido en alta mar o recalado en algún puerto amigo. 
  La falta de respuesta a este crucial interrogante aumentó la sospecha 
  de que hubiera pasado parte de aquellos tres meses a buen reparo, posiblemente 
  en una isla atlántica. 
  
  La Armada Argentina deseaba quedarse con la nave y ese mismo 12 de junio izó 
  en su mástil la bandera nacional, pero la reacción de los Estados 
  Unidos y Gran Bretaña fue fulminante: no sólo exigieron a coro 
  la entrega inmediata del submarino, sino también de toda su tripulación. 
  Ante el virtual ultimátum, y a fin de guardar las formas, el presidente 
  Farrell dispuso que una comisión -presidida por Perón- resolviera 
  la posición argentina. Horas después, el 13 de julio, tras señalar 
  que el U-530 había "violado voluntaria o involuntariamente (sic) los 
  compromisos contraídos en el acta de rendición de Reims" que obligaba 
  a todos los U-Bootes a "la entrega incondicional" a los aliados tras "emerger 
  izando una bandera negra", la comisión recomendó poner el submarino 
  "a disposición de los Estados Unidos e Inglaterra juntamente con su tripulación 
  y las actuaciones realizadas por nuestras fuerzas navales". 
  
  
  
  La persecución del Babitonga 
  
  Ese mismo 13 de julio, al cumplirse una semana del hundimiento del Bahía, 
  el Departamento de Marina de los Estados Unidos difundió un comunicado 
  en el que estimó que "si bien se desconoce la suerte de cuatro a seis 
  submarinos alemanes en el Atlántico, se cree que éstos fueron 
  hundidos. Por otra parte, se tiene la seguridad de que, si hubiera alguno navegando, 
  no estará ya operando en el Atlántico". A pesar de estas suposiciones, 
  el comunicado agregaba que aun en el caso de que hubiera algún U-Boote 
  navegando por el Atlántico, no era "factible" que tuviera "suficiente 
  radio de acción como para llegar al Japón". 
  
  La insistente mención a la supuesta intención de los U-Bootes 
  fugitivos de llegar al archipiélago japonés era una evidente "cortina 
  de humo": Para entonces, las tropas imperiales se batían en retirada 
  de la isla de Okinawa, dejando en sus playas centenares de miles de cadáveres 
  para concentrarse en la defensa de las islas centrales mientras la aviación 
  aliada descargaba miles de bombas incendiarias sobre Tokio. ¿Quién querría 
  llegar a Japón en esas circunstancias? 
  
  También el 13 de julio, el sonar del torpedero Babitonga, que había 
  reemplazado al Rio Grande do Sul en la Estación 13 –donde se había 
  hundido el Bahía- detectó dos cuerpos sumergidos a escasas 1.200 
  yardas. Parecían submarinos, y como no obtuvo respuesta a sus reiterados 
  pedidos de identificación, el comandante, capitán de corbeta Daniel 
  Dos Santos Parreira, dio la alarma a las naves del Grupo de Tareas 27.1.1 (que 
  se había formado para buscar a los náufragos del Bahía) 
  tras lo cual ordenó perseguir a los intrusos, acción que se ejecutó 
  durante cuatro días consecutivos. 
  
  El Babitonga y su comandante eran un orgullo de la MB. Al igual que el comandante 
  del Bahía, Garcia D’avila Pires Carvalho e Alburquerque, Dos Santos Parreira 
  - oficial del Estado Mayor, ingeniero civil e hidrógrafo- se había 
  especializado en Estados Unidos en la lucha antisubmarina. La nave que comandaba 
  era un torpedero moderno, versátil y con gran poder de fuego que había 
  servido durante los primeros años de la guerra en la US Navy con el nombre 
  de DE 101 Alger. Los Estados Unidos lo habían donado a Brasil para fortalecer 
  su capacidad de lucha contra los temidos lobos grises. 
  
  Alternadamente al mando de Dos Santos Parrerira y de su segundo, el capitán 
  Sergio Duarte Nunes, el Babitonga persiguó tenazmente a los misteriosos 
  submarinos. Curiosamente, al menos uno de ellos -¿o sería un tercero?- 
  parecía tener intenciones de permanecer en la zona, ya que el 18 de julio 
  el Babitonga volvió a captar nítidas señales de su presencia. 
  Con los hidrófobos, los técnicos corroboraron no sólo que 
  efectivamente el cuerpo hundido era un submarino, sino también que intentaba 
  pasar inadvertido, moviéndose muy lentamente, con sus hélices 
  girando a muy pocas revoluciones por minuto. Luego de aumentar la velocidad 
  de las propias hélices para descartar que el sonar estuviese retrasmitiendo 
  un eco propio, Dos Santos Parreira ordenó atacarlo con cargas de profundidad 
  convencionales y las de nuevo tipo, las letales hedge-hogs. 
  
  En medio de la refriega, los tripulantes del Babitonga observaron cómo 
  emergía fugazmente "a unas 800 yardas un objeto negro y brillante" con 
  aspecto de "casco acostado", tal como quedó consignado en los libros 
  de a bordo. El objeto se sumergió mientras desde el Babitonga le disparaban 
  un cañonazo, tras lo cual aparecieron en la superficie grandes bolas 
  de agua, señal de que la inmersión había sido muy rápida. 
  
