VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Argentina: La lucha continúa

19 de noviembre del 2003

Argentina
Aportes al análisis de coyuntura

Horacio José Guardado
Rebelión
Es evidente que el superávit de nuestra balanza comercial se produce por las siguientes condiciones concurrentes, además de otras variables menos relevantes:

· Importantes volúmenes de producción agrícola con ventajas absolutas en términos internacionales: lo son a costa de una orientación acelerada hacia un solo cultivo (la soja) en detrimento de otros cereales (trigo y maíz) y con riesgo que en el mediano plazo significaren consecuencias no previstas como el agotamiento de suelos, la desertificación o la contaminación de los mismos, por las técnicas de siembra y genética utilizadas y por el uso de productos químicos cuya inocuidad aun no ha sido probada en el tiempo. Con el agregado que las semillas genéticamente modificadas y los productos son de origen multinacional, transformando a las tierras cultivadas en meros continentes circunstanciales de los insumos definidos en los centros de I & D de tales empresas.

· Exportaciones de sectores de la industria con ventajas comparativas, como consecuencia de los paupérrimos salarios y bajos costos en términos de la actual tasa de cambio.

· Exportaciones de bienes no renovables como lo son los hidrocarburos y el gas, que además en gran proporción (70%) no ingresan al país las divisas devengadas.

En concordancia y como consecuencia de lo enunciado la balanza de pagos tiene también superávit además por el no pago de deudas internacionales y/o sus intereses dado el default incurrido.

Si bien esta situación es de lejos mejor a la que se presentaba hace pocos meses, cabe consignar la necesidad paralela de una modificación estructural de la orientación económica en busca de objetivos de crecimiento sostenido, dirigidos a acrecentar nuestra productividad total.

En los últimos tres decenios, por no ir mas lejos, las políticas macroeconómicas no se han ocupado fuertemente de generar estrategias en este sentido e incluso se desarticularon lentamente los sistemas de promoción a la renovación tecnológica. (un ejemplo fue la disolución del Banade sin ningún intento por reformular su pesada y corrupta estructura). Además el accionar de la secretaria de Pymes fue a su vez casi inexistente ante las necesidades de nuestra industria.

Por otro lado la apertura salvaje de los mercados de bienes y capitales con tipo de cambio bajo, produjo desde mediados de los 70 hasta fines de los noventa (con excepciones en el periodo de los 80) varios hechos que cambiaron nuestra estructura productiva:

Gran parte de las industrias dedicadas al mercado interno fueron reemplazadas por importaciones de países de la periferia del sistema mundial (ej. China y sudeste asiático), pues no se les dio tiempo para actualizarse y reequiparse tecnológicamente.

La exportación terminó de desnacionalizarse casi por completo (en granos y petróleo).

Las inversiones externas reemplazaron a la nacional en las áreas competitivas pues ante la sub- valoración de la divisa los industriales argentinos decidieron no dar batalla y en su gran mayoría vendieron sus paquetes a los líderes mundiales en cada rema manufacturera o alimenticia.

Es así como estos elementos, junto a las políticas monetarias, financieras y crediticias, conformaron el marco y direccionaron la economía hacia nuestro desvastado presente.

Con estos datos, ante la coyuntura propicia actual del sector comercial externo, creemos que este es el momento para conducir una reformulación concreta de la producción para el mercado interno acompañada de una acelerada recuperación salarial, pues no debemos olvidar que la mayor proporción del PBI corresponde a la actividad económica interna.

Además es evidente que el sector asalariado es el más perjudicado por su retraso o por el desempleo que esta sufriendo. No hay por qué temer a brotes inflacionarios con el actual retraso en el consumo y con la aún importante capacidad fabril no utilizada.

Pero no debemos olvidar que nuestra balanza comercial no tendrá siempre superávit estructural. Hoy está dado por la coyuntura enunciada y cuando la economía recupere los niveles de crecimiento esperado, se presentará una crisis tanto en la balanza comercial como en la de pagos, consecuencia de nuestras desventajas absolutas y la necesidad de importar insumos.

