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Argentina: La lucha continúa

La petrolera, otra de las empresas beneficiadas

Repsol-YPF, gana en la guerra y en la paz

Por Emilio Marín

Finalizando los años ´90 no había guerra en Irak y el precio del barril de crudo en el mundo no superaba los 20-22 dólares. Pero la española Repsol, que se había adueñado totalmente de la mayor empresa argentina, ya tenía aquí beneficios extraordinarios por sobre los "normales", de por sí elevados. La nueva guerra de agresión contra Bagdad empezó el 20 de marzo de 2003 y el barril de crudo se mantuvo en precios altos, con consiguientes ganancias para Repsol-YPF y otras compañías. En 2002, el año previo al estallido de los misiles, esa empresa también tuvo beneficios significativos, según el informe del viernes último de su presidente Alfonso Cortina a la junta de accionistas en España.
¿NÚMEROS BRILLANTES?
Cortina habló con la prensa española el viernes 4, antes de comenzar la reunión de la junta de accionistas en Madrid. Los números fueron muy positivos a pesar de que 2002 no fue lo que dice una maravilla para Argentina, donde la petrolera tiene el 40 por ciento de sus activos.
A nivel mundial, la compañía embolsó 1.841 millones de dólares. De ese total Repsol-YPF de Argentina aportó beneficios netos por 1.100 millones en billetes norteamericanos. Cortina reconoció que la evolución de sus negocios en el primer trimestre de 2003 fue de franco progreso y obviamente eso tuvo mucho que ver con la situación bélica en el Golfo y su impacto en el precio del barril de petróleo.
Naturalmente que el tío Alfonso debía quejarse un poco. Esta clase de empresarios nunca está satisfecho, sobre todo cuando tiene que actuar ante una asamblea de accionistas. Así fue que marcó una caída de la ganancia del 30 por ciento respecto a los números de 2001. De ese modo nos refrescó que en ese ejercicio había ganado 1.430 millones de dólares.
La forma de amasar esas ganancias, eso no importará a los accionistas españoles y estadounidenses. Pero a los argentinos debería interesarnos y mucho. Es que el aumento de los beneficios se basó, además del alza de los precios petroleros, en dos variantes. Una, la baja del 44,6 por ciento de las las inversiones en exploración y producción. La otra, la venta de activos como el 23 por ciento de Gas Natural y de otras participaciones en el rubro hidrocarburos.
El interés de nuestro país en cómo se presentó ese balance supuestamente brillante en Madrid debería estar relacionado con que, según los especialistas, la relación reservas/producción ya había caído de trece años a nueve. Si encima Repsol-YPF y sus colegas de Tecpetrol, Panamerican, Total-Elf-Fina y otros pulpos no invierten en exploración, el riesgo de quedarnos secos de petróleo se torna más real.
PLATA DULCE
Los números de Cortina fueron certificados también en la Bolsa de Buenos Aires, al divulgar este organismo los balances de las principales 50 empresas que cotizan en ese recinto sagrado del capitalismo vernáculo.
En medio de un panorama negativo –referido a 2002- Repsol-YPF dio señales de fortaleza con su ganancia de 3.344 millones de pesos logrados en buena medida con las exportaciones. Las dos telefónicas, en cambio, que operaron para el deprimido mercado interno y tenían deudas dolarizadas, tuvieron resultados muy negativos.
La ex petrolera estatal está ubicada junto con Cargill al tope de las compañías exportadoras que hasta aquí se beneficiaron con un dólar alto. Hubo algo más. Con el decreto 2703/02, el gobierno de Eduardo Duhalde les permitió a las empresas petroleras -todas extranjeras desde la anunciada venta de la local Pérez Companc a la brasileña Petrobras- que liquidaran solamente el 30 por ciento de las divisas obtenidas por sus ventas externas.
El 70 por ciento restante podían depositarlo en el extranjero, con lo que el senador de Lomas de Zamora a cargo de la presidencia se pareció en ese mismo porcentaje a su odiado rival Carlos Menem, quien había bendecido el 100 por ciento del privilegio del lobby petrolero llamado "libre disponibilidad de las divisas".
La discusión sobre lo que ganan las petroleras en nuestro país (y las llamadas "Seis Hermanas" en el mundo encabezadas por Exxon) recrudeció en 2000. La nafta subía con cada aumento de los precios internacionales y no bajaba con los posteriores suaves aterrizajes. Algunos legisladores y el defensor del pueblo de la Nación estudiaron el problema. Sus conclusiones fueron lapidarias: Repsol-YPF, Shell y Esso detentaban el 85 por ciento del mercado de combustibles y fijaban los precios como un cartel. En los últimos años habían tenido beneficios extraordinarios por 2.500 millones de dólares, sin contar las ganancias normales.
Se especuló con que sobre esa cifra podía caer algún impuesto de emergencia pero la idea duró lo que un suspiro. Ni José Luis Machinea ni Ricardo López Murphy ni Domingo Cavallo estaban dispuestos a tocar esas rentas. Más fácil sería el recorte del 13 por ciento a los jubilados y los estatales, ajustar las partidas de educación y demás gasto social.
LA OTRA CARA