  
  Tras la lluvia de cargas de profundidad lanzadas a continuación, no observaron 
  ninguna señal, por lo que sobrevino una calma tensa y el uso intensivo 
  del sonar y los hidrófonos. Horas después el sonar detectó 
  nuevamente a un submarino en fuga, presumiblemente el mismo. El comandante ordenó 
  perseguirlo y arrojar una nueva serie de cuatro cargas de profundidad. Esta 
  vez, los artilleros parecieron haber tenido mejor puntería, pues afloró 
  una mancha de aceite "de 300 yardas de circunferencia", de la que el comandante 
  ordenó tomar una muestra efectuando un giro a toda máquina a fin 
  de no perder el rastro de su presa. 
  
  La aparición de esa mancha era una señal dudosa: podía 
  indicar que el submarino fugitivo había sido hundido o al menos dañado, 
  pero un marino con la experiencia de Dos Santos Parreira también sabía 
  que era habitual que los comandantes de los U-Bootes acosados ahuecaran el aceite 
  usado de las sentinas para despistar a sus perseguidores. 
  
  A pesar del rápido viraje, la pista del submarino se perdió ¿se 
  habría hundido? Para entonces el Marcilio Dias se había sumado 
  a la persecución. Ambos torpederos rastrearon en conjunto un área 
  de 14 millas de largo y 10 de ancho. Más tarde se sumó el Grajau, 
  pero la búsqueda se dio por terminada a las 18. 
  
  El 25 de agosto, tras amarrar al Babitonga en Recife, Dos Santos Parreira redactó 
  un pormenorizado informe en el que advirtió a sus superiores que creía 
  "viable la hipótesis de haber sorprendido el pasaje de submarinos enemigos 
  que, habiendo recibido fugitivos del Reich en algún punto del largo litoral 
  europeo, pretendían desembarcar en algún punto del litoral sudamericano", 
  por lo que recomendó que se intensificara la investigación sobre 
  la colonia alemana del Estado de Santa Catarina, cuyas costas e islas, recordó, 
  se habían transformado en "un escondrijo" de nazis fugitivos. 
  
  Del mismo modo, puntualizó que mientras perseguía a uno de los 
  submarinos no identificados, el 17 de julio, había escuchado por radio 
  que pescadores de un pueblo de Río Grande do Sul habían visto 
  a dos submarinos. "Es muy probable que estas naves sean las responsables del 
  hundimiento del crucero Bahía, cuando se consideraban al servicio del 
  Japón, potencia en guerra contra el Brasil", conjeturó. 
  
  Los análisis de las muestras de aceite y de las grabaciones de sonar, 
  ambos hechos en los Estados Unidos, determinaron que las primeras no pertenecían 
  a ninguna nave aliada en servicio, y que las segundas habían sido causadas 
  inequívocamente por un submarino. 
  
  
  
  Paradero desconocido 
  
  El mismo 17 de julio en que los pescadores gaúchos dijeron haber visto 
  a dos submarinos no identificados cerca de la costa, el oficial de la PBA Pedro 
  Longhi, a cargo del puesto de Mar de Ajó, informó del avistamiento 
  de uno frente a las costas de San Clemente del Tuyú. En realidad, decenas 
  de lugareños decían haber visto dos. 
  
  La noticia pronto llegó a oídos de la Armada. El radiograma 1505, 
  nº 802 de su Estado Mayor informó al Ministerio de Marina que a las 9 
  del día 17 de julio, varios civiles habían avistado a un submarino 
  a unos tres kilómetros de la playa de San Clemente del Tuyú y 
  también que el mismo se había sumergido al aparecer un avión. 
  "Volvieron a verlo diez horas más al sur sumergiéndose", añadió, 
  en obvia referencia a la existencia de más testigos. 
  
  Otro mensaje –que aunque carece de fecha, al parecer fue simultáneo o 
  inmediatamente posterior a aquel- le fue remitido al comandante de la Escuadra 
  de Mar: "Se espera que antes del 22, otro submarino alemán tome puerto 
  o desembarque personal en nuestra costa. Se supone que operará entre 
  Río de la Plata y Cabo Blanco. Explorar proximidades de la costa y apresarlo. 
  Escuadra de Río extenderá su exploración aérea hasta 
  Necochea y de superficie hasta Querandí"{[9]}. 
  
  A las 15, el Ministerio de Marina informó a las escuadras de Mar y de 
  Río y a la Prefectura que la Secretaría de Guerra le había 
  trasmitido a las 14.10 que la PBA tenía informes fidedignos de que en 
  San Clemente se había avistado un submarino, por lo que, de inmediato, 
  el capitán (Isaac) Rojas se había puesto en contacto con "el señor 
  Longui (sic), que lo había visto". Es una obvia referencia a Longhi, 
  el policía que había formalizado la denuncia. 
  
  Un nuevo radiograma de la Armada confirmó que, efectivamente, Longhi 
  le había informado a Rojas sobre el avistaje, aproximadamente a las 9, 
  de "una embarcación hacia el lado del faro de San Antonio, poco identificable 
  debido a la neblina. Que poco después, con sol, pudo constatar que era 
  una embarcación que en nada se parecía a los buques comunes y 
  que, comparándola con las fotografías publicadas del U-530 la 
  encontró parecida a ese submarino. Que estaba como parada a unos 3.000 
  metros de la costa. Que de lo que creía ser la torrecilla salían 
  dos cables, uno hacia la proa y otro hacia popa. Que no tenía chimeneas. 
  Que al aproximarse un avión se sumergió. Que más tarde, 
  a eso de las 1000 horas, lo vio él y otras personas un poco más 
  al sud, como si se dirigiera hacia Mar del Plata. Mar calmo. Que luego se sumergió 
  otra vez, no viéndolo más", transcribió Rojas. 
  
