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Argentina: La lucha continúa

16 de abril del 2003

Noticias antes y después de la guerra
La sociedad hipnotizada

Claudio Guevara

Podemos estudiar el giro sorpresivo del discurso de los medios occidentales acerca de la justificación de la invasión de Irak: de informar en forma apabullante, hace menos dos meses, sobre arsenales químicos y armas de destrucción masiva, se pasó a ignorar totalmente esa cantera de fantasía para recurrir al viejo y efectivo tópico del pueblo "liberado de la tiranía".

Podemos estudiar, además, cómo gran parte de la audiencia ha olvidado aquello, y no ha reparado en que esta película ha perdido hilación y coherencia, en un típico fenómeno que Vázquez Montalbán denomina "la desorientación histórica del receptor" de medios (1).

Pero en realidad, el estudio debe centrarse sobre la estrategia comunicacional del imperio, que construye escenarios históricos de debate público cada vez más ridículos y carentes de sentido común. Recordemos, sin ir más lejos, Irak antes de la invasión: un país empobrecido por las guerras previas y por más de una década de criminales sanciones, estaba por su presunta "amenaza" militar bajo un enorme hostigamiento internacional que invertía la carga de la prueba: el acusado tenía que demostrar que era inocente, y en cambio nada se le exigía al acusador. Así, Irak fue empujado a un proceso de desarme acelerado... ¡mientras la superpotencia militar del mundo desplegaba tropas y armamentos en torno a él, anunciando la inminente invasión! ¿Cómo se pudo legitimar en el debate público semejante disparate? ¿Cómo se produce la hipnosis colectiva que induce a equiparar al agresor con el agredido, o peor, a culpar al agredido por la conducta del agresor?

• El corrimiento del sentido común

Michel Collon, en un artículo publicado en "Rebelión", ilustra elocuentemente sobre lo que podemos llamar el "corrimiento del sentido común" que se registra ante el bombardeo de desinformación que envuelve al ciudadano medio. Llamamos así al efecto hipnótico que produce la desmesura del discurso mentiroso del poder, ante la cual muchos sectores políticos y diplomáticos, intelecturales y periodistas, ensayan una postura que intenta desesperadamente quedarse en el medio, para no ser salpicada por el estigma que desparrama impiadosamente la boca del amo.

Es el caso que expone Collon, cuando recuerda que habitualmente, aún ante agresiones tan claras como la actual hacia Irak, ni siquiera los sectores de izquierda se sustraen al embrujo que provoca la acusación imperial hacia el "rebelde satanizado" de turno, sea Manuel Noriega, Milosevic, los Taliban o ahora nuevamente Sadam Hussein, por nombrar sólo alguno de los "villanos" más caracterizados y recientes. Así resulta que todo el mundo se quiere despegar de ellos, y en su afán de conceder algo a cambio de una "imagen de sensatez", blanden su "ni... ni":

"Ni OTAN, ni Milosevic". "Ni yanquis ni talibanes". "Ni yanquis, ni Sadam", con lo cual, no hacen más que cargar con un fondo de verosimilitud y legitimidad a la calumna sistemática del imperio.

Lo apunta también James Petras: "Muchos periodistas occidentales progresistas bienintencionados siguen intentando 'equilibrar' su descripción de las atrocidades angloamericanas con la continua referencia a los crímenes de Saddam Hussein..." En el escenario de la desmesura, un disparate moderado oficia de toque de sensatez, como la postura de Dominique de Villepin, cuando hace pocas semanas hizo públicos sus deseos de un pronto final de la guerra, con victoria norteamericana por supuesto, para limitar la cantidad de muertos y emprender la reconstrucción pacífica de un Irak sin Sadam. De Villepin, que se había destacado en Europa como una de las voces más enérgicas en contra de la guerra, le regaló entonces a los países invasores un aura romático al calificarlos como "los que se arriesgaron" en la invasión y el pillaje de otro país soberano.