El balance de Cortina habrá puesto contentos a los asistentes a la asamblea de accionistas que se dieron cita en Madrid, aunque ya mencionamos algunos artilugios legales de esa contabilidad (algún día se sabrá si no hubo también de los otros artilugios, esos que utilizaron el año pasado en Wall Street pesos pesados como Enron y Worldcom con la venia de consultoras como Arthur Andersen).
Esa cara de la moneda tuvo su reverso en nuestro país: desinversión, agotamiento de las reservas de este recurso no renovable y salida de divisas al amparo del decreto duhaldista.
El costado más lacerante ha sido el social. De los 56 mil empleados que YPF tuvo en su época estatal, la horda menemista encabezada por el extinto José Estenssoro dejó solamente 6 mil. Por eso los desocupados de Cutral-Co y Plaza Huincul, Comodoro Rivadavia, Berisso-Ensenada, General Mosconi-Tartagal, Ushuaia, Luján de Cuyo, Pico Truncado, Caleta Olivia y tantas otras localidades han reclamado en estos años la reposición de 50 mil puestos de trabajo genuinos. Fue la otra cara del negocio.
Aún están frescas las puebladas de las dos ciudades de Neuquén y las dos de Salta, entre 1996 y 2001, con sus muertos y heridos. Esta fue la consecuencia de la privatización petrolera comenzada tímidamente por el gobierno de Raúl Alfonsín bajo el nombre de "Plan Houston" y llevada a nueva altura por Carlos Menem y sus sucesores. Esos no se limitaron a concesionar áreas centrales sino que liquidaron YPF.
Las excusas para esa enajenación del patrimonio nacional sonaron ridículas. Por ejemplo, que se mejoraría en forma sustancial la situación de los jubilados. O que se entregaría a los obreros una pequeña porción del paquete accionario en forma de PPP (Programa de Propiedad Participada). La mayoría de los trabajadores, luego despedida o empujada a los planes de retiros "voluntarios", fue estafada.
Varios cortes de rutas demandaban el pago de ese PPP. El juzgado federal n° 1 de Córdoba comenzó ayer a tomar testimonios a ex empleados de YPF que no pudieron cobrarlo. La abogada Alejandra Dibo, que representa a varios miles de empleados, manifestó que el siguiente paso podría ser la imputación del presunto delito de defraudación contra el ex presidente Menem y sus ex ministros Cavallo y Roque Fernández.
EL CONTINUISMO
Las declaraciones de Alfonso Cortina fueron muy sustanciosas y no sólo por sus revelaciones sobre las ganancias de 2002. Quizás lo esencial no haya sido esa parte sino sus referencias a que está seguro de que Repsol-YPF seguirá nadando en petróleo en Argentina, gane quien gane las elecciones del 27 de abril.
Puntualmente opinó: "no hay riesgo con ninguno de los candidatos; no vislumbro riesgos políticos porque ningún candidato a la presidencia ha contemplado una actuación que cambie las condiciones de trabajo de YPF; habrá un diálogo constructivo con quien resulte elegido, tal como hemos colaborado con los presidentes Menem, De la Rúa y Duhalde". En rigor de verdad habría que puntualizar que fueron esos mandatarios quienes colaboraron con Repsol y sólo secundariamente a la inversa.
Estas declaraciones demostraron que los directivos españoles han tomado nota de que algunas expresiones de Néstor Kirchner y de Adolfo Rodríguez Saá (de mayores impuestos en el primero caso y de creación de una empresa estatal sin reestatizar YPF en el segundo), no ponen en peligro la posición monopólica alcanzada tras la privatización.
Los capitales que controlan la empresa española son los fondos de Caixa, de la península. Pero ya había inversores norteamericanos que ampliaron su tajada. A fines de marzo último se supo que el fondo californiano Brandes había pagado 1.636 millones de dólares para ampliar hasta el 9,36 por ciento su participación accionaria.
Sobre esta base y acompañando mediante el rol político-militar de segundo orden del gobierno de José María Aznar en la masacre contra Irak, el señor Cortina admitió que quiere meter baza en ese país árabe. "Repsol estudia las posibilidades de negocios todos los días. Si existen en Irak, las estudiaremos", expresó ante el periodismo. Así dejó una puerta abierta para tomar aquellos pozos petroleros que les dejen como propina los norteamericanos y británicos.
El titular de la compañía española se pavoneó con que tiene yacimientos en Argentina, Trinidad-Tobago, Bolivia, Venezuela, Brasil, Libia y Argelia. Su planificación consistirá en reafirmar el liderazgo en América Latina y el norte de Africa, elevando el millón de barriles de petróleo por día que produce actualmente.
Pero habrá que ver si lo dejan. Es que en medio de esta crisis económica, política y crecientemente militar que se vive en el mundo, los grandes pulpos petroleros y financieros querrán quedarse con todo. Esta guerra contra Irak también está pensada con vistas a una mayor concentración económica global. Nadie le garantiza ninguna cuota eterna del mercado petrolero mundial al señor Cortina y sus accionistas, cuya empresa está hace años en la mira de British Petroleum (BP) para su adquisición y fusión.
Para los argentinos sería la culminación de la tragedia. Nuestro petróleo enajenado a Repsol puede ser la estación intermedia a su traspaso final a una empresa del país imperial que aún ocupa las Malvinas.
EMILIO MARÍN