  Ese mismo 17 de julio Farrell y Perón firmaron el decreto 16.162 que 
  puso a disposición de Washington y Londres "el submarino, su tripulación 
  y las actuaciones producidas por el Ministerio de Marina con motivo de las investigaciones 
  practicadas". Y también ese mismo día se inició en Postdam 
  -la señorial residencia de los antiguos reyes prusianos- la cumbre de 
  los vencedores, para tratar la posguerra. Tan pronto como le presentaron al 
  nuevo presidente estadounidense, Harry Truman, Stalin, tratándolo de 
  la misma manera desenfadada como había tratado siempre al fallecido Franklin 
  Delano Roosevelt, le manifestó su certeza de que Hitler había 
  escapado. 
  
  El secretario de Estado norteamericano Jimmy Byrnes participaba en el cóctel 
  y recordó en su libro Speaking Frankly (Hablando francamente) que se 
  acercó al líder soviético, y luego de brindar con él 
  entrechocando sus copas, le preguntó a Stalin si creía que Hitler 
  estaba muerto. Y que Stalin le respondió: "No está muerto. Escapó 
  o bien a España, o bien a la Argentina". 
  
  Para tranquilizar a la opinión pública, los aliados anglosajones 
  no tuvieron mejor idea que instar a los altos oficiales de la Kriegsmarine prisioneros 
  a desmentir la posibilidad de que Hitler estuviera vivo y a salvo. Así 
  fue como el lugarteniente histórico de Dönitz, el almirante Eberhardt 
  Godt, estimó que "si se hubieran hecho preparativos para sacar a Hitler 
  de Alemania yo me habría enterado" y comentó que le parecía 
  inverosímil que el Führer hubiera huido, pues "le resultaría 
  imposible vivir como un señor cualquiera". 
  
  Al día siguiente de que Farrell y Perón firmasen el decreto de 
  entrega del U-530 y su tripulación, el 18 de julio, una comisión 
  del Senado de los Estados Unidos mantuvo en el Capitolio una larga reunión 
  con representantes de la Armada Argentina. A su término, el senador Mendell 
  Rivas declaró a la prensa que "si bien la Marina de los Estados Unidos 
  trata de localizar lo que quede de los submarinos alemanes por medio de aviones 
  y buques de superficie, no es de creer que alguno todavía esté 
  en el mar". 
  
  Ese mismo día el Almirantazgo británico admitió a través 
  de un breve comunicado que no podía calcular cuántos submarinos 
  alemanes faltaban entregarse. Simultáneamente, el Departamento de Marina 
  de los Estados Unidos demostró estar en el ajo. Informó que consideraba 
  "poco probable que alguno de los cuatro submarinos (sic) cuyo paradero se desconoce 
  esté cerca de la costa argentina, siendo indudable que debe haber un 
  error en la noticia de que se han visto submarinos nazis cerca de este país". 
  
  
  ¿Un error? El 18 de julio a las 23 todos los buques de la Escuadra de Mar argentina 
  recibieron este escueto mensaje del Estado Mayor del arma: "Hidrófonos 
  vigías denuncian submarino atacado con bombas hasta oscurecer sin novedad 
  punto posición proximidades El Fuerte". 
  
  
  
  Una farsa 
  
  En los escasos cinco días pasados desde el inicio de la persecución 
  del Babitonga -de la que no se había informado a la opinión pública- 
  y la conformación la comisión gubernamental que rápidamente 
  había aceptado las exigencias de entregar el U-Boote y su tripulación 
  a los Estados Unidos, habían pasado muchas cosas. Cerrando el círculo, 
  la advertencia a la Flota de Mar se refería a una nueva persecución 
  de un submarino no identificado. Esta vez mucho más al sur y a cargo 
  de un torpedero argentino, el Mendoza. 
  
  Veamos algunas de las cosas que habían sucedido en los cinco días 
  previos: 
  
  -El interrogatorio formal a Wehrmut, Schüller y demás oficiales 
  y tripulantes del U-530 recién se habían iniciado el 13 de julio. 
  Para entonces, las especulaciones acerca de si el U-530 había traído 
  a Hitler y hundido al Bahía habían crecido hasta transformarse 
  en un coro de ranas. A despecho de las versiones lanzadas por radar por Mallea 
  acerca de que los marinos alemanes los habían tirado al mar, los periodistas 
  recordaban la palabra oficial del ministro Teissaire y esperaban que de una 
  vez se hiciera público el contenido del cuaderno de bitácora y 
  de los libros de navegación. 
  
  -Durante la madrugada del 15 de julio el grueso de la tripulación del 
  U-530 había sido trasladada bajo custodia de la infantería de 
  Marina y en dos ómnibus de la empresa Cóndor a Buenos Aires. Habían 
  llegado a la Dársena Norte de Puerto Nuevo a mediodía. Y embarcados 
  en el aviso Cormorán, que los había conducido a la Isla Martín 
  García. 
  
  -El comandante Wehrmut, sus oficiales y los cuatro suboficiales de mayor rango 
  permanecían en la base de Mar del Plata, donde teóricamente seguían 
  siendo interrogados por una comisión integrada por el capitán 
  de navío José A. Dellepiane, los capitanes de fragata Carlos Ribero 
  y Patricio Conway, y dos intérpretes, los capitanes de corbeta Olindo 
  P. Berry y Bernardo Benesch. Estos dijeron a los periodistas que les a los alemanes 
  por qué habían arrojado al mar los cañones, ametralladoras, 
  torpedos y municiones y que aquellos se limitaban a encogerse de hombros y responder 
  Kapput. 
  