La comunicación es un juego de relaciones: así como el sentido en una frase se produce por la relación de las palabras entre sí, en el debate público se produce por las relaciones entre discursos. Por lo tanto, el papel de los discursos de oposición "moderada" es devastador, y claramente funcional al sistema: las pocas voces que se alzan para reclamar real justicia (desarme multilateral en toda la región, por ejemplo, en el caso iraquí) se quedan en los márgenes del sistema, estigmatizadas como "extremistas", "utópicas" o incluso "pro-terroristas".

• La comunicación hipnótica

Volviendo al principio, ¿Cómo opera el imperio su estrategia comunicacional? Tenemos sólo algunas pistas. Herbert Marcuse advirtió hace muchos años que en "la comunicación funcional y manipulada, el lenguaje impone la identificación autoritaria entre persona y función...

( ) El hecho de que un sustantivo específico sea unido casi siempre con los mismos adjetivos y atributos 'explicativos', convierte la frase en una fórmula hipnótica que, infinitamente repetida, fija el significado en la mente del receptor".

Decía Marcuse en los años 70: "En Occidente, la predicación analítica se establece mediante términos como libre empresa, iniciativa, elecciones, individuo; en el Este, mediante términos como trabajadores, campesinos, construir el comunismo o el socialismo, abolición de las clases hostiles. En ambos lados, las trasgresiones del lenguaje más allá de la cerrada estructura analítica se convierten en incorreciones o propaganda..." (3) Es fácil aplicar esta noción al estudio de las noticias sobre la guerra: Saddam es asociado abrumadoramente con términos como dictadura, tiranía, exiliados, kurdos gaseados, armas de destrucción masiva, etcétera. ¡Bush lo ha responsabilizado, incluso, por los muertos civiles a causa de los bombardeos norteamericanos! ("Es culpa de Saddam", dijo ante la prensa, promediando la invasión). En cambio, los Gobiernos y ejércitos invasores son asociados con frase y palabras de claro contenido positivo: "aliados", "libertad del pueblo iraquí", "democracia", "reconstrucción", "lucha contra el terrorismo" y así indefinidamente. Es claro que la herramienta que permite moldear las conciencias de los ciudadanos es no sólo la repetición permanente del mensaje original puro y duro, sino también el reciclaje de mensajes de segunda y tercera generación, es decir, de discursos subsidiarios del original, que con distintas variantes y graduaciones, lo respaldan o se oponen parcialmente pero arropándose en su terminología y concepciones básicas (vg: "Estoy en contra de la guerra, pero sabemos que Saddam es un déspota").

Esto es sólo una pista. No es aventurado pensar que la sociología norteamericana, que desarrolló desde mediados del siglo pasado la "teoría de los efectos" en materia de comunicación masiva, haya logrado significativos avances en torno al control de colectivos humanos mediante ciertas técnicas. Sin embargo, tender un cerco completo sobre la comunicación humana no es nada fácil: el sentido antagónico siempre encuentra rendijas por donde colarse. De ahí la tendencia a la "militarización de la información" sobre la que advierte Paul Virilio (4), y que se manifiesta ya no sólo en al tradicional "diktat" que impone la publicidad comercial sobre los medios masivos, sino en formas aún más desembozadas: el "guión" que deben seguir los periodistas en la conferencias de prensa del presidente Bush, o los "periodistas incrustados" que reportan desde el frente pero bajo el control de los mandos militares.



CITAS

1. Vazquez Montalban. "Opulencia o miseria en la información: la descontextualización histórica de las noticias", en La Información en el Nuevo Orden Internacional, ILET, México, 1977

2. .James Petras, "Irak: La ironía de la Historia", en Rebelión, 5 de abril de 2003.

3. Herbert Marcuse, "El hombre unidimensional".

4. En "Advierten sobre una militarización de la información", diario Clarin de Buenos Aires, martes 1º de abril de 2003.