VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Argentina: La lucha continúa

Esta democracia mata

Por Giselle Dexter

bambupress@iespana.es

¿Se acuerdan de aquella propaganda de televisión: "Esta colonia mata"?

Bueno, de 1983 en adelante, todos los presidentes civiles argentinos, uno tras otro, terminaron la tarea comenzada por la dictadura militar: transformaron el país en una colonia. Es una colonia "democrática" pero también mata.
En 1973, cuando yo estudiaba en La Plata, asistí a un acto de campaña de Héctor J. Cámpora. Habló su compañero de fórmula, Vicente Solano Lima. Aquel viejito conservador popular se exaltó en la tribuna y lanzó improperios contra "el sistema demoliberal capitalista burgués".
En ese momento, sonreí. Ahora, casi 30 años después, creo que Solano Lima tenía razón.
Sin necesidad de disparar tantos balazos, la actual democracia argentina parece ser tan mortífera como la dictadura militar.
El régimen instaurado en 1976 desapareció, exilió o asesinó a 30 mil personas: militantes y dirigentes políticos, dirigentes gremiales, profesores universitarios, trabajadores y estudiantes. Los gobiernos instalados desde 1983 cayeron, de a poco, sobre lo que quedaba de la población. Es como si los presidentes vestidos de civil continuaran la asignatura pendiente de los dictadores uniformados.
Alfonsín fue contra los pequeños y medianos comerciantes y productores. Menem aplastó la industria nacional, los maestros y los jubilados. De la Rúa tocó a la intocable clase media. Y Duhalde aspira a dar el tiro de gracia a lo que queda: los pobres, los viejos, los niños.
¿Qué es lo que falla? ¿Las personas? ¿O el sistema? Noam Chomsky da una posible respuesta. Dice que el concepto "democracia capitalista" abarca dos opuestos: la democracia reivindica la igualdad pero el capitalismo genera desigualdad. En Argentina se está ejecutando un genocidio sin paredones de fusilamiento, sin cámaras de gas, sin misiles. Una especie de "limpieza étnica" contra los "desiguales". Es decir, los del medio, los de abajo y los del subsuelo.
En Uruguay decían: "El último en salir que apague la luz".
Aquí deberíamos exhortar: "Los que queden, incendien todo".
Sobre las ruinas se puede construir. Bajo la tierra y dentro de un ataúd, nada se puede hacer.