  -Uno de los interrogadores -narró el enviado especial de La Nación- 
  se quejaba de que al hecho de que "poco antes de rendirse, la oficialidad del 
  U-530 haya destruido casi toda la documentación, se le suma el silencio 
  que guarda, o lo poco explícita que es la tripulación cada vez 
  que se pretende obtener de ella algún dato referente al itinerario recorrido; 
  a las operaciones navales en que intervino" y a los otros "tantos interrogantes 
  que se plantean". 
  
  -De esta manera, la Armada ratificó oficiosamente que, a pesar de lo 
  afirmado por el ministro Teissaire, Wehrmut se habría desecho del libro 
  de bitácora y las cartas de navegación. En sus "trascendidos" 
  a los periodistas, los interrogadores también alegaron que "habría 
  que desterrar" la hipótesis de que el U-530 hubiera hundido al Bahía 
  por la imposibilidad de llegar desde las rocas de San Pedro y San Pablo hasta 
  Mar del Plata en seis días. A pesar de adelantar este juicio, los marinos 
  argentinos dijeron que no redactarían ningún comunicado oficial 
  sin antes consultar a los agregados navales de los Estados Unidos y Gran Bretaña. 
  
  
  - En rigor, los marinos argentinos no habían permitido a los capitanes 
  de navío Walter W. Webb y Valentin Maurice Wyndham Quin interrogar a 
  los prisioneros. El informe enviado por Webb a Washington fue lapidario: cada 
  tripulante alemán que salía de la sala de interrogatorios departía 
  con el que esperaba su turno, indicándole qué debía y que 
  no debía decir, a fin de unificar versiones. 
  
  Los interrogatorios habían sido una farsa. 
  
  
  
  La confirmación de Londres 
  
  Mientras las radios porteñas difundían la noticia de que según 
  la Armada las cartas de navegación y el cuaderno de bitácora del 
  U-530 se habrían evaporado, el 15 de julio la agencia Asociated Press 
  (AP) emitió un despacho de su corresponsal en Río de Janeiro en 
  el que se insistió en el hecho de que la marina brasileña había 
  "localizado y atacado" a un submarino "cerca del lugar en que se hallaba el 
  Bahía horas antes de que ocurriera la explosión" y ello, sumado 
  al "escepticismo de los peritos navales acerca de que la santabárbara 
  del Bahía pueda haber volado accidentalmente, y a los cálculos 
  respecto a que el U-530 tuvo tiempo de llegar a Mar del Plata entre el 4 y el 
  10 de julio, todo se ha unido en los últimos días para provocar 
  que la prensa de esta ciudad exprese abiertamente su insatisfacción por 
  las explicaciones del comandante del U-530". 
  
  El 17 de julio al menos dos docenas de vecinos del balneario San Clemente del 
  Tuyú -donde las aguas marrones aguas del Río de la Plata se diluyen 
  en el azul del océano- denunciaron a las autoridades haber divisado dos 
  submarinos de diferente tamaño navegando juntos a unos 5 o 6 kilómetros 
  de la costa, así como que el ruido de sus motores era perfectamente audible. 
  Por su parte, como ya se dijo, el oficial Pedro Longhi, a cargo del puesto policial 
  de Mar de Ajó - balneario situado al sur de San Clemente- también 
  dio fe de haber visto un submarino. 
  
  El avistaje de los vecinos de San Clemente fue rápidamente difundido 
  por radio, de manera que los vecinos de Mar de Ajó, "se situaron en el 
  muelle, con sus prismáticos mirando en dirección al norte" y afirmaron 
  que, efectivamente, pudieron ver a los dos submarinos, describió La Nación. 
  
  
  Su crónica aseguró no sólo que Longhi y un grupo de vecinos 
  anónimos habían visto a los sumergibles; sino también que 
  el enviado del diario El Tribuno de la ciudad de Dolores había informado 
  telefónicamente a su redacción que uno de aquellos había 
  encallado a 15 kilómetros al sur de San Clemente y a unos 200 metros 
  de la playa Las Margaritas, zona de "muchos canales y bancos de arena". El periodista 
  había entrevistado a un testigo del encallamiento que le había 
  contado cómo, a poca distancia de la costa, el submarino había 
  pugnado ruidosamente por zafar del banco de arena por espacio de unos 5 minutos 
  hasta conseguirlo, tras lo cual había navegado mar adentro y se había 
  sumergido. Aunque no publicó su nombre, El Tribuno dio fe "de la seriedad 
  de la persona" que había narrado la escena. 
  
  Crítica publicó esa tarde que ambos submarinos habían sido 
  ubicados y perseguidos por buques y aviones de la Armada, y recordó que 
  unas semanas antes se había encontrado un bote de goma abandonado en 
  una playa cercana a Necochea. El redactor especuló sobre la posibilidad 
  de que Hitler y Eva Braun lo hubieran utilizado para desembarcar . 
  
  Al U-530 le faltaba un bote de goma, y un bote de goma había sido encontrado 
  en las cercanías de Necochea a fines de junio o a principios de julio, 
  ratificó un sustancioso despacho de la agencia UP fechado en Londres 
  el 18 de julio. Ese detalle, con todo, no era lo más importante. Su lectura 
  dejaba sin respiración ya que contenía cinco informaciones a cada 
  cual más resonante. 
  
  - En las "esferas oficiales de esta capital -Londres- se insiste en que Hitler 
  desembarcó en la Argentina el 30 de junio último, transportado 
  por el U-530". 
  