Esto también obliga a efectuar un diagnostico de las falencias de nuestra estructura productiva en términos absolutos, calcular las exigencias económico-financieras y promover luego la inversión necesaria en cada sector critico que sea viable e imprescindible.

La inversión deberá orientarse a los sectores con reales ventajas absolutas, reformulando los términos de los que hoy actúan protegidos en detrimento del resto de la economía (en la exportación de hidrocarburos con exigencia solo parcial de liquidación de divisas).

No olvidemos que los sectores más competitivos son hoy extranjeros (salvo puntuales excepciones) y concurren como enclaves tecnológicos que no derraman sus utilidades en el ámbito social de manera importante.

La Argentina debe lograr competitividad a escala internacional en los sectores que a priori son viables, pero desarrollando también los que sean posibles. Aunque este proceso sea lento, otro camino no sería conducente y la crisis estaría nuevamente al acecho.

En paralelo es necesario efectuar en el corto plazo una reforma impositiva que revierta su actual regresividad, dando sustancial importancia a los impuestos sobre la renta con orientación a la inversión productiva de mediano y largo plazo, desalentando la especulación financiera y promoviendo el regreso de capitales nacionales fugados y valga la aclaración: hoy siguen saliendo por distintos medios, legales o no.

Lo expuesto debe ser acompañado por un cambio profundo en la educación, en el desarrollo de la investigación tecnológica, reteniendo los investigadores en el país y logrando el regreso de los que migraron. Es el único camino para lograr esas necesarias ventajas absolutas.

Pues sabemos también que las I & D de las empresas multinacionales nunca serán funcionales a nuestras necesidades nacionales, solo coincidirán casual o momentáneamente con ellas.

Todo esto no es nuevo, ya lo plantearon Adam Smith en 1776 y Marx en 1850 y estas falencias, de no cambiar a tiempo, en el largo plazo deberán ser cubiertas por compensaciones de flujos de capital externo (agotados hoy para nuestro país)o por inversiones extranjeras. El único camino es el crecimiento sostenido, con claros objetivos y estrategias de país.

Un párrafo aparte merece la globalización, tomada como una escala moderna e inevitable de la producción capitalista mundial. Al respecto no olvidemos que lo distintivo del presente es la veloz migración financiera y de flujos de bienes, pero debemos aceptar que estas leyes endógenas-exógenas tienen vigencia desde los albores del capitalismo moderno.

En sus orígenes se mantenía a través de las colonias y la militarización, hoy se efectúa por medio del poder financiero, acumulado durante cientos de años por migración de fondos desde nuestras economías a las centrales.

Ya la solución militar no es directamente necesaria, sólo actúa como un elemento posible que condiciona las reglas de juego impuestas, para que se acepte en cada momento un orden cuasi- militar del manejo económico y político del mundo.

Recordemos que la economía pura no existe, siempre su principal componente es la política. No hay posibilidad de pensar en términos económicos como una ciencia neutral, con ajenidad a la carga ideológica que conlleva cada definición.

Esto podría ser mucho más extenso, pero con lo enunciado muchos ya se preguntarán por qué se le exige tanto a un gobierno que parece decidido a cambiar la historia reciente.

Lo hacemos pues entendemos que el apoyo debe ser de este tipo, agregando nuestro compromiso al cambio.

Sería poco inteligente aceptar las limitaciones a priori y asistir a las históricas parábolas de los gobiernos de corte nacional que terminan cruzados por sus contradicciones y desarticulados por las presiones de los sectores más reaccionarios de la sociedad y menos comprometidos con un modelo alternativo, distinto a los que le sirvieron para acrecentar sus riquezas, aún a costa de la mayoría de los argentinos.

No olvidemos que nuestra economía se integra a la economía internacional, donde deberemos en cada momento confrontar los mercados, signo de la época, que se tornan inasibles.

Ese es el verdadero desafío de la política nacional, en un marco de absoluta crisis mundial.

Por ello debemos aceptar el presente con humildad y con responsabilidad extremas, pero con la certeza y convicción necesarias para cambiarlo.