  - Esas mismas fuentes daban "crédito a la versión de que el bote 
  de goma de que se hallaba dotado el submarino rendido en Mar del Plata" se había 
  encontrado "diez días antes de su rendición". 
  
  - Interpol había lanzado una orden de captura internacional contra Hitler. 
  
  
  - El U-530 -siempre de acuerdo a fuentes gubernamentales británicas- 
  había formado parte de un convoy de, al menos, seis submarinos. 
  
  - Los U-Bootes que integraban ese convoy no sólo habían hundido 
  al Bahía, sino que también habían desembarcado a un grupo 
  de dirigentes nazis en algún lugar de la costa argentina. 
  
  Que fuentes oficiales británicas hubieran hecho trascender estas informaciones 
  era inusual. Quizá se debiera a lo revuelto que estaba el panorama político 
  en vísperas de las elecciones celebradas el 25 de julio, en las que contra 
  todo pronóstico el conservador Winston Churchill sería derrotado 
  por el laborista Clement Richard Atlee. Fue un hecho tan conmocionante que durante 
  largos días el resultado de los comicios se mantuvo en secreto -so pretexto 
  de dificultades en el escrutinio- a fin de no debilitar la posición del 
  maltrecho imperio en la conferencia de Postdam. 
  
  
  
  El Mendoza al ataque 
  
  El informe de la oficial Comisión de Esclarecimiento de las Actividades 
  Nazis en Argentina (CEANA, 1998), la historia oficial, sostiene que "el día 
  17 un submarino que viajaba hacia el sur a unos tres mil metros de la costa 
  fue visto en distintas oportunidades al menos por 24 personas" y agrega que 
  al anochecer de ese mismo día, "el torpedero Mendoza, que patrullaba 
  mar afuera, avistó un periscopio y detectó sonidos submarinos 
  en sus hidrófonos" por lo que "persiguió el objetivo por una hora 
  y cuarenta minutos, disparando ocho cargas de profundidad sin resultado aparente, 
  hasta que la oscuridad lo obligó a abandonar las operaciones". 
  
  El documento fue redactado por el historiador canadiense Roland Newton, contratado 
  por el gobierno del presidente Carlos Menem. Como no precisa la ubicación 
  del torpedero, se entiende tácitamente que debía encontrarse cerca 
  de San Clemente y de Mar de Ajó, los lugares desde donde habían 
  sido avistados los submarinos. Pero la lectura del diario de navegación 
  del Mendoza depara no una, sino dos grandes sorpresas: La primera es que el 
  avistamiento no se produjo el día 17 sino el 18 de julio por la tarde, 
  y la segunda es que no fue frente a aquellas costas sino mucho más al 
  sur, frente a San Antonio, el mismo lugar en el que, tres décadas atrás, 
  la tripulación del buque hospital alemán Seidlyz había 
  pasado más de un año. 
  
  El Mendoza zarpó de Puerto Belgrano bien avanzada la noche del 17 de 
  julio rumbo al Golfo de San Matías. A las 10.05 del 18, a la altitud 
  60º divisó un "avión tipo Corsario rumbo oeste cota 300 m. Características 
  2-0-14" y a las 8.25 "puso proa a la costa para reconocer Caleta de los loros 
  y playas adyacentes", llegando "hasta dos millas de la costa". Como allí 
  no encontró nada, reanudó la navegación hacia el sur. Fue 
  bien entrada la tarde, a la altura de San Antonio, cuando la tripulación 
  vio con absoluta claridad, el periscopio de un submarino que se desplazaba dejando 
  una gran estela. 
  
  Dicen textualmente las anotaciones del diario de navegación correspondientes 
  a ese cuarto: "A 17.30 se avistó periscopio submarino al Av 140 del fondeadero 
  exterior San Antonio (especie caño sobresalía del agua color gris 
  claro); rodeaba al mismo una estela grande con intumescencia, rumbo aproximado 
  160. Se tocó alarma antisubmarina, máxima velocidad (23 nudos) 
  y se puso proa al lugar indicado donde se comenzó a largar bombas de 
  profundidad. Se patrulló toda la zona durante 1 h 40 m (hasta el anochecer), 
  largándose ocho bombas. A 19.10 se puso rumbo 107 rd=14 para alejarse 
  de la zona (...) y patrullar la costa norte abordable del golfo". 
  
  A las 21.05 -continúa el diario de navegación del Mendoza- se 
  avistó el faro Belén, momento a partir del cual se patrulló 
  la costa haciendo escucha hidrofónica hasta avistarse a medianoche el 
  faro San Matías. Desde entonces el Mendoza y tres aviones de la Armada 
  buscaron afanosamente durante dos días al submarino no identificado, 
  recorriendo el puerto y la Bahía de San Antonio hasta el Golfo de San 
  Matías y sus alrededores. 
  
  Cuando desde el Mendoza se avistó el faro San Matías, hacia una 
  hora que todos los buques de la Escuadra de Mar habían recibido el escueto 
  mensaje ya reseñado: "Hidrófonos vigías denuncian submarino 
  atacado con bombas hasta oscurecer sin novedad punto posición proximidades 
  El Fuerte". 
  
  Al día siguiente -19 de julio- el Estado Mayor de la Armada recibió 
  un nuevo mensaje: "Periscopio-San Antonio Este. He dispuesto reforzar exploraciones 
  allí". Camarasa describe que como era evidente que "la situación 
  iba más allá de una psicosis colectiva (…) determinó que 
  se movilizaran tropas, aviones y lanchas" y que "en medio de un alerta general 
  se detuvo a dos mujeres jóvenes, de nacionalidad alemana, una de las 
  cuales fue identificada como Maximiliana Oschatz. Al día siguiente de 
  la detención, ocurrida el 19 de julio, la captura fue rotundamente negada 
  por la policía provincial". 
  
  Área libre 
  
  Insólita e intempestivamente, el 21 de julio, el jefe de la Armada, Vernengo 
  Lima, ordenó suspender todos los patrullajes ¿Por qué? Es la pregunta 
  del millón. 
  
  Un interrogante no menor es por qué Vernengo Lima no revisó esa 
  medida cuando recibió nueva y precisa información sobre la presencia 
  de un submarino no identificado a diez millas de las costas del sur bonaerense. 
  
  
  Porque el jueves 24 de julio, a las 15.20, el Prefecto General Marítimo, 
  contralmirante Francisco J. Clarizza, le informó al Ministerio de Marina 
  que, siendo las 14, el subprefecto inspector a cargo de la costa marítima, 
  Demetrio Vergara, había recibido a un conocido empresario pesquero, el 
  Sr. Alfaro, quien le había informado que en la víspera, siendo 
  las 18 y estando en la estación Copetonas del Ferrocarril del Sur -a 
  la altura de los balnearios de Reta y Claromecó, unos cien kilómetros 
  al sur de Necochea- observó "un submarino que se encontraba como a 10 
  millas de la costa" cuya eslora era de alrededor de 70 metros y cuya torre estaba 
  "pintada de gris". 
  
  El viernes 23, tras regresar a su despacho en Ingeniero White -el puerto de 
  la ciudad de Bahía Blanca- el subprefecto Vergara le ratificó 
  telefónicamente al contralmirante Clarizza que debía "ser cierto 
  lo de la aparición del submarino" en la costa cercana a la estación 
  Copetonas, puesto que "tres tripulantes de la lancha Alfaro II" coincidían 
  en afirmar que el miércoles 23 "a la caída del sol, entre las 
  18 y las 18.30 y a 15 kilómetros de la costa vieron claramente emerger 
  y sumergirse a un submarino con proa al sur". 
  
  El contralmirante Clarizza llamó por teléfono a Rojas el sábado 
  26 a las 14.20. Rojas confeccionó el correspondiente informe para Vernengo 
  Lima. Puntualizó en él que Clarizza le había prometido 
  que al día siguiente, o a más tardar el lunes, estaría 
  concluido el correspondiente sumario . 
  
  Ese mismo sábado, Clarizza redactó un informe para ministro Teissaire. 
  Le explicó ue "tres tripulantes del Alfaro II manifestaron que, desde 
  tierra, a unos 15 km. de la costa, el día 23 del corriente, a la caída 
  del sol, de 1800 a 1830 horas, vieron emerger y sumergirse a un submarino, cuya 
  proa estaba orientada hacia el sur, rumbo que presumen habría tomado". 
  
  
  Para entonces, otro informe secreto de la Armada había dado aviso -el 
  viernes- del avistamiento de un submarino -acaso el mismo- cerca de Claromecó. 
  
  
  No hay constancia de que al enterarse de estas novedades Vernengo Lima haya 
  ordenado reanudar el patrullaje costero. Si la hay, en cambio, de que se puso 
  molestó mucho porque las noticias del avistamiento de un submarino el 
  día 23 hubieran llegado -aunque fuera sin mayores precisiones- a radio 
  Bahía Blanca, que las había difundido. Porque le ordenó 
  al capitán de navío Ernesto R. Villanueva, jefe de la "División 
  R" -contraespionaje- que averiguará cómo se había producido 
  la filtración. 
  
  Pasó casi un mes hasta que un nuevo submarino alemán, el U-977, 
  al mando del teniente de navío Heinz Schäffer, se entregó 
  en Mar del Plata. Durante ese tiempo pasaron cosas muy significativas, entre 
  ellas que Churchill perdió las elecciones y se lanzaron sendas bombas 
  atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, holocausto que forzó la rendición 
  de Japón. 
  
  A principios de agosto de 1945 la Marina evaluaba la posibilidad de descerrajar 
  un golpe de estado para derrocar al binomio Farrell-Perón con el apoyo 
  de los Estados Unidos. El embajador argentino en Washington, Oscar Ibarra García, 
  voló precipitadamente a Buenos Aires tras la aparición del U-530, 
  y en cuanto llegó se enfrascó en una larga conversación 
  con Farrell y Perón. El 3 de agosto cenó en la Embajada de los 
  Estados Unidos con el embajador Spruille Braden y 48 horas más tarde 
  regresó a Washington. Los servicios secretos norteamericanos consideraban 
  a Ibarra García un claro pro-nazi, y como tal figuraría en las 
  páginas del Libro Azul que Braden auspició en un fallido intento 
  por impedir el ascenso de Perón acusándolo de complicidad con 
  el nazismo. 
  
  El 7 de agosto Braden informó a la Secretaría de Estado el contenido 
  de su entrevista con Ibarra García. Además de reclamar "reconocimiento 
  por el envío del U-530 a los Estados Unidos como resultado de sus recomendaciones 
  desde Washington", el embajador argentino, escribió, le había 
  explicado que la Armada "temía efectuar un bloqueo de Buenos Aires para 
  derrocar al gobierno, ya que sólo tenía reservas de combustible 
  para dos semanas", razón por la cual, agregó, él mismo 
  se había comprometido personalmente "a conseguirle a la Marina el abastecimiento 
  necesario". 
  
  En la víspera, el Comando Naval del Nordeste había terminado rápida 
  y silenciosamente el sumario interno para establecer la causa del naufragio 
  del Bahia con la asombrosa conclusión de que… el crucero había 
  sido hundido a causa de una torpeza de propia tripulación. Un anónimo 
  y desaparecido operador de una de sus ametralladoras de 20 mm., decía, 
  le había pegado un tiro al lugar de la popa donde se guardaban las cargas 
  de profundidad, haciéndolas estallar. 
  
  El general Douglas Mc Arthur aguardaba el 17 de agosto a los emisarios japoneses 
  para entregarles un ultimátum. Tokio había ordenado el cese del 
  fuego, pero las tropas japonesas seguían combatiendo agónicamente 
  contra los chinos, deseosos de tomarse venganza por las masivas salvajadas que 
  los ocupantes su nación habían cometido. 
  
  Ese viernes, en el que en Argentina se rendía homenaje al general José 
  de San Martín al cumplirse 95 años de su muerte, amaneció 
  nublado. Las radios comentaban el hundimiento de Japón bajo la hecatombe 
  nuclear y el enfrentamiento de la víspera entre militantes de la Alianza 
  Libertadora Nacionalista, atrincherados en su sede de Corrientes y Florida, 
  y una columna de manifestantes antifascistas. Éstos habían apedreado 
  el edificio, pero habían sido repelidos desde el interior a tiros, con 
  un saldo de varios heridos de bala. Los manifestantes habían asaltado 
  una armería, pero la policía había acordonado la sede aliancista, 
  impidiendo que fuera asaltada. 
  
  A diferencia del U-530, el U-977 estaba recientemente pintado, y no ser por 
  la rotura del periscopio y una fea avería en el casco, cerca de la proa, 
  lucía impecable. Se presentó con 16 plazas libres, lo que provocó 
  todo tipo de suspicacias lógicas suspicacias (que iban a llegar al punto 
  de hervor cuando más tarde se conociera que había sido dado por 
  hundido en las cercanías de Bergen, Noruega). Era obvio sospechoso de 
  haber hundido al Bahía. Y por lo pronto estaba claro como el agua clara 
  que había pasado un mes escondido en alguna caleta del vasto litoral 
  marítimo argentino. 
  
  Gracias a la orden de Vernengo Lima, quien pronto, tras el triunfo de Perón 
  en las elecciones presidenciales de febrero de 1946, se iría a vivir 
  a los Estados Unidos. 
  
  
  
  Recuadro: 
  
  Rumores y bocadillos 
  
  Todo indica que quien le avisó a Vernengo Lima que un grupo de submarinos 
  alemanes estaba navegando hacia la Argentina fue, o bien el Almirantazgo británico, 
  o bien la US Navy. Pero reconocerlo implicaría reconocer tanto que staban 
  al tanto de las contingencias de la Operación Ultramar Sur, como que 
  hacían la vista gorda al declarar que la navegación por el Atlántico 
  ya no era peligrosa y que, en la práctica, habían auspiciado su 
  desembarco clandestino. 
  
  Esta fundada hipótesis sería contrarrestada más de medio 
  siglo después por el historiador canadiense Ronald Newton. Autor de un 
  buen libro, El cuarto lado del triángulo -parte de cuyo texto olvidaría- 
  Newton fue contratado por la Comisión de Esclarecimiento de las Actividades 
  Nazis en la Argentina (CEANA) prohijada por el gobierno del presidente Carlos 
  Saúl Menem como modo de compensar simbólicamente a la comunidad 
  hebrea por los nulos resultados de las investigaciones sobre los atentados cometidos 
  contra la embajada de Israel y la Asociación Mutual Israelita Argentina 
  (AMIA) con un saldo conjunto de casi cien muertos. 
  
  Como autor de uno de los capítulos del informe final de la CEANA, el 
  referido a las "Actividades clandestinas de la marina alemana en aguas argentinas 
  con referencia especial a la rendición de dos submarinos alemanes en 
  Mar del Plata en 1945", Newton apuntaló la historia oficial escrita sucesivamente 
  por los servicios de inteligencia de las marinas de guerra de Argentina, Estados 
  Unidos y Gran Bretaña y en especial refrendó dos patrañas 
  tamaño de un portaviones: que así como que para esa época 
  –1998- se conocía el destino que habían corrido todos los submarinos 
  alemanes (todavía hoy se desconoce la suerte de 55) y que "dos y solamente 
  dos se dirigieron a la Argentina". 
  
  A pesar de ser una verdad histórica irrefutable que el U-530 y el U-977 
  se encontraban navegando hacia la Argentina cuando Vernengo Lima informó 
  de ello a Teissaire, Newton imitó a los cronistas de espectáculos 
  al afirmar que la información que le había llegado al jefe de 
  la Armada y que éste le había trasmitido al ministro… no había 
  sido más que un chisme sin fundamento. 
  
  En suma: según Newton su "descubrimiento clave" fue el de que cuatro 
  días antes de que Vernengo Lima pusiera al tanto al ministro Teissaire, 
  el 18 de mayo, el agregado militar de la Embajada de los Estados Unidos en Buenos 
  Aires, el general (en realidad, coronel John) Lang, le había contado 
  a un argentino no identificado "un sabroso bocadillo": que el canciller argentino, 
  había "recibido rumores acerca de la existencia de uno o más submarinos 
  alemanes que se dirigían a las costas argentinas". Newton asegura que 
  fue este "rumor" el que llegó a oídos de Vernengo Lima. 
  
  La principal fuente de Newton fue quien era entonces el agregado naval de la 
  propia embajada, el ya mencionado capitán Webb, quien había informado 
  a Washington que según había podido establecer, los "rumores" 
  se habían originado en esa misma sede diplomática. 
  
  Newton sostiene que como el "rumor" señalaba que la intención 
  de esos submarinos era "rodear el Cabo de Hornos y desembarcar en algún 
  punto del sur de Chile", informó Webb, el Ministerio de Relaciones Exteriores 
  argentino se lo habría notificado a los británicos y a la Armada 
  Argentina. Tras lo cual el Ministerio de Marina argentino había ordenado 
  "patrullar a todos los destructores y barreminas que tenía disponibles" 
  y "una barrera de destructores formó una red para impedir los desplazamientos 
  por el Cabo de Hornos". 
  
  A pesar de tantas precauciones, Newton destaca que no se localizó submarino 
  alguno..., lo que es absolutamente lógico, pues por entonces los que 
  se dirigían a la Argentina todavía se encontraban en el hemisferio 
  norte. Y al comenzar junio, mucho antes de que llegaran, se interrumpieron los 
  patrullajes por primera vez. 
  
  Al transcribir los resultados de la investigación de Webb, Newon, intenta 
  difuminar el hecho obvio de que el coronel Lang (el oficial residente de la 
  OSS, la Office of Strategic Services en base a la cual se creo la CIA en 1947) 
  debía estar informado por el jefe de la misma William "Bill Wild" Donovan 
  de las alternativas de la Operación Sunrise (Amanecer) tal como la denominó 
  la OSS, originalmente destinada a la rendición de las tropas alemanas 
  que combatían en Italia a fin de garantizar que los comunistas no tomasen 
  el poder, y que había derivado en la protección de los jefes derrotados 
  por parte de los halcones anglosajones que querían proseguir la guerra 
  contra la Unión Soviética. Al fin y al cabo, la Operación 
  Ultramar Sur no era más que un subproducto de aquella. 
  
  De creérsele a Newton, ¡Hop! El gobierno de Churchill pasa como por arte 
  de birlibirloque de ser obvio sospechoso de haber informado a la Armada Argentina…, 
  a ser informados por ella. Y la Armada argentina pasa a haber sido informada 
  por un general norteamericano que deliraba… con tan buena puntería que 
  imaginaba lo que en realidad estaba sucediendo: que un grupo de submarinos alemanes 
  navegaba hacia la Argentina. 
  
  Aun si Lang hubiera sido un adepto a los alucinógenos que tuvo la increíble 
  fortuna de acertar su pronóstico, la historia de Webb-Newton dejaría 
  flotando dos interrogantes: 1) Si la información original afirmaba que 
  los U-Bootes querían desembarcar en Chile ¿por qué Vernengo Lima 
  la había adulterado para afirmar que pretendían llegar a Japón? 
  2) ¿Al levantar el patrullaje costero, Vernengo Lima ejerció la obediencia 
  debida ante Londres, Washington o ambas capitales? 
  
  Es lógico concluir que las jefaturas de las marinas de los tres países 
  debieron haber obrado de consuno. 
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  {[1]} Esta información fue mantenida en secreto durante años, 
  hasta que la publicó el vespertino Crítica. El diario publicó 
  la copia de una nota de la Policía Federal a Contal, fechada el 27 de 
  julio, referida a dicho desembarco. 
  {[2]} Aumnan había sido el edecán naval del presidente Ramón 
  Castillo –derrocado por un golpe militar el 4 de junio de 1943-y fue desde aquella 
  época un conocido agente de Berlín para quien organizó 
  hacia el fin de la contienda una red de espías en Paraguay. 
  {[3]} Sin embargo, uno de los periodistas, el húngaro-argentino Ladislao 
  Szabó, de Crítica, logró burlar la prohibición y 
  un oficial le dijo, al parecer, que el destino de su viaje era… la Antártica. 
  Tan impresionado quedó Szabó que en 1947 publicó su libro 
  Hitler está vivo, que llevó el subtítulo "Se fugó 
  a la Argentina a bordo del U-977" (Editorial Tábano, Buenos Aires, 1947) 
  
  {[4]} Teissaire aceptaría secundar a Perón en la fórmula 
  presidencial que consagró su reelección en 1952. Rojas sería 
  el principal impulsor del golpe de septiembre de 1955 que derrocó a Perón. 
  Teissaire fue investigado entonces por una comisión presidida por Rojas 
  y terminó acusando a Perón de las peores tropelías, tal 
  como le propuso Rojas. 
  {[5]} Ver Submarinos alemanes en Mar del Plata, por Miguel Angel Moyano, publicado 
  en "Todo es Historia" nº 72 de abril de 1973. 
  {[6]} Ver La Prensa del 11 de julio 
  {[7]} Wehrmut diría a sus interrogadores que la noche antes de entregarse 
  había recalado cerca de Miramar, y por cierto, al U-530 le faltaba un 
  bote de salvamento. 
  {[8]} La Nación agregó que, no obstante, las autoridades navales 
  habían dicho tener plena seguridad de que "ninguno de los que faltan 
  es lo suficientemente grande como para que pueda llegar hasta el Japón". 
  Se adelantaban así al inminente comunicado del Departamento de Marina 
  estadounidense. 
  {[9]} Quien firmó su recepción fue el capitán de navío 
  José J. Almagro.